La congresista Tamar Arimborgo Guerra, de la bancada de Fuerza Popular, ha sido elegida como presidenta de la Comisión de educación, juventud y deporte del Congreso de la República. Esto ha causado una serie de debates y reflexiones, siendo la mayoría de descalificación, pues durante su trabajo como parlamentaria ha tenido actuaciones no solo controvertidas, sino que ha formado parte de un grupo ultraconservador que ha impedido que se logre legislar a favor de la igualdad.
Parte del rechazo que esta congresista genera es debido a sus comentarios y expresiones que terminan siendo objeto de burlas y material para hacer graciosos “memes”; pero ¿es realmente una mujer desatinada e ignorante, como se le suele llamar? ¿O es parte de todo un plan político y poderoso que tiene otros intereses que van más allá de sus conservadurismos y prejuicios?
El fujimorismo ha sido muy cuestionado en este periodo parlamentario, no es que el fujimorismo de antes era bueno ni mejor; sino que este ha sido bastante peculiar, pues ha llenado la escena política con muchos motivos para reír, porque nos ha brindado personajes pintorescos y caricaturizables. De pronto Héctor Becerril le quitó el trono a Jorge del Castillo, y si alguna vez alguien se tomó como broma a Susy Díaz congresista, los diversos personajes que hemos visto definitivamente superaban todo aquello que relacionábamos con la “ignorancia” y la “falta de profesionalismo”. Pero creer que todo esto es parte de un conjunto de actos desatinados del fujimorismo no es suficiente.
Estamos atravesando una terrible crisis que envuelve a nuestro país en actos de corrupción, no solo con todos nuestros exgobernantes y en algunos casos, actuales, involucrados en estos ilícitos; sino que además tenemos la naturalización de este delito en el actuar de la ciudadanía. Como cuando una mujer denunciaba al congresista Héctor Becerril por el incumplimiento de “un servicio” por el que le había pagado y parecía no darse cuenta que ella también formaba parte de ese delito. Reconocer todas las formas en las que se participan de actos de corrupción es complicado porque tal vez, y ojalá no sea así, son parte de nuestra cultura, algo que no me atrevo a decir, porque estaría afirmando que nuestra sociedad entera es corrupta como parte de un comportamiento normal y que esta sería nuestra forma de relacionarnos, en todo caso sería mejor decir que la corrupción nos ha acompañado por tanto tiempo (tal vez sea conmemorada junto con el Bicentenario) que la hemos naturalizado y se nos hace complicado evidenciarla.
Pero para que exista corrupción debe haber un perfecto espacio en donde pueda desarrollarse, y definitivamente es el capitalismo un buen “caldo de cultivo”, el neoliberalismo genera entre muchas otras cosas, la desigualdad, pocas personas que tienen mucho y muchas personas que tienen poco. Entonces, esas pocas personas toman el poder y deciden sobre esas muchas. Pero esto genera que esta minoría, pero poderosa, crea que puede usar los recursos que tiene a mano para beneficio individual, mientras que esos muchos, sin poder y con necesidades básicas sin satisfacer no tienen la capacidad de cuestionar a quienes considera más fuertes o en todo caso, si la tiene, está usando sus fuerzas en satisfacer el hambre antes que enfrentarse en esa disputa.
Entonces se podría afirmar que la desigualdad es una de las causas para que la corrupción prospere y razón poderosa para la oposición a todos los intentos por legislar en favor de la igualdad, ya que de esta manera, grupos como el fujimorismo podrán seguir usando nuestros recursos impunemente, si es que estas formas de desigualdad que el Estado mantiene en sus políticas de gobierno continúan, perspectiva que me parece fundamental, teniendo en cuenta lo que la antropóloga Angélica Motta afirma en su libro La biología del odio, cuando dice que “…condiciones de equidad y justicia previenen la corrupción también porque cuanto más igualitaria y democrática es una sociedad menor será la vulnerabilidad de grupos específicos, menores los desbalances de poder, mejor la vigilancia y, por lo tanto, menores las oportunidades para la corrupción.”
Entendiendo desde esa perspectiva que la oposición de los grupos fundamentalistas hacia la obtención de derechos para las mujeres, la comunidad LGTBIQ+ y de las diversas comunidades más vulnerabilizadas, no son actos de rechazo moral solamente; sino que en realidad tienen que ver con una situación más profunda, la necesidad de seguir teniendo el escenario perfecto para el que el poder les garantice sus ilícitos actos.
La oposición al enfoque de igualdad de género en el currículo escolar no es porque les preocupa la “inocencia de la niñez”, es porque en realidad no quieren tener una sociedad fortalecida que los mire de frente y pueda encarar sus actos. Porque como también lo señala Motta en el libro mencionado, el hecho que más mujeres tengan participación en la sociedad, origina menos situaciones de corrupción y no porque las mujeres seamos menos proclives a cometerlos, sino por el simple hecho de la igualdad. La paridad y alternancia es por eso también otra medida anticorrupción, no una pataleta de algunas mujeres que también queremos ocupar cargos de poder. Así como también lo es la inclusión de la comunidad LGTBIQ+, afroperuana, andina, indígenas, personas con discapacidad y diversas comunidades que de alguna manera u otra son discriminadas en todos los sentidos, desde el ejercicio pleno de sus derechos hasta el acceso a cargos de poder, todos con argumentos moralistas, fundamentalistas y religiosos, pretendiendo que nos hacen creer que quieren preservar la moral en las familias, cuando en realidad lo único que desean y les urge, es seguir manteniendo esas desigualdades que les permiten cometen sus delitos libremente.
No va a existir ningún “zar anticorrupción” , ni jueces como Carhuancho o fiscales como Pérez o Vela que logren que este delito sea erradicado si no entendemos que son las políticas de igualdad las que van a fomentar las bases para que podamos librarnos de los corruptos, antes que la corrupción se convierta realmente en parte de nuestra cultura popular y sea tan pintoresca como nuestro arte culinario, y es precisamente con las políticas como el enfoque de Igualdad de género con las que vamos a luchar contra este “gran mal”.
Resaltando otra parte del libro de Motta en el que dice “…para alcanzar este sentido generalizado de pertenencia común, clave en la prevención de la corrupción, resulta fundamental el reconocimiento igualitario de derechos. En este esfuerzo la inclusión del enfoque de igualdad de género en la política pública es central, lo mismo que el reconocimiento de derechos a personas sexualmente diversas”.
Es así que debemos seguir impulsando estas medidas y no solo las condenas que tienen finalidad punitiva, que en el mejor de los casos van a castigar a algunos, pero se van a seguir formando otros nuevos.
Así como tampoco es el cierre del congreso y nuevas elecciones la medida que nos va a salvar de la corrupción, ya vimos lo que pasó hace algunos años cuando creíamos que nos librábamos del “Chino Fujimori” y éramos salvados por el “Cholo sagrado”. Mientras no tengamos nuevas reglas electorales, lo único que conseguiremos es cambiarles el rostro a los corruptos y tener tal vez tengamos a Christian Rosas como presidente del congreso, diciéndonos que la homosexualidad es una atracción o algún otro pastor religioso “defendiendo a la familia normal”, cuando en realidad lo único que planean es seguir usando nuestros recursos y negociando con el narcotráfico.
Por todo ello, no creo que la elección de Tamar Arimborgo haya sido un desatino de los “brutos” del fujimorismo, creo más bien que es parte de todo un plan inteligente y perfectamente armado para seguir impidiendo el enfoque de igualdad de género y todo aquello que permita la igualdad y el surgimiento de la población, porque es con este esquema, con el que estas mafias actúan.
Debemos actuar y pronto, pues mientras nos reímos de sus frases haciendo “memes”, ella se ríe más fuerte haciendo dinero con nuestros derechos.