La candidata a la presidencia, Keiko Fujimori, anunció su estrategia de campaña de estos meses bajo el lema “Mano Dura” en una clara alusión a la política antiterrorista de su padre, el dictador ahora preso por crímenes de lesa humanidad, Alberto Fujimori, quien utilizó la mano dura para arremeter contra culpables e inocentes poniéndose en paralelo con los grupos terroristas y metiendo a todo el Perú en un baño de sangre, muerte, desaparición e injusticia.
Ahora Keiko Fujimori vuelve recargada, luego de librarse de la cárcel por lavado de activos, en donde estuvo algunos meses, para tentar la presidencia y seguir buscando impunidad. Esta vez su campaña apela a una forma de ser madre que ya está desfasada, una madre al estilo Natalia Málaga, que con una supuesta eficaz “mano dura” resultaba lesionando la autoestima de sus jugadoras a punta de gritos y autoritarismo.
Para la derecha no hay otra forma de mejorar como país que a través de la violencia y la represión, por si ellos fuera viviríamos en un Estado policial, en donde se pueden cometer todo tipo de injusticias por la fuerza de las armas, y pasando por encima de la ley, como ya es costumbre en el fujimorismo.
No nos engaña, la mano dura no está inspirada en las madres peruanas, como señala en su video publicitario, se basa en la oposición letal en el Congreso a los gobiernos de turno, en blindar a los corruptos y sus articulaciones políticas y judiciales, en impedir que mujeres y LGTBIQ+ tengan derechos, e incluso en matar de forma racializada, de esterilizar a mujeres pobres, de masacrar a campesinos. La historia del fujimorismo y su mano dura es larga, que no nos vengan con cuentos.