Mano Alzada
Cultura

“Una profunda huella”, libro homenaje a Ricardo Roca Rey se presenta el 29 de enero

Una profunda huella, un hermoso libro que constituye un importante aporte documental a la historia de las artes escénicas en el Perú a partir de la vida, trayectoria y el legado cultural de Ricardo Roca Rey, será presentado el próximo 29 de enero en una ceremonia especial en su homenaje, que será transmitida on line desde el Ministerio de Cultura. La publicación, con más de 300 páginas y decenas de fotos inéditas, fue escrita por Ricardo Roca Rey Cisneros, en conmemoración de los cien años del nacimiento de su padre.

El amor por lo nuestro y por el arte, convirtieron a Ricardo Roca Rey (1920-1985) en un apasionado de la cultura peruana. Su enorme legado en todos los campos de las artes, desde el teatro pasando por el cine, la televisión, la radio, el folclor, la música, la danza y las artes escénicas en general, son hoy un valioso testimonio que el autor y su familia pondrán al alcance de toda la comunidad peruana. Como parte del homenaje, el libro también tendrá su versión virtual para que pueda ser descargado de manera gratuita y esté al alcance de todos, en especial de las nuevas generaciones.

El 30 de este mes se lanzará el enlace para que se pueda acceder a la publicación desde www.ricardorocarey.com, la página web de Una profunda huella. La iniciativa del proyecto editorial surgió durante los primeros días de la cuarentena en que, aprovechando el encierro obligado, Ricardo Roca Rey hijo comienza a ordenar los recortes y los álbumes que revelan el legado de su padre. “Lo primordial es difundir entre las nuevas generaciones su labor y ese amor por el teatro, la cultura y el Perú, que fue lo que delineó su vida”, comenta el autor. Esta intención es remarcada por su hija Baty Roca Rey Cisneros: “Hace 35 años de tu desaparición y existe, ya no una, sino quizás varias generaciones de peruanos dedicados al teatro, al arte, que no te conocen, que ignoran que este rico movimiento teatral del que disfrutan hoy en día es gracias a ti, que dejaste sembradas estas raíces en el tiempo; y a otros que como tú sentaron las bases…”.

Por su parte otro gran director de teatro peruano, Jorge Chiarella Krüger, destaca en el prólogo: “Ricardo Roca Rey es un sobresaliente, entre los más destacados en utilizar el arte y la cultura como herramientas de la ciencias humanas. Un peruano que se entregó sin condiciones a su país y a su gente, entendiendo que en una nación fragmentada como la nuestra, era necesario armonizar las aisladas piezas que la integran. Así abordó de una manera acuciosa la investigación de nuestra historia y sus habitantes de la costa, sierra y selva, extrayendo de sus manifestaciones culturales y de las gestas que nos dieron gloria, la esencia que las une”.

Desde su marcada naturaleza de Director Escénico, en la AAA y otros espacios, su objetivo fue siempre claro: ir ensamblándolas con delicada pasión, rigor artístico y con aquella calidez que lo distinguía, provocando admiración y estima. De este modo componía sus espectáculos, recogiendo aquellas expresiones dispersas en cada pedazo del Perú, olvidadas entre montañas, agua, lenguas y música”, continúa Chiarella Krüger.

En Una profunda huella se develan facetas desconocidas de Ricardo Roca Rey. Pocos saben, por ejemplo, acerca de su admiración por el folklore peruano y su trabajo de investigación sobre “Los orígenes del teatro en el antiguo Perú”. Desde inicios de los 70, Roca Rey se propuso llevar nuestro folklore a niveles internacionales, resaltando su fuerza y dándole una espectacularidad, limpieza coreográfica y estética que marcó época y escuela.

 “Nuestro folklore es riquísimo, nuestras danzas y nuestra música, llenas de magia, de ritmos desconocidos, de pasos y vestuarios ignotos, que sorprenderán al mundo entero… Vivimos en un país creador, antiguo, de gran tradición danzante, distinto a todo. Tan distinto que cuando salgamos al exterior, nuestra delegación parecerá haber llegado a la tierra proveniente de otro mundo, en donde todo es ritmo, color, vida, señorío, y también humor, y en donde no se olvida el rito, el misterio, la creatividad y el amor a lo grande y a lo pequeño, al hombre y a la naturaleza… todo parece ser una ofrenda a la vida que Dios nos dio, en este maravilloso país de embrujo y encantamiento”.

Otro aspecto poco conocido que nos revela esta minuciosa biografía es que durante años, Roca Rey se dedicó a la recopilación de datos que probaran la existencia de un teatro prehispánico en el Perú. Dejó voluminosas carpetas que contienen material escrito y gráfico que demuestran que existen los elementos que prueban la existencia de ese teatro. “Los orígenes del teatro en el antiguo Perú” es una investigación pendiente de publicación.

Pero quién es Ricardo Roca Rey…

El 14 de abril de 1920 nace en Lima este hombre que se convertiría en un pilar fundamental para el crecimiento del teatro peruano en la segunda mitad del siglo XX en nuestro país.

Preocupado por su desarrollo y por mostrar lo mejor del teatro al público, llevó a los escenarios a Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes, Shakespeare, Calderón de la Barca, Sartre, Sagan, Zorrilla, Dostoyevski, Miller, Durrenmatt, Ionesco. Y ni qué decir del teatro peruano, comprendiendo antes que nadie, que no se puede hablar de este sin autores peruanos constantemente representados, se empeñó en esa tarea de sembrador: “Creo firmemente que solo haremos algo importante cuando tengamos éxito con obras de autores nacionales. Para ello, solo queda un camino: producir y producir teatro peruano, aunque salga mal, hasta que salga bien”.

Dirigió los primeros programas de nuestra televisión nacional a finales de los 50 y principios de los 60, cuando la televisión se hacía en vivo. Programas líderes de audiencia y de donde salieron grandes actores que posteriormente alcanzarían renombre internacional como Ricardo Blume y Saby Kamalich. 

Ricardo Roca Rey fue director general del Instituto Nacional de Cultura (1980-1981), desde donde impulso y difundió todas las expresiones artísticas y culturales del Perú. Llevó el teatro a las calles y a los atrios de las iglesias, ganando nuevos espacios para este arte. Realizó montajes espectaculares y multitudinarios de autos sacramentales en el atrio de la Catedral y en la Plaza de San Francisco, dejando su sello inigualable y sosteniendo una tradición en Lima que continuaría años más tarde Luis Peirano.

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