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Feminismos

Elena Poniatowska revela que Juan José Arreola la violó y embarazó

La escritora Elena Poniatowska decidió revelar que el escritor Juan José Arreola la violó y embarazó de su primer hijo cuando ella tenía 22 y el 40, luego de que la familia de Arreola la mencionara señalando que decía mentiras.

Poniatowska había mantenido hasta el momento un completo silencio sobre el hecho de violencia que sufrió apenas salida del colegio religioso donde estudiaba y deslumbrada por el carisma del escritor mexicano que en ese tiempo estaba casado y tenía tres hijos.

La familia de Arreola publicó cartas de la pianista Tita Valencia y Elena Poniatowska, luego de que se difundieran las declaraciones de Valencia en donde revelaba los abusos vividos con Arreola cuando era muy joven.

“Con tristeza y molestia hemos leído las recientes declaraciones de dos conocidas autoras que, efectivamente, sostuvieron relaciones sentimentales con nuestro padre y abuelo. La verdad de los hechos de aquellos años se ha transformado hoy en una injusta narrativa de falsedades que no podemos soslayar. En abono a la verdad, sin enconos personales y entendiendo la discusión actual en torno a los derechos de la mujer, adjuntamos un grupo de cartas (sin edición alguna) de dichas autoras, cuyo contenido hace evidente una versión histórica distinta a la difundida y que conocimos directamente”.

Poniatowska no había dicho nada hasta el momento pero el rumor de que su primer hijo era producto de una “relación” con Arreola era un secreto a voces en la sociedad mexicana.

A raíz de la publicación de la carta de Poniatowska cuando era joven, en el intento de la familia de Arreola por salvar la imagen del escritor, es que Poniatowska se decide a contar lo que pasó con ella.

“Jamás en 64 años he hecho declaración alguna acerca de Arreola y su entorno. Mi hijo nació en un convento de monjas en Monte Mario, Roma, el 7 de julio de 1955. Cuando conocí a Arreola en 1954, era una jovencita totalmente dispuesta al deslumbramiento. En esa época, las niñas que se educaban en colegio de monjas salían del convento igual que entraban, más niñas que nunca, páginas en blanco, sin ninguna preparación para la vida. Arreola era un adulto, un hombre casado, con tres hijos, 20 años mayor que yo. Mi relación no fue una de las relaciones sentimentales del padre y abuelo Arreola, sino un suceso fundamental en mi vida. Aunque la familia de Arreola habla de respeto, la respetuosa fui yo, la que nunca pidió nada fui yo, la que no volvió a verlo nunca fui yo, la que guardó silencio fui yo. Arreola jamás vio a mi hijo, jamás lo conoció, jamás lo mantuvo. El silencio y el respeto del que habla la familia Arreola han sido de mi familia y míos durante 64 años. ¿En qué se basa el silencio y el respeto de la familia Arreola si ahora trae a la luz un asunto del que nunca hablé? Supe desde un principio que Arreola jamás viajaría a Italia puesto que no podía cruzar una calle en la Ciudad de México. Mi carta de 1955, por lo tanto, es la de una incauta que intenta protegerlo. Cuando uno es joven, protege o camina al borde del abismo. ¿Alguna vez fue Arreola responsable de sí mismo? Su talento y su inteligencia lo enseñaron a usar a los demás.

La escritora, que mantuvo el secreto del abuso por más de seis décadas, ficciona la violencia vivida en su novela El amante polaco:

“Soy joven, sonrío a todas horas, río con facilidad, una tarde a media clase, el maestro se yergue amenazante, flaco, los cabellos parados, un palo también dentro de su pantalón. ‘Usted es un pavo real que ha venido a pavonearse a un gallinero’, me espeta. Su cuerpo, la expresión en su rostro se distorsionan, es una calavera de José Guadalupe Posada absolutamente distinta a la que admiré hace unos días, no sé si grita, camina como enjaulado, me acerco a la puerta. ‘Ah, no, no es tan fácil’, amenaza, y pago por subir las escaleras con tanta premura, pago por ‘Las cuatro estaciones’, de Vivaldi,  que giran ahora su invierno para amortajarme, pago por la azotea y pago por cada escalón por el que ahora desciendo a toda velocidad hacia la puerta de salida y en la calle no entiendo, solo sé que así como él, la azotea con su sábana tendida me ha dado una bofetada…

Estoy sola. No sé qué es el amor. Lo que me ha sucedido. El catre, la amenaza, el ataque nada tiene que ver con lo que leí en los libros”.

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