Varados. Unas 350 personas no pueden retornar a sus regiones de origen y no pueden despertar de la pesadilla sin salida en Iquitos. Autoridades parecen mirar hacia otro lado ante la grave crisis humanitaria que padecen.
Mariana Lozano presenta un avanzado estado de gestación. Ella dejó a su familia en Cusco para estar en Loreto durante una semana antes de declararse la emergencia sanitaria. Su marido la espera con el temor de que pueda suceder una desgracia.
Además, ella indicó que no ha recibido ninguna atención médica en estos dos meses, a pesar de que su parto está programado para el 24 de mayo.
Casi dos meses después de declararse el estado de alarma, hay un grupo de 115 ciudadanos que viven en la calle: sobre cartones, en la avenida Quiñones, que queda frente a la Dirección Regional de Trasportes.
Estos días para ellos son más grises, más fríos y lluviosos en la capital de la Amazonía peruana, que sufre el desborde de la crisis sanitaria, y en donde nadie parece escuchar sus pedidos, sus súplicas por una salida pronta.
A este grupo de ciudadanos el estado de emergencia los encontró en la ciudad amazónica por cuestiones laborales, que obviamente se vieron truncadas. Los escasos recursos económicos que disponían ya se agotaron en las primeras semanas. La ilusión por una solución rápida también se agota.
Los vecinos de la zona han sido solidarios con ellos: les entregaron cartones, plásticos y algunos alimentos. Como el caso del señor Roldán, vecino de San Juan, que hace dos días les llevó los caimitos que produjo en su huerto.
Sin dinero y en la desesperada situación, es impensable que puedan costearse pasajes de avión a Lima; los precios superan los 800 dólares. Un costo similar al de un vuelo internacional hacia Europa.
Vicente Cornejo llegó a Iquitos para unos días de turismo. Cuando el presidente Vizcarra anunció los vuelos humanitarios, el señor Cornejo se trasladó inmediatamente a la ciudad para subirse en uno. Ahora vive en la calle e implora a la máxima autoridad del Perú que cumpla con su palabra.
Otro caso similar es el de la señora Charo, quien con su mamá, su hermana y su pequeño hijo de dos años, ve pasar los días —las semanas—, paradójicamente, en las puertas del Ministerio de Transporte. Las autoridades que no han tenido la capacidad de brindarle opciones ni una acogida humanitaria y digna. ¿Será este el “castigo” por haber viajado a Iquitos?
Solo unas lonas de plástico que deben renovar cada dos semanas, les cubren precariamente del sol y de la lluvia; los días pasan con pesar e incertidumbre. En las noches es las cosas no parecen mejorar. Increíblemente se han convertido en el objetivo de delincuentes: hace dos días fueron atacados por un hombre armado con intención de robarles sus pocas pertenencias.
No solo la enfermedad asecha Iquitos; la indiferencia y la visible incapacidad de las autoridades de hacer respetar los derechos de peruanos y peruanas en momentos tan difíciles.
(Fuente: Agencia “No Contactado” / Texto original: Miguel López)