En noviembre de 2020, miles de peruanos y peruanas, en su gran mayoría jóvenes, conocidos luego como la Generación del Bicentenario, salieron a las calles a protestar en contra del golpe de Estado que había efectuado Manuel Merino y sus cómplices congresales, logrando la vacancia del entonces presidente Martín Vizcarra en medio de una crisis económica y sanitaria.
Las protestas fueron duramente reprimidas ocasionando la muerte de dos jóvenes, Inti Sotelo y Bryan Pintado, y más de una centena de heridos, que hasta la actualidad siguen sufriendo las secuelas de sus heridas, pero consiguieron que el gobierno de Merino fuera rápidamente destituido e ingresara un gobierno interino encabezado por Francisco Sagasti.
Manuel Merino fue repudiado por la ciudadanía entera y miles gritaban cada día ¡Merino no nos representa!, ¡Merino no es mi presidente!” y demás lemas en ese sentido. Algo que al Congreso actual no le ha importado para nada al develar, el 11 de junio, un retrato del excongresista golpista reconociéndolo como presidente (efímero) del Perú, pues su mandato duró lo que canta un gallo.
Esto se une al blindaje brindado por el congresista Alejandro Cavero, quien en su informe final, presentado el 1 de julio, le quitó toda responsabilidad política a Merino, Antero Flores-Aráoz (primer ministro) y Gastón Rodríguez (ministro del Interior) sobre los hechos ocurridos en las manifestaciones, en donde asesinaron a dos jóvenes e hirieron a cientos, por su ambición de poder.
El argumento fue el siguiente “Al no existir evidencia concluyente del uso de perdigones de plomo por parte de la Policía Nacional del Perú y corroborarse que esos elementos causaron la muerte de Inti Sotelo y Bryan Pintado, no podría imputarse a los señores Manuel Merino, Ántero Flores-Aráoz y Gastón Rodríguez la comisión impropia del delito de homicidio”, lo cual es mentira.