AMA QUNQASUNCHU SACHA SACHA SAQÑUNCHIKTA
Escribe: Floro Ortiz Contreras
Al departamento de Ayacucho, por sus características climáticas, se le considera dentro de la región sierra. Su territorio es atravesado por la cordillera oriental y occidental de los Andes peruanos. Sin embargo, Ayacucho tiene aproximadamente un 8% de su territorio cubierto de bosques de neblina que juegan un papel importante en la regulación de su clima e hidrología. También gracias a ellos es hábitat de una gran diversidad biológica, ya que forman parte de los hotspot de los Andes tropicales.
Estos bosques son el sustento directo de numerosas comunidades campesinas de la sierra y de la selva que forman parte del Valle del Río Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM). De manera indirecta estos bosques participan en el ciclo del agua, ya que su ubicación altitudinal entre los 2000 y 3000 metros coincide con la formación de nubes, recibiendo el nombre de “franja de condensación”. El ecosistema es muy particular porque está dominado por especies adaptadas a la alta humedad, árboles que resisten suelos ácidos y pobres, con abundancia de musgos, orquídeas y plantas epífitas que actúan como esponjas de agua reteniendo y liberándola gradualmente de forma que mantiene los niveles de aguas en los ríos muchos meses después de la estación lluviosa.
A pesar de los múltiples bienes y servicios que nos brindan, estos bosques vienen siendo fuertemente impactados por las actividades humanas. La principal causa del deterioro de estos bosques es la deforestación de bosques primarios, la tala, quema y roza para el cultivo ilegal de la hoja de coca, la cual se ha incremento durante el confinamiento por la Covid-19. Aunque no se cuenta con datos oficiales las visitas de campo muestras huellas de este grave problema.
Estos bosques a pesar de los impactos aún resisten, especialmente los bosques que se encuentran en los distritos de Anco, Chungui y Oronccoy. Estudios realizados desde el 2018 han registrado una riqueza biológica con un listado de 152 especies de orquídeas, 135 de aves, 7 anfibios, 2 reptiles, 30 mamíferos mayores, 11 mamíferos menores. De los registros se puede mencionar que hay especies nuevas, especialmente en orquídeas y anfibios, también especies protegidas por la legislación nacional y tratados internacionales. Destacan las especies endémicas como Oreobates ayacucho, Sturnira nana, Atlapetes melanopsis, Maxillaria haemathodes; especies emblemáticas como el oso de anteojos Tremarctos ornatus y el maquisapa Atelles chamek. La presencia de estos mamíferos grandes da indicios del buen estado de conservación de estos ecosistemas.
Existen iniciativas locales en plantear áreas de conservación, como en la comunidad de Moyabamba que tienen como acuerdo comunal, sellado en acta, la propuesta de un área de conservación. El Gobierno regional también, a través de una Ordenanza N°022-2012-GRA/CR, declara de interés regional la conservación de los bosques de neblina de los distritos de Anco y Sivia. En el 2019 se propuso la creación de la Reserva de la Biósfera Avireri VRAEM, donde además de los bosques de neblina de Ayacucho se incluyen los bosques de la región de Junín, Cusco y varias áreas protegidas aledañas. Sin embargo, hasta la fecha no se han concretado estas iniciativas. La buena noticia es que todavía estamos a tiempo de protegerlos.
La conservación, investigación y la gestión sostenible de nuestros recursos naturales debe ser una prioridad del actual gobierno, nacional, regional y principalmente local; y no solo en la agenda política, sino también en la agenda de investigación de la región, puesto que aún es un trabajo pendiente. Es clave crear y generar mecanismos que agilicen y promuevan las áreas protegidas, esto con el fin para garantizar la conservación de estos ecosistemas, su funcionalidad y con ello proteger también la diversidad cultural de prácticas y los saberes ancestrales. Un área protegida es también un espacio vivo para el aprendizaje y la investigación científica básica y puede ser el punto de partida para fomentar negocios sostenibles en torno a la conservación.
Actualmente, la pandemia de la Covid-19 y el aún presente cambio climático, nos ha dejado en evidencia la fragilidad de nuestra sociedad, por lo que la conservación de nuestros ecosistemas, su buena salud, su correcto funcionamiento son claves para asegurar un suministro de recursos naturales que será nuestra garantía para responder a los futuras cambios y ser una sociedad resiliente.
Floro Ortiz Contreras
Al departamento de Ayacucho por sus características climáticas se le considera dentro de la región sierra. Su territorio es atravesado por la cordillera oriental y occidental de los Andes Peruanos. Sin embargo, Ayacucho tiene aproximadamente un 8% de su territorio cubierto de bosques de neblina que juegan un papel importante en la regulación de su clima e hidrología. También gracias a ellos es hábitat de una gran diversidad biológica, ya que forman parte de los hotspot de los Andes tropicales (foto1).
Estos bosques son el sustento directo de numerosas comunidades campesinas de la sierra y de la selva que forman parte del Valle del Rio Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM). De manera indirecta estos bosques participan en el ciclo del agua, ya que su ubicación altitudinal entre los 2000 y 3000 metros coincide con la formación de nubes, recibiendo el nombre de “franja de condensación”. El ecosistema es muy particular porque está dominado por especies adaptadas a la alta humedad, árboles que resisten suelos ácidos y pobres, con abundancia de musgos, orquídeas y plantas epífitas que actúan como esponjas de agua reteniendo y liberándola gradualmente de forma que mantiene los niveles de aguas en los ríos muchos meses después de la estación lluviosa.
A pesar de los múltiples bienes y servicios que nos brindan, estos bosques vienen siendo fuertemente impactados por las actividades humanas. La principal causa del deterioro de estos bosques es la deforestación de bosques primarios, la tala, quema y roza para el cultivo ilegal de la hoja de coca, la cual se ha incremento durante el confinamiento por el COVID-19. Aunque no se cuenta con datos oficiales las visitas de campo muestras huellas de este grave problema (foto2).
Estos bosques a pesar de los impactos aún resisten; especialmente los bosques que se encuentran en los distritos de Anco, Chungui y Oronccoy. Estudios realizados desde el 2018 han registrado una riqueza biológica con un listado de 152 especies de orquídeas, 135 de aves, 7 anfibios, 2 reptiles, 30 mamíferos mayores, 11 mamíferos menores. De los registros se puede mencionar que hay especies nuevas, especialmente en orquídeas y anfibios, también especies protegidas por la legislación nacional y tratados internacionales. Destacan las especies endémicas como Oreobates ayacucho, Sturnira nana, Atlapetes melanopsis, Maxillaria haemathodes; especies emblemáticas como el Oso de Anteojos Tremarctos ornatus y el maquisapa Atelles chamek. La presencia de estos mamíferos grandes da indicios del buen estado de conservación de estos ecosistemas.
Existen iniciativas locales en plantear áreas de conservación, como en la comunidad de Moyabamba que tienen como acuerdo comunal, sellado en acta la propuesta de un área de conservación. El gobierno regional también a través de una Ordenanza N°022-2012-GRA/CR declara de interés regional la Conservación de los bosques de neblina de los distritos de Anco y Sivia. En el 2019 se propuso la creación de la Reserva de la Biósfera Avireri VRAEM donde además de los bosques de neblina de Ayacucho se incluye los bosques de la región de Junín, Cusco y varias áreas protegidas aledañas. Sin embargo, hasta la fecha no se han concretado estas iniciativas. La buena noticia es que todavía estamos a tiempo de protegerlos.
La conservación, investigación y la gestión sostenible de nuestros recursos naturales debe ser una prioridad del actual gobierno, nacional, regional y principalmente local; y no solo en la agenda política sino también en la agenda de investigación de la región puesto que aún es un trabajo pendiente. Es clave crear y generar mecanismos que agilicen y promuevan las áreas protegidas, esto con el fin para garantizar la conservación de estos ecosistemas, su funcionalidad y con ello proteger también la diversidad cultural de prácticas y los saberes ancestrales. Un área protegida es también un espacio vivo para el aprendizaje y la investigación científica básica y puede ser el punto de partida para fomentar negocios sostenibles en torno a la conservación.
Actualmente, la pandemia del COVID 19 y el aún presente cambio climático, nos ha dejado en evidencia la fragilidad de nuestra sociedad, por lo que la conservación de nuestros ecosistemas, su buena salud, su correcto funcionamiento son claves para asegurar un suministro de recursos naturales que será nuestra garantía para responder a los futuras cambios y ser una sociedad resiliente.
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Texto producido en el Taller latinoamericano “Periodismo ambiental y conciencia ecológica en torno al agua”, organizado por la Asociación de Comunicadores Sociales Calandria y la Cooperación Suiza en Perú y los Andes – COSUDE.