Gracias a la presidenta interina de Bolivia, Jeanine Áñez, y a su ministra de Comunicaciones, Roxana Lizárraga, todo el mundo se enteró de que el expresidente Evo Morales dormía en una cama.
Esta cama, para mayor inri, era grande (por cierto, Evo es grande), tenía sábanas, frazadas y almohadas (4), a su lado había una mesa de noche (con una lámpara, un teléfono y papel para apuntes) y un poco más lejos, para que no se peque de tanta soledad, una mesa de centro.
La cama estaba ubicada dentro de una habitación con cuatro paredes y una puerta, esta puerta, evidentemente, daba a otros espacios del departamento en donde vivía Evo, que era de material noble (por cierto, Evo no es noble).
Cuando se decidió abrir las puertas para que el mundo entero vea cómo vivía y dormía Evo, todos caímos en cuenta de que muy indígena Evo no era, en el Perú, por ejemplo, la prensa de vanguardia, es decir, Canal N, señaló que Morales vivía con ostentación y lujos.
Profundizando en sus investigaciones acerca de la cama de Evo, incluso algunos periodistas, arriesgando sus vidas, se posaron encima de esta para comprobar, en carne viva, si el colchón era suave o duro. Al comprobar que era suave, no dudaron en compararla con las camas de jeques árabes.
Pecando de egocéntrico incluso, tenía una foto de sí mismo en su mesa de tocador, lo que demuestra una enorme vanidad, soberbia y orgullo de sí, lo que resulta paradójico dado su origen humilde, pobre, precario, marginal, popular, socialista y revolucionario. Morales se pasó de todo límite del amor propio.
Debido a lo peligroso que puede resultar que un indígena duerma en una cama, y no en el suelo, dada su contextura gruesa y su piel marcada por el sol, el Ejército tuvo que intervenir para resguardar la seguridad de los periodistas que iban a filmar estas escenas palaciegas, por lo que pasaron a revisar si la cama no ocultaba hondas, piedras, cuchillos, pistolas y bombas molotov.
Eso no evitó que los periodistas, haciendo uso de su experiencia cubriendo guerras, entraran a la habitación de Evo bien apertrechados y blandiendo sus cámaras, sus nobles y únicas armas, para develar al mundo la infamia de una vida llena de lujos en contraste con la mayoría boliviana.
Gracias a esta valiente labor, ahora sabemos no solamente que Evo dormía en una cama, sino que también se sentaba en una silla y comía en una mesa, guardaba su ropa en cajones, usaba un teléfono, veía televisión, se alumbraba con luz eléctrica, se bañaba con agua en un baño, y escribía en hojas bond. En el colmo de la sinrazón, usaba también toallitas húmedas.
Solamente esperamos que nunca más vuelva a ocurrir algo así, el mundo no puede soportar la doble moral, la hipocresía y la falta de principios de los gobernantes que se hacen pasar por izquierdistas o socialistas, y no viven en una cueva, desnudos, comiendo plantas a la luz de la luna.
Gracias al golpe de Estado en Bolivia, que restituyó la biblia, libro originalmente escrito en quechua, aunque ahora los ateos lo quieran negar, y que nació del profundo sentimiento espiritual de los pueblos indígenas, todo podrá volver a su lugar: los pobres al suelo, los religiosos al cielo.