Mano Alzada
Feminismos

Solsiret, te buscamos hasta encontrarte

Solsiret, ayudaste a organizar la marcha más grande que tuvo el Perú contra la violencia hacia las mujeres: el Ni una menos, que se realizó el 13 de agosto de 2016. Ese día, que 500 mil mujeres marcharon para exigir a la sociedad y el Estado que se detenga la violencia machista, tú también marchaste. Tenías 23 años, dos hijos de 2 y 4 años, estudiabas Sociología y hacías tus prácticas en una organización feminista. Tu vida estaba encaminada hacia el feminismo.

El 8 de agosto, cinco días antes de la marcha, diste una entrevista y expresaste tus sueños: “Esperamos que la convocatoria llegue a todas, que sea masiva y que salga la mayoría de mujeres dentro del distrito, pero también queremos que esto sea sostenible, que no solo se quede en una simple marcha, que esto trascienda y que se organicen las vecinas y crear pequeños talleres o charlas para erradicar la violencia en sí, que no solamente está en visibilizarla y demandarla tal cual, sino también en erradicarla totalmente dentro de, porque no queremos que se repita ningún caso más como el de Cindy Contreras o Lady Guillén, que si v¿bien es cierto han despertado, no es, porque son personas, son vidas, son mujeres que han sido violentadas”.

Estos sueños tuyos de que en el Callao las mujeres se organicen se quedaron truncos, Solsiret, porque justamente esa violencia contra la que luchabas se cruzó en tu vida, y la cegó. Diez días después de una marcha impresionante, tu pareja le anunció a tus padres que te habías ido, de pronto, sin avisar a nadie, sin despedirte, sin importarte nada. Él, Brian Villanueva, se victimizaba de una situación que había ayudado a propiciar.

Tres días después, Rosario y Carlos, tus padres, fueron a la comisaría a poner la denuncia de tu desaparición, no creían la versión de Villanueva, tú no podías irte así sin más, no podías haber dejado a tus hijos pequeños como si nada, tanto que los amabas. Ahí se enfrentaron a lo que todas las mujeres, LGTBI y pobres del Perú se enfrentan: la indiferencia policial.

En la Depincri del Callao, el suboficial Dante Pastor les dijo, que por su amplia experiencia, seguramente como eras joven “estabas con la cabeza caliente” y que ibas a regresabas en una semana, que no se preocupen, que ya te ibas a comunicar.

Ellos se fueron confiando en la policía, una de las instituciones estatales más violentas contra las mujeres, esperando que la “experiencia” de Pastor en estos casos de mujeres desaparecidas sirviera de algo. Pero no sirvió de nada, porque sus conocimientos se basaban en prejuicios contra las mujeres, Pastor en la vida iba a encontrar a ninguna mujer.

Mientras tanto, Rosario y Carlos te mandaban mensajes de texto a tu celular, esperando que respondas, que digas que estás bien, que vuelves pronto, pero nada, no había respuestas. El 1 de setiembre, cansados de esperar, angustiados y sin poder dormir, regresaron a la comisaría y ese día, por fin, la policía se dignó a recibir la denuncia. Ya eras una mujer desaparecida, Solsiret, una semana antes eras una mujer frívola que había abandonado a sus hijos con la cabeza caliente. Ahora, los que demostrarían su frivolidad sería todo el aparato del Estado para evitar encontrarte por largos años.

Tu pareja no te buscó, la policía no te buscó, la Fiscalía no investigó, la empresa de telefonía Entel no entregó tu récord de llamadas, nadie hizo las pericias adecuadas, y un año después, a pedido de la congresista Indira Huilca, el ministro del Interior, Carlos Basombrío, entregó un informe de búsqueda con fotos de antes de que desaparecieras diciendo que estabas por el norte. El Estado peruano demostró, una vez más, que la vida de las mujeres no importaba, que tu vida no importaba. Mientras los asesinos seguían su vida con tranquilidad.

Pero para tu familia y tus amigas sí importabas, Solsiret, no habíamos dejado de pensarte ni un solo día, y fue gracias al coraje de Rosario Aybar y a la fuerza de voluntad de Kathe Soto, que pudimos movilizarnos estos cuatro años para que nadie olvide tu rostro, para que cientos repitan tu nombre por las calles de Lima: ¡Solsiret, te buscaremos hasta encontrarte!

Ya te encontramos, Solsiret, y aunque sabemos que cuando una mujer desaparece es muy probable que haya sido víctima de feminicidio, todas aún teníamos una pequeña rendija de esperanza de encontrarte, de que volvieras a marchar con nosotras, de celebrar tus alegrías y acompañarte en tus penas, de verte con tus hijos, de que termines tus estudios y sigas luchando por las mujeres. Esas esperanzas ya nos las mataron, como te mataron a ti, con tanta crueldad y cinismo, ocultándote por cuatro años y ahondando el dolor de tus padres y de todas las que te amamos.

Esperamos que la justicia esta vez sí haga su trabajo bien, que condene a los tres involucrados y a todos sus cómplices, porque una mujer no desaparece de la nada, a las mujeres las desaparecen y la responsabilidad es compartida por muchos, los asesinos han estado protegidos por su familia (y por la policía, y por la Fiscalía), mientras tu cuerpo estaba enterrado bajo sus pies, todos han sido cómplices, y eso se debe evidenciar en la investigación fiscal.

Seguiremos buscando justicia para ti, Solsiret.

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