La ministra de Justicia y Derechos Humanos, Ana Teresa Revilla, mostró lo que todos ya sabemos acerca de las políticas estatales contra la violencia hacia las mujeres: todas están en algún “modo” casi todo el tiempo. En enero están en modo verano, en marzo están en modo colegio, en julio están en modo fiestas patrias, y en diciembre, cómo no, tienen que estar en modo Navidad, en enero seguirán en modo año nuevo.
Mientras, María Alvarado Cruz podría convertirse en la víctima 165 de feminicidio luego de que su esposo le rociara kerosene en todo el cuerpo y la prendiera viva. Con el 75% de su cuerpo quemado y su próxima traslado a Lima desde la región San Martín, sus días se convertirán en una triste agonía.
La larga lista de feminicidios que se cuentan desde el 2009 no pueden pasarse de alto de forma tan contemplativa como lo acaba de hacer Revilla, a quien la mística católica de la que acababa de salir, con cánticos de niños incluidos, le hizo sacar los pies de la tierra por unos segundos, tiempo necesario para develar la forma de pensar de miles de peruanos sobre la violencia que aqueja a las mujeres: nada.
Luego, sonrisas fingidas, huida de las cámaras, arrepentimiento y unas disculpas forzadas, la ministra Revilla sigue sin entender lo que ha hecho mal, no es que haya cometido un lapsus producto de lo “intempestivo” de que se acerquen los periodistas a una persona con un cargo como el de ella (¿se entiende el sarcasmo?) después de un momento de contemplación cristiana hasta el punto del éxtasis. Lo que ha revelado esta falta de empatía e indolencia de la autoridad más alta en políticas de justicia y derechos humanos, es que las políticas públicas, hasta el momento, han demostrado justamente falta de empatía y mucha indolencia.
Sabemos que a las mujeres las matan hombres machistas que han sido, son o pretenden ser sus parejas. Ya van 1316 en una década. ¿Tantas muertes ha demorado saber que el problema está en la forma equivocada en la que se relacionan afectivamente las parejas? ¿En todo el poder que se les ha dado a los hombres para creer que las mujeres son suyas o solo suyas? ¿Y que ese poder instalado en sus mentes se tiene que trabajar para que dejen de pensar en esa forma, y que se tiene que hacer ya para evitar que una década más sumemos 1300 mujeres más asesinadas?
Enfoquemos la educación de una vez por todas en desaprender todo lo que nos han enseñado mal sobre el amor y las relaciones afectivas. Los colegios tienen que implementar materias al respecto en donde se toquen no solo temas de convivencia y paz social, sino también de violencia sexual, feminicidio, crímenes de odio, racismo, homofobia y machismo. Necesitamos una inmersión diaria en las formas en que los seres humanos nos destruimos justamente para dejar de destruirnos. Sin eso, seguiremos contabilizando muertas el 2020 y el 2030, y la verdad, ya no queremos contar más.