Mano Alzada
Feminismos, Opinión

Delivery con acoso

La denuncia realizada por Mabel Huertas, como todo caso de violencia naturalizada, ha traído consigo innumerables críticas por parte de personas que no entienden qué es el consentimiento y muestran resistencia a aceptar la configuración de acoso. La han revictimizado y la han maltratado como suelen hacerlo con toda mujer valiente que denuncia la violencia y alza la voz en espacios públicos.

Para algunas personas que intentan sustentar sus prejuicios machistas en fuentes “objetivas” y con ello destilar su violencia, el hecho de no existir insistencia por parte del sujeto haría que la denuncia sea deslegitimada y que no se trataría de acoso, pues creen que la víctima debe vivir una tortura permanente por quien sabe cuánto tiempo para que recién pueda validarse su fastidio e incomodidad ante una conducta invasiva que no pidió y no quiere. Si bien se trataría solo de criterio común y empatía para entender que la denuncia de Mabel es totalmente válida, vamos a remitirnos a la norma para ver si así les queda más clara la situación.

Mediante el Decreto Legislativo N° 1410, se incluyó en la legislación penal de nuestro país el delito de acoso sexual, el cual se encuentra tipificado de la siguiente manera:

Artículo 176-B.- Acoso sexual

El que, de cualquier forma, vigila, persigue, hostiga, asedia o busca establecer contacto o cercanía con una persona, sin el consentimiento de esta, para llevar a cabo actos de connotación sexual, será reprimido con pena privativa de la libertad no menor de tres ni mayor de cinco años e inhabilitación, según corresponda (…)

Lo resaltado en negrita es precisamente la conducta en la cual encaja el comportamiento del trabajador de Promart que, en el contexto de la entrega de un producto en donde la clienta espera lo solicitado y nada más, tuvo la osadía de escribirle el siguiente mensaje: “señorita déjeme decirle que tiene unos ojos hermosos y discúlpeme el abuso”. Al respecto, no hay lugar a dudas para confirmar que este mensaje configura acoso, no se necesita que exista reiteración del hecho conforme se lee en la norma para que la conducta penal se haga evidente, puesto que ese intento de acercamiento mediante el uso indebido de la comunicación de mensajes virtuales se realizó sin consentimiento y con un claro interés sexual.

Sinceramente, resulta penoso que aún sea necesaria la explicación y aclaración para que las personas entiendan que esto es acoso y que se comprenda que es una de las experiencias de vida nefastas que forman parte de la cotidianidad de las mujeres desde que somos niñas o adolescentes, y es tanta la naturalización de esta forma de violencia que incluso ni en un contexto de aislamiento social, deja de ser parte de nuestras realidades.

Ahora bien, hay un aspecto que considero importante y me gustaría compartir de la denuncia social hecha por Mabel Huertas, y es que ella menciona: “no habré sido la única”, y, en efecto, su caso pone en el tapete del debate y el análisis social algo que hemos venido experimentando muchas mujeres, en tanto las conductas machistas se han ido adecuando a esta nueva forma de convivencia social.

Bien sabemos que el machismo está enquistado en nuestra sociedad y es un mal tan letal como el Covid-19  y que, como todo comportamiento cultural, muta de acuerdo con las nuevas condiciones de vida, y en este caso, las agresiones machistas han tenido distintos desempeños que merecen toda nuestra atención, a fin de continuar en esta lucha intensa de cuidados y enfrentamientos con los agresores de mujeres.

Los datos personales que incluyen tu teléfono personal y la dirección de tu domicilio son información valiosa y muy privada que siempre se cuida y que no se suele difundir a personas que no se conocen; sin embargo, esta nueva forma de transacciones comerciales por la crisis, que incluye el delivery, hace que un desconocido sepa tu número de teléfono y conozca el lugar donde vives, lo que para un sujeto machista es un insumo sumamente útil para ir al acecho de la víctima.

En el caso de Promart o empresas más grandes que tienen un centro de atención a los clientes, los reclamos y las acciones para mitigar el acoso u otras formas de violencia machista pueden ser más viables, pero ha de tenerse en cuenta que los comercios en estos momentos tienen en su gran mayoría pequeños emprendimientos que a las justas sobreviven y no han pensado en la implementación de estas políticas contra la violencia, en tanto no solo no es un tema “prioritario” o “importante” para estos, sino que ni siquiera han sido mapeados, pues el acoso es un acto naturalizado y sumamente irrelevante en una sociedad patriarcal como la nuestra.

Mucho nos hemos preocupado de los protocolos de seguridad respecto a la desinfección y demás medidas de higiene, pero nada se ha hablado de cómo hacer para que el machismo no tenga espacios habilitantes para meterse en la nueva forma de vida de las peruanas. Y si bien se ha visibilizado la violencia familiar como una de las situaciones críticas del machismo, no se ha hablado casi nada de las otras formas de violencia que la sociedad viene presentando.

El acoso es una de las formas usuales en cómo el machismo viene operando y el otorgamiento de datos personales que son necesarios para el proceso de compra-venta pone en riesgo a miles de mujeres que se colocan en una condición de mayor vulnerabilidad, ya sea por un acto de acoso de ese momento o una agresión mayor como tocamientos indebidos o una violación sexual, como también por el riesgo de que su información sea comercializada o socializada en redes de sujetos nefastos que se organizan para dañar a las mujeres.

Las conductas de mercado de las personas permiten saber mucho de su vida y esto es muy peligroso para las mujeres, pues se puede identificar con quienes vive, su estilo de vida, además de ver las condiciones de seguridad de la vivienda e investigar más sobre su información personal al haber obtenido incluso el nombre completo si es que se optó por una transacción financiera virtual que permite también dar dicha información. Por lo que hablar de este tema no es poca cosa, por decirlo en términos coloquiales.

Sobre el acoso hay bastante hipocresía para su justificación, se le mal denomina “piropo” o “halagos”, pero nada de esto es cierto cuando el consentimiento no está presente. Asimismo, la hipocresía que le hace la sintonía al machismo cuestiona sobre cuándo se otorga o no el consentimiento. Sobre esto, no queda más que decir, pues los hombres saben perfectamente cuando están generando incomodidad, miedo o molestia y cuando existe una aceptación y por ende consentimiento, tal es así que para el caso de Mabel Huertas, el sujeto termina el mensaje con “discúlpeme el abuso”, mostrando bajo una falsa preocupación de no incomodar que es consciente de que su conducta era como mínimo inoportuna.

El consentimiento, aunque se nieguen a aceptarlo desde sus acostumbradas mentes acosadoras, es claro y no se muestra solo bajo un documento formal por escrito, sino con distintas expresiones verbales como corporales. Los hombres son totalmente conscientes cuando están incomodando y fastidiando a las mujeres, pero resulta que esto precisamente es lo que les gusta, porque de esto se trata el machismo, de gestar conductas impositivas sobre las mujeres que les permita disfrutar el poder sobre nosotras. Esa sensación de dominio y de manejo del poder es algo que el machista disfruta y, por ende, la incomodidad, el miedo, el fastidio, la falta de reacción oportuna ante un hecho de acoso, por ejemplo, les resulta fascinante, pues ya se demostraron a sí mismo que son “machos alfa bacanes”. En muchos casos, tal vez la mujer a la que acosan ni les gusta, pero necesitan reafirmar su virilidad bajo las reglas de juego que aprendieron en esta sociedad patriarcal.

La denuncia de Mabel Huertas, como las que realizan las miles de mujeres valientes que rompen el silencio y cargan con los pasivos de la sociedad inquisitiva, es de mayor relevancia porque al ser un personaje conocido permite que en la opinión pública se hable abiertamente de este tema que aún no se había tratado como corresponde. Asimismo, demuestra una vez más que las denuncias tienen un valor grandísimo que aspira no solo a la búsqueda de justicia de la propia víctima, sino que viene cargado con un mensaje potente de mujeres resilientes que le van dejando en claro al machismo que ya no vamos a callar y que de manera conjunta le estamos haciendo el frente para cambiar las estructuras de esta sociedad.

La violencia machista no ha entrado en cuarentena y el acoso sexual ha encontrado herramientas alternativas para seguir operando. El otorgamiento de información en un proceso de compra se hace única y exclusivamente con la finalidad de hacer efectiva la operación, y claro está que las muestras de cordialidad y amabilidad son sumamente valiosas y si en medio de la actividad, como en cualquier otra que se desarrollaba de manera física, sientes que hay atracción de algún modo, pues asegúrate de obtener el consentimiento. Muchas veces el no explícito no es fácil de decir, pero si sientes que incomodas, fastidias, asustas, si te das cuenta de que es inapropiado, entonces estás acosando y debes detenerte inmediatamente. De igual modo convocar a las mujeres a que identifiquen el acto, que sepan que es violencia si algo no las hizo sentir bien, pues no tienen por qué aceptarlo, enunciar al acoso tal y como corresponde no es una exageración y denunciarlo tampoco, es un acto de justicia con nosotras mismas para construir una sociedad en donde los hombres dejen de sentir que a las mujeres pueden tratarlas como les da la gana.

El acoso es violencia. El acoso es delito. No lo olviden.  

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