En un tono melancólico, afianzado por el blanco y negro, la trama de la película nos lleva a caminar al lado de Mel, una fotógrafa que tiene una serie de expectativas sobre su trabajo y su vida que aún no cierran, atravesada por una deuda familiar y por una relación que ha perdido sentido, el encuentro con una joven, a la que fascinada fotografía, se convierte en el impulso que la lleva a intentar vivir otra vida lejos del mundanal ruido que la rodea.
Aquí no hay primavera
Lo primero que sabemos es que Mel no es feliz, sus relaciones no funcionan y su mirada sobre su futuro es gris como las calles de Trujillo, que han perdido su color primaveral. Su romance con Víctor no va a ningún lugar, sus encuentros sexuales son retratados con hastío y su relacionamiento con pesar. Hay una distancia insondable entre ellxs, que se ahonda en lo laboral, en donde falla una y otra vez, no solo por la superficialidad con la que toman su trabajo, sino por ese sinsabor que la persigue y que no la abandona hasta que aparece Almendra, con quien conecta casi al instante y se convierte en el pívot transformador de su vida.
Un arma y una mujer
Es con Almendra en donde el lenguaje corporal de Mel cambia, por fin sonríe, su cuerpo reflota, se dinamiza, a diferencia de las escenas con los hombres de su vida –el amigo que le permite tomar fotos en habitaciones de hostal usadas, el tío que la ancla en lo familiar, el coordinador de la muestra que tiene dudas sobre su trabajo-, el encuentro con esta mujer que la fascina le da un respiro, su transcurrir por las calles recobran sentido, puede ahondar en su deseo de fotografiar esos árboles que ha inventado.
El primer acercamiento de Mel a Almendra es estético, hay un placer en fotografiarla, ese gusto estético se va convirtiendo en una amistad que revive en ella aquello que ha estado muerto, su deseo por cambiar de vida y alejarse de una ciudad que la aprisiona. Hasta ese momento Mel solo tenía su cámara, ahora la tiene a ella.
Entre el arte y la vida
La película, a modo de ensayo fotográfico, plantea una construcción idealizada de lo que es una artista visual, en su búsqueda por crear y expresar sobre la base de sus intuiciones, a las que se aferra. Esa claridad artística es la que no le permite encajar ni en el romance ni en el trabajo, no la llenan, por lo que su afinidad con Almendra es un parteaguas que le permite escapar de la banalización de su arte, abrirle su corazón y desatar sus sueños. La bella música de Rafo Ráez complementa muy bien los estados emocionales de Mel, con tonos dulces en los encuentros con Almendra, a quien Mel contempla incluso cuando duerme, en una amistad que nos gustaría que continúe.
En esta ópera prima, Rebaza nos muestra un estilo propio que nos hace esperar sus próximas apuestas cinematográficas con expectativa, en consonancia con la nueva generación de cineastas trujillanos de los últimos años. La película puede verse en el 25 Festival de Cine de Lima.
Ficha técnica
Director, guion e imagen: Martín Rebaza Ponce de León
Sonido: Jhorsh Miller, Cristbond Saavedra
Edición: Salomón Pérez, Martín Rebaza Ponce de León
Interpretación: Maritza Sáenz, Allmendra Ibañez, Fernando Bacilio
Producción: Salomón Pérez, Freddy Benites
Música: Rafo Ráez
País: Perú (Trujillo)
Duración: 77’