Mano Alzada
Cultura

Perú, país de racistas

La recién salidita encuesta de IPSOS nos abofetea como europeo medieval retando a duelo y nos retira esa máscara de soldador que tenemos en la cara para recordarnos que el 53% de los peruanos son racistas. Lo peor es que lo negamos.

La multiculturalidad que existe en nuestro país es tan notoria como el intento de mantenerla en secreto. Ni yendo al Estadio Nacional —donde la gente ya está separada según cuánto pagó al ingreso— ni en nuestro tan resguardado Congreso. Para comprobar nuestra ‘raza’ solo basta con subir, por ejemplo, a un bus del Metropolitano para encontrarnos cara a cara con casi todas las sangres. Entonces ¿por qué somos racistas los peruanos?

El periodista Eloy Jáuregui plantea que hay racismo en el Perú porque no existe una respuesta contra eso. “Está ahí (el racismo) porque no se ha combatido de raíz… Para evitarlo, creo que es necesario un trabajo del gobierno, de la escuela y de la familia”, me dijo en una entrevista hace unos años.

El 22 de marzo tuve que leer varios tuits con reiterados ‘gritos de victoria’ luego de la renuncia de Kuczynski a la presidencia; el acontecimiento era un acto de reivindicación para todos ellos: un Mamani había tumbado al gringo.

Muy subliminalmente, expresiones como esas arrastran el concepto de ‘gamonal’ hasta nuestros días. A Guillermo Nugent, en su libro El laberinto de la choledad, le sorprende el actual velo de silencio que cubre al término. “En ciencias sociales, cuando alguien o un grupo está en una situación en que un personaje se porta con prepotencia…la expresión de rigor es ¿qué le pasa a este, cree que está en su chacra?”, describe. Además, la palabra ‘chacra’ hace algunos años era usada para indicar que algo estaba hecho de mala manera, rústico, descuidado.

Nugent remarca que ‘chacra’ ahora tiene un nuevo significado para referirse al espacio de abuso, del pasar por encima de los acuerdos y las reglas; el estilo gamonal justamente.

Uno de los principales problemas por solucionar sería exactamente esa normalización del racismo en la sociedad. Es lamentable que —según la encuesta— los hospitales y comisarias sean los lugares donde ocurren más casos de discriminación; con una negativa de atención, bromas o ya propiamente con insultos. Los motivos más comunes de estos casos se dan por el nivel de ingresos, por la forma de hablar y por la vestimenta.

Es como una película de terror saber que uno de cada cuatro peruanos es exigente con el Estado respecto a sus políticas interculturales. Y eso sucede —no porque estemos callados a voluntad— porque el concepto de diversidad cultural se nos vuelve física cuántica y solo un 50% tiene alguna idea de qué significa.

“(El racimo y la discriminación) No es un asunto gratuito en un mundo donde las políticas de desarrollo se basan precisamente en los mitos, prejuicios y valores que este estudio muestra. El Estado es y ha sido el gran motor de nuestro racismo estructural. Cuesta verlo. Cuando le preguntan al peruano quién es racista dentro de su mundo, resulta que el racista casi siempre es el otro. Es el germen de la negación. Si uno no puede asumir su propio racismo, ¿cómo hacemos para empezar a curarnos? Si el Estado no comienza a identificar el racismo en sus políticas, ¿cómo vamos a dejar de ser un país racista?”, publicó el escritor Marco Avilés en sus redes sociales.

De la encuesta “Percepciones sobre diversidad cultural y discriminación étnico-racial” pude resaltar algo que está vinculado muy estrechamente a las ‘razones’ que encontramos para discriminar racialmente: el principal componente es el color de la piel y segundo la desigualdad. La población indígena y afroperuana es la más pobre del país.

Julio Hevia, psicoanalista y sociólogo, sostiene que el fondo del racismo es aquel que tiene la necesidad de ratificar una brecha: social, económica y remarca una diferenciación por la pigmentación de la piel. “Es un problema transversal, el racismo está en nuestra sangre”, dijo en una entrevista.

De las conclusiones que brinda la encuesta, es anecdótico darse cuenta que las expresiones de diversidad más conocidas tienen que ver con fiestas y comida. Por eso, tal vez, nos reconocemos como un pueblo alegre —a pesar de— y que nuestro pecho se hincha al hablar de nuestra variada y exquisita comida, aun sabiendo que hubo 396 mil niños con desnutrición en el 2017.

A propósito, el ministro de Cultura, Alejandro Neyra, resumió su punto de vista sobre estos resultados: “Todos los días vemos casos de discriminación, son situaciones que si no se enfrentan no nos van a permitir desarrollarnos como país. Por eso, es importante tener estos indicadores, no basta con creer o saber si hay racismo en el Perú. Sin líneas de base, que son fundamentales para el sector Cultura, no podemos desarrollar políticas públicas que son necesarias para resolver estos desafíos”.

Un dato para resaltar es que el cuestionario fue hecho en cuatro idiomas: español, quechua chanka, quechua cusco y aimara, tuvo una duración de 45 minutos y fue aplicado en tablets, lo que permitió la grabación del audio y la posición (por GPS) en las que fueron efectuadas.

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