Dirigida por Marcelo Piñeyro, escrita por Claudia Piñeiro, y con una segunda temporada confirmada, “El Reino” se ha convertido en la serie de moda por mostrarnos parte de una realidad latinoamericana que casi todos conocemos y que nos hermana, ya sea que vivamos en Argentina, Brasil, Bolivia o Perú: la entrada de los evangélicos al poder político y sus lazos con la corrupción; lo que le costó un intento de boicot y ataques contra la guionista, una conocida escritora feminista, que no ha dudado en responder a sus atacantes: “El mundo que cuenta esta serie es acotado, el que se abrió a debate es mucho mayor. Al debate podemos pedirle más debate, pero a la ficción no podemos pedirle que no sea ficción“.

El Reino - Serie 2021 - SensaCine.com

Y es que Piñeiro no tiene cortapisas al momento de escribir sobre cómo la religión, la política y la corrupción se dan de la mano para objetivos infames: enriquecerse ilegalmente, tener comprada a la justicia, culpar a inocentes, chantajear para servirse de sus víctimas, amenazar y castigar a quienes intentan descubrirlos, abusar de los más empobrecidos y destrozar vidas, además de agentes estadounidenses infiltrados y el uso de las redes sociales para levantar o destruir candidaturas presidenciales, políticos y periodistas.

Un pastor evangélico es invitado a ser candidato a la vicepresidencia en una terna presidencial, el día de la presentación el candidato a presidente es asesinado. ¿Por qué lo mataron? ¿Quiénes están detrás del asesinato? ¿Y por qué es necesario ocultar todo? Así empieza la trama que nos resuena tanto porque nos recuerda a todo lo que hemos vivido en Latinoamérica.

Agentes de inteligencia

Como cuando Michel Temer, apoyado por los parlamentarios evangélicos, logró destituir a Dilma Rouseff en 2016, y ocupar su lugar; luego se sabría que Temer dio información a la embajada de Estados Unidos en Brasil desde 2006 como informante de la inteligencia militar estadounidense, tal como uno de los protagonistas de “El Reino”, el agente infiltrado Rubén Osorio, quien es el brazo derecho del candidato evangélico a la presidencia.

Este agente también nos recuerda al trabajo que realizaba Vladimiro Montesinos para Alberto Fujimori allá por los 90. Él se encargaba de sobornar a congresistas, periodistas, jueces, alcaldes y personajes de la farándula para que apoyaran la dictadura fujimorista. Los tenía bajo reglaje y los grabó a todos recibiendo dinero del Estado para mantener a Fujimori y a él mismo por mucho tiempo en el poder.

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Fujimori fue apoyado por varias iglesias evangélicas en su camino al poder, siendo su segundo vicepresidente, el pastor bautista Carlos García García. Luego del autogolpe del 5 de abril de 1992, García sería desechado de los planes de Fujimori. Ya no lo necesitaron más.

Su hija Keiko Fujimori retomó su legado y firmó varios compromisos con pastores evangélicos fundamentalistas para oponerse a los derechos de las mujeres y LGTBI. En la imagen, quien pone la mano sobre la cabeza de Fujimori es el pastor del Movimiento Misionero Mundial, Rodolfo Gonzales, quien en su púlpito llamaba a matar a las lesbianas, y quien está a su lado es el pastor y excongresista Julio Rosas, vocero de la campaña de desinformación Con mis hijos no te metas, quien desde el Congreso perseguía a todos los funcionarios que se atrevieran a implementar el enfoque de género en las políticas públicas.

La trama también nos recuerda al golpe de Estado contra Evo Morales y la asunción de la senadora Jeanine Añez, quien con Biblia en mano usurpó el poder en Bolivia a costa de decenas de muertos y heridos en 2019 e intentó impulsar una agenda conservadora en un país que había avanzado mucho para su despatriarcalización y descolonización, dos palabras que no les gusta a los que se enriquecen con la discriminación y la desigualdad. Por eso actualmente Añez se encuentra presa y enfrentando un proceso judicial bajo los cargos de genocidio, lesiones graves y leves, y lesión seguida de muerte.

Diezmos poderosos

Casos de enriquecimiento de pastores también hay muchos como se muestra en “El Reino”, por ejemplo, la actual congresista Milagros Aguayo (Renovación Popular) de la secta “Casa del Padre”, quien posee bienes muebles e inmuebles valorizados en más de un millón y medio de soles, que en 2019 ganó más de S/ 123 mil por trabajar como pastora.

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O como cuando el pastor Alberto Santana compró un terreno por 90 mil dólares y luego lo vendió a 800 mil dólares a él mismo.

O cuando los esposos Pedro Hornung Bobbio y Alda Mirta Lazo Ríos, quien fuera congresista en 2006-2011 por Restauración Nacional e impulsora de la Ley de Libertad Religiosa, que otorga beneficios económicos a las iglesias evangélicas y cristianas, compraron por 6 millones de dólares el Coliseo Amauta.

Justicia que tarda

En la serie podemos ver también cómo el brazo de la ley es torcido una y otra vez por operadores judiciales corruptos, y quienes los enfrentan, débilmente, terminan siendo perjudicados. Ejemplos de ese tipo de corrupción hay muchos, uno que tuvimos en Perú recientemente fue el de “Los Cuellos Blancos del Puerto”, que involucró a altos jueces y fiscales del Poder Judicial, hermanados por relaciones de favoritismos y corrupción, para enriquecerse entre ellos y estar en el poder para ayudar a empresarios y políticos, o para liberar a violadores y abusadores de mujeres y niñas.

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“El Reino” se convierte así en una serie de visión obligatoria para entender cómo son los entramados de la política, la religión y la corrupción en la región y encontrar formas de enfrentarlos.