Tuve la oportunidad de ver varias películas del Festival de Cine de Lima y les recomiendo estas:
En ficción latinoamericana:
– Sí o sí tienen que ver KINRA, creo que es lo mejor que nos ha dado el cine peruano en décadas, nos abre hacia las posibilidades infinitas del cine de contar historias de forma sencilla, pero con una profundidad que ya quisieran cineastas más experimentados. No es fácil hacer un cine así, porque, sospecho, las sugerencias que le han podido hacer iban por caminos muy distintos, pero el director, Marco Panatonic, ha hecho lo que ha querido, y gracias a eso tenemos una película original, creativa, llena de luz, de risas, de ternura y de amor por la tierra, por la madre, por la amistad, por la comunidad y por el cine. Debería ganar el premio mayor de la competencia latinoamericana y, si no me equivoco, sería la primera película peruana y cusqueña en ganarlo. Ninguna otra, de todas las que he visto, está a su nivel.
– “Baby”, de Marcelo Caetano, que, como ya es tradición en Brasil, un país que sabe contar las historias de los marginales con maestría, nos acerca a la vida de un joven gay que no tiene a nadie y ni nada más que sus ganas de vivir, de gozar, de amar y de recuperar a su familia. Sin revictimización ni morbo, de forma equilibrada y dulce, y también erótica y potente, nos muestra las posibilidades de las vidas gays/trans/nb frente a la pobreza, el amor, el trabajo y las familias elegidas en medio de un ambiente informal y delincuencial, como la vida misma.
En otra medida, “Memorias de un cuerpo que arde”, porque no es fácil que estas historias les gusten a la fauna machuna de críticos de cine, y “Simón de la montaña”, porque aborda la discapacidad y la extrañeza desde la autenticidad y complejidad de quienes la viven.
En documental latinoamericano:
– “Reas”, “Partió de mí un barco llevándome”, “El archivo bastardo” y “Sueño mexicano”. Todas dirigidas por mujeres, así que el jurado de NUNA CINE la va a tener difícil.
En “Reas”, Lola Arias nos trae una historia totalmente distinta a lo que se suele contar de las historias carcelarias, aquí hay mujeres cis, trans y un hombre trans en alianzas para salir adelante, hay encierro, hay pobreza, pero también hay baile, hay música, hay sororidad, hay sueños por cumplir, hay ansias de libertad y hay potencia feminista.
En “Partió de mí un barco llevándome”, de Cecilia Kang, nos acercamos hacia un caso histórico de violencia sexual contra mujeres coreanas en tiempos de guerra, las esclavas s3xu4al3s conocidas como “las mujeres de confort o de consuelo”, actualizadas con las vidas de mujeres coreanas migrantes y también nacidas en Argentina. Las historias de madres e hijas que releen su pasado siempre son necesarias.
En “El archivo bastardo”, Marianela Vega nos introduce en sus archivos familiares para contarnos, a través de la contención y el silencio, como si esto no fuera paradójico o contradictorio, una historia familiar pendiente siempre de explicarse con palabras, una situación inasible que trata de sortearse a través de la fina selección de lo que se dice y de lo que no, si quieren ver cómo un haiku se hace película, esta es su oportunidad.
En “Sueño mexicano” me sorprendió cómo la protagonista se pone a disposición de la directora Laura Plancarte para abrirse en canal. No es una película fácil, no es fácil contar estas historias de madres que no cumplen con lo que se les ordena en la vida, que son más “mujeres” que madres, para decirlo de alguna manera, y que por eso son condenadas y rechazadas, pero qué más real que esto. Gracias por siempre al documental hecho por mujeres.
– “Landrián”, de Ernesto Daranas, nos lleva, como el año pasado lo hizo Pavel Giraud con “El caso Padilla”, hacia las profundidas más oscuras del régimen castrista y cómo se aplastó, sin lograrlo del todo, a su hijo más brillante y desenfrenado, el documentalista Nicolás Guillén Landrián, que a pesar de persecuciones, encierros, electroshocks, despidos y destierros, dejó una filmografía pletórica de genialidad. Daranas logra plasmar el extravío del director, así como darnos los testimonios de las dos personas que más lo amaron: su esposa y su director de fotografía.
En competencia peruana solo he visto la mitad de las que compiten este año y de ellas recomiendo “Compartespacios”, “El huaro” y “El pecado social”.
– En “Compartespacios”, Carmen Rojas Gamarra (yuraqyana) nos entrega un cine de emociones de baja intensidad, un cine de pocas palabras, de las necesarias tal vez, un cine que no grita, una ansiedad que se susurra, que se va calmando a través de las herramientas que todos conocemos: las pastillas, el deporte solitario, el autoplacer, pero también con las conexiones inesperadas con chicos igual de melancólicos que una, con responder a los llamados de la madre, con volver a conversar con la amiga para reconstituir la amistad, con aceptar esas cervezas con los compañeros de trabajo, con empezar a respirar mejor. “No te pasa que las cosas buenas no te sostienen lo suficiente”, le dice Isabel a Pedro, pero son esas cosas buenas, acumuladas, en cuentagotas, que sabemos que llegan, las que pueden sostener lo necesario para seguir pedaleando por la vida.
– En El Huaro , Patricia Wiesse nos trae una historia preciosa gracias a los vínculos que tiene con las misioneras que administran un colegio Fe y Alegría en la región Amazonas, que le permitieron internarse en la vida de adolescentes awajún que sueñan con un destino mejor que el que les ha deparado el abandono estatal, la sociedad machista en la que han nacido y todo lo que está mal en nuestro país. En medio de la belleza de la selva peruana, se cierne también la pobreza, la desigualdad, el miedo, la clandestinidad, la persecución, pero también la esperanza y la posibilidad de otra vida, si se cruza o no se cruza ese sistema de transporte artesanal llamado huaro. Sigan el trabajo de Patricia Wiesse, que nos ha entregado un cine íntimo pero de grandes temas en sus dos anteriores películas: “Todos somos estrellas” y “Mujer de soldado”.
– En El Pecado Social – Documental, Juan Carlos Goicochea nos trae un trabajo que ha venido cocinando a fuego lento desde hace ocho años. Si en algún momento la Noche de las Gardenias parecía ser el leit motiv de la película, con el transcurso del tiempo esto ha decantado hacia el testimonio de Roger Pinchi, víctima de persecución y amenazas por parte de grupos subersivos, con una hermana trans asesinada por ellos, y también víctima del desprecio del Estado peruano, que le niega devolverle su trabajo como docente y su asimilación como ciudadano, una violencia más constante, más cotidiana, más destructora que avanza sobre la vida de Roger y sobre todxs nosotrxs que compartimos el mismo “pecado social”.
¡Vayan al cine!