Al igual que el genocida alemán, Adolf Hitler, quien escribió desde la cárcel el mamarracho al que tituló «Mein Kampf» («Mi lucha»), el dictador, asesino y corrupto Alberto Fujimori publicó a inicios de este año el bodrio «La palabra del Chino. El intruso», el mismo que se presentó ayer en la Feria Internacional del Libro de Lima.
Si este texto no desentraña todos sus crímenes y cómplices y más bien sirve para victimizarse y ensalzar sus acciones, entonces cabría hablar del delito de apología al terrorismo. Ojalá las autoridades tomen el caso de oficio, pues si el otro criminal, Abimael Guzmán, hubiese editado un libro de esta naturaleza, la prensa y las instituciones nacionales se hubieran horrorizado y pedido la pena de muerte para los editores y la Cámara Peruana del Libro, que aceptó presentarlo en su feria.
Este adefesio «escrito» por Fujimori solo vale para entender las motivaciones de su insania: una infancia desprovista de afectos, una juventud miserable y una adultez mesiánica, como comenta Vladimir Molina, quien analizó el libro.
Sueño con un país con peruanas y peruanos que hayan desterrado el fujimorismo de todos los poderes del Estado y en todas sus variantes (y a sus socios), cuyas instituciones traten a esta organización criminal como realmente es: un grupo terrorista que asesinó, desapareció, violó y esterilizó mujeres con la venia y por encargo de sus demenciales cabecillas (y que robó ingentes cantidades de dinero y destruyó los partidos políticos y la cohesión social); y que podamos sentir tanto repudio por el fujimorismo como por Sendero Luminoso.
Únicamente así daremos una señal de que avanzamos como ciudadanía en cuanto al respeto de los derechos humanos y el acceso a la justicia de las víctimas y la reparación de sus deudos, como también respecto a los valores democráticos y de lucha contra el racismo, la violencia de género y a favor del medio ambiente y la comunidad LGTBIQ+.
Otrosí: todo lo que se recaude por la venta de esto ejemplares debería ser embargado para amortiguar con unos miles de soles los más de 50 millones que le debe al Perú por reparación civil.