Texto: Juan Pablo Barrantes
El 14 de febrero de 1988, el femicida Carlos Monzón golpeaba, estrangulaba y arrojaba de un balcón de una casa de Mar del Plata a Alicia Muñiz, expareja y madre de su hijo.
Este femicidio marcó un antes y un después en nuestro país (Argentina) en relación a la visibilidad de la violencia de género.
El caso llegaba a las tapas de las revistas y a las pantallas de televisión. “¿Qué hombre no le pegó alguna vez a una mujer?”, decía por entonces Alain Delon en defensa de su amigo el campeón, que en sintonía con el actor, confesaba “siempre les pegué a todas y nunca pasó nada”.
Los medios recordaban la infancia humilde y el pasado cargado de violencia del “héroe que había dado tanta gloria al país”. “Dale, no aflojes”, le gritaban no pocas personas en sus traslados desde la cárcel de Batán como si él fuese la víctima y no el victimario.
El femicidio de Alicia Muñiz sacaría de abajo de la alfombra los golpes, los insultos, los moretones, las descalificaciones. Tanta violencia de género naturalizada quebró el silencio para siempre.
Fue un 14 de febrero, fecha emblemática donde se glorifica la opresión patriarcal de las mujeres tras el mito del amor romántico, ese que nos disciplina, que nos convence que hay que sacrificarlo todo por amor, que siempre habrá un príncipe azul dispuesto a protegernos y con quien ser felices para siempre . “El amor es incondicional y todo lo perdona”, así nos aferramos a situaciones de maltrato, abuso y explotación. Nos humillamos “por amor”.
El 14 de febrero nos recuerda a Alicia, y recordamos a las tantas Alicias que fueron inmoladas en el altar del amor romántico.
El amor no duele, el amor no es padecer, el amor debe ser libre, Alicia Muñiz presente, ahora y siempre.