Mano Alzada
Feminismos, Opinión

<strong>Antiguas y nuevas formas de eliminación social</strong>

Concluimos la tercera semana de este impresionante diplomado creado por María Galindo y Mujeres Creando, y que se desarrolla en La Paz, Bolivia. Esta vez tuvimos a tres profesoras que nos dejaron muchas enseñanzas.

La primera fue Violeta Ayala, la única cineasta boliviana que pertenece a la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de EEUU. Imaginen eso, vota en el Oscar. Su primer documental, Stolen, contaba la espantosa situación de esclavitud que se vivía en un refugio sarahui en Argelia (https://www.youtube.com/watch?v=k_iwszYrx3I); su segundo documental, El caso boliviano, se introduce en la vida de tres mujeres noruegas condenadas por tráfico de drogas en Bolivia, pero sobre todo en la forma en que los medios de comunicación y los operadores de justicia de ambos países hacen todo menos ser neutrales y objetivos (https://www.youtube.com/watch?v=ldwM_eYDLnk); su tercer documental, Cocaine Prison (Los burritos), filmado en paralelo con el anterior, es un seguimiento de cinco años a condenados por narcotráfico en una prisión de Cochabamba que  ‘denuncia el desproporcionado castigo que se inflige a los pequeños contrabandistas, mientras sus capos eluden tranquilamente la justicia’ (https://www.youtube.com/watch?v=WgZJWuFgMew); y su cuarto documental, La Pelea, retrata la lucha de las personas con discapacidad de Bolivia que emprendieron una larga marcha desde Cochabamba hasta La Paz, en 2016, para exigirle al gobierno de Evo Morales un bono mensual para poder subsistir, sufriendo una violenta represión policial, cárcel, diversos maltratos e incluso la muerte, y teniendo que regresar a sus lugares de origen con las manos vacías (aquí pueden ver un extracto de la forma brutal en la que fueron tratados: https://www.youtube.com/watch?v=j5W3h1ybw9k). Como bonita anécdota, entre las diplomantes tenemos a la mujer que lideró esta marcha, Feliza Alí.

Cuando anunciaron que ella iba a estar de profesora en el diplomado quedé en shock, cuando nos dijeron el nombre de su curso: “Futurismo, inteligencia artificial, realidad virtual y nuevas formas de eliminación social”, casi me desmayo, era como estar en el Berlinale Talents y el MIT a la vez y sin pagar un peso. Una oportunidad única y yo diría que casi imposible (solo casi) para las 80 mujeres/trans que la escuchábamos en sus clases. Y además de todos los programas que fuimos viendo en el transcurso, me quedo con el feminismo de su trabajo.

Violeta nos dio aviso, como quien viene del futuro, de que prácticamente toda la tecnología está siendo realizada por hombres (blancos ricos heteros), y que eso debería darnos mucho miedo, y que es una responsabilidad de nosotras introducirnos en las nuevas teconologías para diseñar nuestros propios programas, nuestras propias redes, nuestro propio metaverso (en este caso Violeta ha creado su Cholaverso). Otras formas de comunicación se están gestando y se está dejando a las mujeres atrás, en el afán geopolítico de seguir controlando nuestros cuerpos y nuestras vidas, de que sigamos siendo mano de obra reproductora de mano de obra (barata). Violeta, cineasta futurista, nos habló del presente, nos invitó a conocer-nos, a descolonizar también la tecnología, a deselitizar la producción 3D, a hacer escuelas tecnológicas para niñas, a prepararnos para una guerra que está a la vuelta de la esquina y que lo primero que aniquilará es aquello que no le sirve, y si parece que no tenemos los recursos para hacerlo, hay que inventárnoslos, ese es nuestro desafío como activistas. Y como era de esperarse, la tecnología nos mantendrá en contacto, pues desde hace unas semanas compartimos un hermoso tecnogrupo.

Por su parte, para hablar del gran tema de las violencias, estuvieron Danu Gontijo y Rita Segato. Danu es abogada, doctora en Bioética y cantautora; además de alumna e integrante del equipo de investigación de Rita. Rita, como bien saben, es toda una eminencia en el tema.

Danu, en su curso titulado “Caminos de reexistencia: deshacer la viralización de la violencia, viralizar antidotos”, nos habló del efecto mimético de la violencia y de cuestionar su espectacularización, de estar siempre atentas al discurso que intenta normalizar o idealizar una situación que debería generarnos espanto, y que, por lo mismo que está en el orden de lo público, debe ser tratado con ética, con respeto, con humanidad. Campañas y propagandas están para hacernos creer que deseamos algo de forma natural, cuando es totalmente producido. Todas las instituciones nos dicen cómo debemos ser y es difícil escapar de ello, las instituciones son fábricas de subjetividades. Aprendemos todo a través de la mímesis, aprendemos el género e incluso, o sobre todo, a desear.

La violencia se viraliza y tenemos que aprender a frenarla; por un lado, está la pedagogía: si hay una pedagogía de la violencia, también es posible una pedagogía de la reexistencia, aprender a gestionar las emociones en las escuelas, empezar desde pequeños; por otro lado, está la viralización de otros modos de ser hombre, crear valor en ello, para que esta forma nueva de ser sea deseable para ellos. Pero me gustó más cuando habló de su experiencia vital como lesbiana, de cómo el deseo puede ser reconfigurado y cómo es necesario que se haga. Interpelar el deseo también es interpelar el efecto mimético, para que el deseo cambie, reexista, es necesario huir del espejo, lo que significa apostar a la disidencia, a la fuga, a lo esquivo. Podemos gestionar esa economía del deseo y dejar de retroalimentar del orden político patriarcal capitalista colonial moderno empresarial.

Rita expuso, en modo de conversación, una teoría que ha pensado casi 30 años, que tiene un núcleo duro, pero que, al contarlo de esa forma, tenía más posibilidades de ser comprendido por la mayoría de nosotras. Nos dijo que el patriarcado es una pedagogía, que género y violencia son sinónimos, nos explicó cómo se emascula un hombre, nos habló del patriarcado de baja intensidad, del mandato de masculinidad, de la violencia sexual como asesinato moral, del sujeto moralizador que es el violador, de la ética insatisfecha y de muchísimos conceptos más, pero, para resumir, comentaré dos conceptos claves que formula: el de corporación y el de exacción.

Lo que antes había llamado la fratria (hermandad) masculina ahora lo llama corporación, por dos características principales: la jerarquía, los hombres compiten todo el tiempo, pero uno gana, y cuando este gana, todos los demás bajan la cabeza y ya no se discute su superioridad; y la lealtad, un hombre va a ser siempre leal a otro hombre, no existe alguien más importante para un hombre que otro hombre, es la mirada que lo constituye como ser humano.

La exacción es lo que el violador busca al agredir sexualmente a una mujer, quiere extraer un tributo de ella para constituirse como hombre, construye y alimenta así su superioridad moral, su masculinidad y su virilidad, porque va a dialogar de esa forma con los suyos, los ojos de sus pares, la fratria, la hermandad, la cofradía, el club masculino, que lo mira. La mayor parte de las agresiones sexuales son hechas en grupo, con una urgencia muy grande por titularse de macho frente a otros miembros de su pandilla. Si no se entiende eso, no deshacemos esa estructura, necesitamos desmontarla, decirle a este sujeto: “Entraste en un mal negocio, tienes que pagar por ganarte esta mirada y esta construcción de tu estatus frente a los ojos de los otros, es muy poco en cambio lo que estás ganando”.

Y también nos habló de la raza, de los pueblos indígenas, de la colonialidad del poder, de Aníbal Quijano, a quien casi ninguna profesora ha dejado de mencionar y a quien todas aprecian mucho. De la ética y de la forma en que hacemos política las mujeres, que me recordó mucho cómo ha sido el trabajo de la biblioteca comunitaria hasta ahora, sobre la base de la necesidad, de la colectividad, del contacto directo, de la escucha y del trabajo colectivo. Nos comentó de su etapa de antropóloga feliz, cuando trabajó con un pueblo indígena en donde vio que el lesbianismo era lo normal, y luego su etapa de antropología infeliz, toda la parte dedicada a estudiar la violencia sexual en cárceles.

Y siempre me sorprenderá la paz de las mujeres especialistas en violencia. Vimos a Danu cantar y tocar la guitarra, y a Rita tocar el bombo, bailar y compartir con todas, comprobando lo que nos dijo en una de sus clases: “Las mujeres somos más felices”. Nuestro proyecto histórico es un mundo más benigno para más gente. Un mundo donde la vida sea cuidada, garantizada, donde la gente asuma su modo de vivir sin decirle a otros pueblos cómo es la felicidad. Un mundo plural. Ese mundo tenemos que seguir construyéndolo a como dé lugar.

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