Mano Alzada
LGTBIQ+

Fundamentalistas agreden a Fiorella Cava

La cantante de rock Fiorella Cava llegó al plantón convocado el día sábado 7 de diciembre para apoyar a las mujeres que iban a realizar la performance “Un violador en tu camino” en Miraflores, pero lamentablemente se cruzó con un grupo de antiderechos que se encontraba, según ellos, protegiendo la iglesia, pues el cántico de las feministas decía “si te violan, quemamos todo”, y como en las iglesias muchas veces se han denunciado violaciones, ellas querían evitar que la quemen.

Fue cuando Fiorella Cava cruzaba esa zona para dirigirse al grupo feminista que la señora Mariella Bianchi le gritó: ¡Es un hombre! seguida por otras fanáticas que comenzaron a insultar a Cava gritándole “Satanás”, “pecador” y otros calificativos que denigraban su dignidad.

Como el Perú ya sabe, Fiorella es una reconocida mujer transexual que ha luchado por décadas para ser reconocida como tal. Al escuchar estas ofensas, además del lenguaje corporal violento y amenazador de estas mujeres, llegando incluso una a pisarle el pie y otra a tirarle un codazo, ella identificó a Bianchi como la que dirigía estos violentos ataques, y le tiró un lapo en la cabeza.

Luego de discutir un rato más con la turba de mujeres, Fiorella pasó a retirarse siendo perseguida por estas mujeres a gritos, llegando incluso una de ellas, a lanzarle gas pimienta en spray.

Posteriormente, Bianchi ha salido en algunos medios de comunicación denunciando esta agresión de Fiorella Cava, minimizando que ella y su grupo de amigas la insultaron, discriminaron, empujaron, rociaron con gas y pretendieron golpearla.

La cantante también contó su versión de los hechos:

DENUNCIO ante ustedes que acabo de ser agredida en el Parque Kennedy por una turba evangélica anti-derechos de la mujer y de la comunidad LGBTI llamada Pro-Vida.

Los católicos, en su mayoría damas de la parroquia (de mi parroquia vale aclarar), NO fueron. Ell@s estaban frente al atrio de la iglesia con su rosario en mano para ‘desagraviar’ el templo de la performance feminista que se había realizado a cien metros de allí, a eso de las tres de la tarde, contra los feminicidios.

Las agresoras fueron un grupo de activistas jóvenes, ultraderechistas y conservadoras, mucho más jóvenes que yo, de veinte o treinta años a lo sumo y algunas, bien papeadas como la fornida dirigenta que las azuzaba en contra mía. Si me preguntan, ellas tenían pinta de universitarias de los últimos ciclos o profesionales jóvenes.

El hecho fue que a eso de un poco más de las 5 pm, cuando yo pasaba por ahí y quise ver qué sucedía en la concentración feminista que convocaron las redes y me acerqué a un grupo ahí presente, porque algunas de estas provida tenían pañuelos verdes en el cuello; pero resulta que me equivoqué de grupo. Tengo cataratas (muchas de mis amistades saben que estoy perdiendo la visión) y andaba sola, porque aún era de día y todavía veo por donde camino.

El asunto es que, como dije, me acerqué al grupo equivocado. Desde un principio noté que algo andaba mal, porque apenas me vieron estas radicales provida, sin mediar provocación de mi parte, me agredieron con insultos transfóbicos a viva voz, desconociendo mi genero, humillándome públicamente, señalándome y llamándome: “¡Es un hombre!”.

Como saben, yo soy una mujer transexual (no soy ni transgénero, ni travesti). Pero el hecho de que para agredirme, hayan cambiado mi identidad legal, reconocida por el Estado, por la ciencia y por mi conciencia, acompañándola de frases irrepetibles es inaceptable, con el agravante que el ataque fue intencional y fue hecho en Miraflores donde hay una Ordenanza Municipal contra la discriminación por identidad de género. Cierto que no grabé la agresión porque no estaba preparada para nada así y menos en mi distrito. Estaba sola con mi celular, en la mochila; porque me dirigía a ensayar con mi banda.

Esto pasó sin mayor respuesta defensiva de mi parte, hasta que los impresentables matones que acompañaban a estas gritonas agresivas, me comenzaron a gritar a su vez: ¡Fuera de aquí, Satanás! Y a retarme a pelear con ellos. ¡Qué momento tan feo!

El hecho es que varias de estas ‘activistas’ se me abalanzaron. Pero como hace décadas que actúo ante masas (dado que soy una rockera con trayectoria reconocida), al identificar quién comandaba la turba, liderando el ataque hacia mi persona, le mandé un lapo sin asco (para “despeinarla”, a modo de advertencia).

La tipa era la que más me insultaba, desde una cómoda segunda fila, mientras una de las de adelante, una chata de negro con gorrita, me dio un pisotón, a la vez que otra del costado me dio un codazo disimulado en las costillas. Para que pareciera que yo era una energúmena agresora.
Era un cargamontón, ni más ni menos.

Ahora resulta que la más agresiva (de treinta y tantos años más o menos), resultó ser una conspicua abogada, dirigente de los temidos grupos fundamentalistas provida que veía en sus marchas por televisión y que tanto nos odian.

Sé que la sorprendí con esto y que me grabaron respondiendo, pero me pongo a pensar si todo esto había sido planeado, porque inmediatamente los hombres que allí estaban, cada cual con su celular en modo cámara, grabaron mi respuesta (nunca su agresión por lo bajo ni sus gritos por lo alto). “Es un hombre”, gritaban, me dijeron pecador, que me iba a condenar etc., a la vez que me miraban con odio y varias trataron de pegarme, mientras otras me insultaban (en voz baja), llamándome de manera irrepetible (si supieran que sus insultos homofóbicos no me afectan, porque soy una mujer a la que le gustan las mujeres desde siempre y los gays son hombres que gustan de otros hombres, así de simple). Además pasé por la CRS y el complicado tratamiento colateral desde hace mucho.*

Sin embargo, estaba allí sola, con mi mochila, en medio de una turba hostil y sin un modo de salir ilesa. En ese momento pensé en aplicar lo aprendido en defensa personal (fui campeona panamericana de Tai Chi – Wu Shu con el equipo femenino del Parque Reducto #2 de Miraflores hace unos años); pero era inútil, ante la abrumadora cantidad de macucas enardecidas y de cavernícolas hostiles que me cercaban cada vez más, temí no salir viva.
Todo, ante la impertérrita mirada de la tropa policial allí presente. Para mi suerte, el oficial que lideraba el destacamento de la Policía Nacional que acordonaba la zona, me defendió y felizmente pude salir indemne de ese entuerto.

Si esto no hubiera ocurrido cerca de mi casa en Miraflores, no lo estaría comentando, porque de seguro me hubieran matado.

Me preguntó el oficial, mientras yo estaba aún aturdida por lo acontecido, si la turba me había hecho daño físico. Le dije que no, gracias a Dios, y que tampoco presentaría cargos por discriminación contra est@s energúmen@s, ni contra su dirigente, porque eso es lo que buscaban est@s para generar odio hacia nosotras (desconociendo mi género como insulto), creando temor y zozobra entre la feligresía católica allí presente y en las redes, para luego ganar votos de las almas piadosas en los comicios electorales que se avecinan. De seguro harán viral este vídeo y buscarán prensa para seguirme agrediendo.

Lo evidente es que su obsesión es patológica. A ustedes les pregunto: ¿A qué país estamos llegando? ¿Esta es la Alemania nazi, la España de Franco, la Rusia de Putin o el Brasil de Bolsonaro? ¿Este es el ‘nuevo orden’ que quieren imponer a nuestro país estos retrógradas? No voten por los inicuos representantes de esta gentuza. Lo digo en serio. Bendiciones amig@s!

(*) Cirugía de Reasignación Sexual (afirmativa en mi caso porque nací siendo una mujer intersexual).

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