Hoy, 1 de mayo, es el Día del Trabajador y Trabajadora, y acá les dejamos dos testimonios de jóvenes activistas que antes fueron niñx trabajadores. Que este día nos sirva siempre para reflexionar sobre qué estamos haciendo por mejorar la vida de las personas que están en situaciones de mayor vulnerabilidad.
Tania Pariona, excongresista de la República
Antes de todo, un saludo y reconocimiento a todos/as por este día, y aunque no podamos salir a marchar físicamente para seguir exigiendo derechos laborales justos, no bajamos la guardia.
Yo empecé a trabajar desde los 10 años de edad vendiendo chupetes de hielo en la losa deportiva de mi barrio; con mi madre, en el puesto de abarrotes en el mercado de la Magdalena en Huamanga; con mi tía Alejandra, en la ferias de ropas, frutas; con mi hermana mayor, cuidando niños en el puericultorio. En fin, varios oficios.
No me arrepiento ni avergüenzo porque hoy puedo valorar lo que tengo y lo que pude aprender de esas mis experiencias. En mi familia, todos mis hermanos/as hemos tenido experiencia de trabajar en nuestra niñez y adolescencia, ahora todos somos profesionales, la mayor es profesora de ciencias naturales, y tenemos en casa desde dos ingenieros, contadores, abogada, psicóloga y yo soy Trabajadora Social. Mi madre no tuvo la oportunidad de concluir sus estudios de primaria, mi padre es docente jubilado de educación básica alternativa, ellos siempre quisieron lo mejor para sus hijos e hijas, y como un solo Ayllu (familia) salimos adelante ante toda adversidad y dificultad.
Fui parte del Movimiento Nacional de NATs desde los 14 años, en Ayacucho de la Red Ñuqanchik Maronijei Noshaninka desde los 11, un proceso que acompaña Chirapaq desde sus inicios. Crecí en la organización, me formé en ella, desde estos espacios tuve grandes y valiosas oportunidades y estoy convencida del poder de la organización como transformadora de vidas.
Si un niño/a trabajadora se organiza, crece en capacidades y conocimientos, no será sujeto de explotación ni maltrato, y el Estado está en el deber de garantizar los derechos a los niños/as, desde la educación, salud, y todas las oportunidades para que sea un ciudadano capaz de transformar su país.
Mi mayor reconocimiento a los NATs del Perú y el mundo, a los colaboradores que nos acompañaron, a mis hermanos y compañeros NATs de la promoción 2004.
SI a un trabajo digno, voluntario, valorado.
SI a la inversión en las infancias
NO a la explotación, al maltrato, ni al abandono del Estado a su niñez.
Jheinser Pacaya, activista del movimiento LGTBI
A los 8 años trabajaba como lustrador de zapatos en la plaza de Nanay, de Iquitos, a escondidas de mi mamá. Ella trabajaba en una fábrica de gaseosas de 7am a 8pm, yo ni siquiera la veía para ir al colegio, me las tenía que arreglar solo, ella era madre soltera de cuatro hijos, y mi padre se había ido con otra mujer cuando yo tenía 5 años. Ella nunca me obligó a hacer lo que hacía, pero los 5 soles que me dejaba al día para comer no me alcanzaba. No la culpo, le pagaban menos de 300 soles al mes por entregarle su vida y sus fuerzas a una fábrica que la malpagaba, y tenía cuatro hijos hambrientos que mantener. Yo quería apoyarla, y lustrar junto a mis demás amigos me hacía feliz.
Pero un día me descubrió, la familia de mi padre me vio y la acusaron de obligarme a trabajar. Ese día me pegó, imagino que con dolor y frustración, porque yo estaba haciendo cosas a escondidas, porque la familia conchuda del que me abandonó vino a reclamarle y porque no se daba abasto, la pobreza nos consumía, no me imagino que es ver a los ojos a cuatro niños con hambre y no poder hacer nada. Cuánta impotencia habrá sentido ella en esos años.
Yo dejé de trabajar, pero pienso en los miles, millones, de niñxs que tienen que hacerlo, a escondidas o sabiendo sus padres, porque no hay alternativa, porque el gobierno no nos saca de la pobreza ni nos protege del desempleo, ni nos da oportunidades. Ser niñx trabajador es un derecho, pero ningún niñx debería dejar de ser niñx por un sistema injusto que condena sobre todo a las mujeres, a las madres, a encadenarse a la pobreza. El Estado tiene que protegerlas a ellas y a sus hijxs, sobre todo cuando son menores de edad.
Yo fui un niñx trabajador y esa experiencia me sirvió para entenderla a ella, y para poder ponerme en el lugar de muchxs niñxs que en este momento estarán pensando en dejar el colegio para empezar a trabajar porque sus padres ya no pueden más.