Las y los lingüistas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos se pronunciaron sobre la polémica originada por los contenidos sobre discriminación lingüística en el programa “Aprendo en casa” dirigido a las y los estudiantes de educación básica del Perú.
En el pronunciamiento hacen referencia a la desinformación vertida por personajes mediáticos, con fines políticos, sobre la realidad lingüística en el país, para negarla afirmando una serie de mentiras que solo perjudican a las poblaciones que ya son discriminadas por su manera de hablar.
Señalan también que no hay un español bueno, correcto o mejor: “toda expresión gramatical, mientras sea el reflejo del conocimiento lingüístico que cada ser humano tiene de su propia lengua, no es superior a otra: solo son diferentes“.
Pronunciamiento de lingüistas sanmarquinos
Al comentar parte del contenido lingüístico de una sesión del programa Aprendo en casa, varios personajes públicos han emitido un número de opiniones desinformadoras sobre la realidad lingüística peruana, la investigación lingüística y, de paso, sobre las lenguas en general. Ningún lingüista tomaría seriamente sus equívocos si no fuera porque en nuestro país se vive la discriminación lingüística todos los días y las opiniones de tales comunicadores, políticos, entre más, la refuerzan. Básicamente, se ha dicho que hay una variedad o manera correcta de hablar castellano, que la Real Academia Española es la entidad que prescribe cuál es esa variedad o manera correcta, y que los grupos de poder, a través de los medios de comunicación, no imponen su variedad lingüística a los demás.
Las respuestas a cada uno de estos equívocos están entrelazadas, pero se puede comenzar por la siguiente observación inobjetable de la investigación lingüística: los sonidos del habla humana se producen por medio de las diferentes posiciones que asumen los articuladores del aparato fonador humano (pulmones, laringe, lengua, etc.). De este modo, el sonido de “sh” y el de “s” son solo el resultado de dos distintas posiciones articulatorias y, por tanto, “sh” no tiene nada que lo haga mejor al sonido de “s”, sino solo distinto, y viceversa. Así también, toda expresión gramatical, mientras sea el reflejo del conocimiento lingüístico que cada ser humano tiene de su propia lengua, no es superior a otra: solo son diferentes. Objetivamente, entonces, no puede haber un español bueno, correcto o mejor, y esto aplica también a las relaciones entre las lenguas del mundo. Sostener lo contrario es tan absurdo como si, en el terreno geológico, alguien afirmara que la placa tectónica X es mejor placa tectónica que la placa tectónica Z. De ahí que ninguna entidad (la RAE, por ejemplo) o persona (ya sean escritores, personajes públicos o quien sea) podría poseer el derecho o la facultad natural para normar lingüísticamente, pues nadie posee de por sí “la lengua” ni “la escritura”. Afirmar que ciertas formas de hablar no son “español correcto” o no son admitidas por una “autoridad lingüística” solo busca fortalecer el prestigio social del grupo que se atribuye poseer dicho “español correcto” y discriminar a aquellos cuya variedad lingüística es diferente. Debe entenderse que la diversidad, en general, y las características lingüísticas del habla de cada grupo social son un valor inherentemente humano. El uso de muchas lenguas y sus variantes en nuestro país nos brinda la posibilidad de transmitir diversas perspectivas socioculturales y, además, el reto de construir la convivencia democrática deseable para la sociedad.
Pero ¿cómo se han difundido tanto todos estos mitos y falacias sobre las lenguas y sus usos, hasta el grado de que, en Perú, los hablantes de las variedades de español de la Costa central piensan que pueden mofarse de los hablantes de otras variedades lingüísticas del resto del país –lo que no quita que muchos de dichos costeños reciban burlas desde las variedades de las clases sociales más altas– y los hablantes de las muchas lenguas nativas deciden cambiar su lengua y la de sus descendientes por el español? Una respuesta: a través de los medios por los que se expresan, casi con exclusividad, los grupos que están en las posiciones de poder político o prestigio social. En la televisión peruana, por ejemplo, la programación que refiere o ficcionaliza nuestra sociedad está formada casi íntegramente por personas y personajes cuya variedad es el español limeño, mientras que los hablantes de las demás variedades, cuando son serios, están relegados a cuotas horarias específicas (los micronoticieros en quechua y aimara de TVPerú y los programas de folklor de los fines de semana) o aparecen solo como caricaturas encarnadas en personajes cómicos y marginales (Paisana Jacinta, Juélix, Monserrat, Oliverio). Lo mismo ocurre a través de las estructuras gubernamentales: hasta hace poco, solo se podía acceder a la justicia a través de la escritura en español, una práctica cuyo dominio requiere unas condiciones sociales específicas: tener secundaria completa en un colegio monolingüe en español o bilingüe en español-lengua nativa. El Perú es un país multilingüe y pluricultural.
Las lenguas amerindias, la lengua de señas peruana y el castellano presentan variaciones. Cada una de ellas es legítima y digna de respeto. En el caso del castellano en el Perú, este es mejor entendido como un conjunto de variedades que representan una lengua viva, dinámica y en constante cambio. No hay ninguna razón lingüística para discriminar a los diferentes castellanos del Perú, sino al contrario: todos los peruanos debemos aceptarlos y defenderlos por lo que son, es decir, parte de nuestra identidad y de lo que nos fortalece como país.
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Aquí el pronunciamiento publicado en la página del Vicerrectorado de Investigación y Posgrado de esta casa de estudios con la firma de diversxs lingüistas: Pronunciamiento de lingüistas sanmarquinos.