Mano Alzada
Cultura, Feminismos

Director del Teatro de Cámara es acusado de tocamientos indebidos

La página Me too Perú compartió el testimonio de una exalumna del director del centro cultural “Teatro de Cámara”, Rafael Sánchez Mena, a quien acusa de tocamientos indebidos cuando impartía sus clases de teatro.

Según la joven, Sánchez Mena en plena clase, ordenó apagar las luces y hacer ejercicios de respiración, en esos momentos aprovechó para tocar a las adolescentes que estudiaban con él por debajo del abdomen. También tenía conocimiento de otros casos de acoso a adolescentes que participaban en los talleres que brindaba el director de este centro cultural. Solo cuando se le avisó a una profesora invitada es que cesó en el acoso a una menor. Pero la acusación señala que el director lleva 25 años realizando este talleres, y que incluso ha recibido un premio del Ministerio de Cultura.

Acá les dejamos el testimonio completo:

“De adolescente tuve curiosidad por el teatro y -un par de años más tarde- alguien me dio un empujoncito mostrándome este lugar llamado Centro Cultural Teatro de Cámara donde tenían talleres para diferentes edades. Haciendo búsqueda en Internet ahora, me doy cuenta que sigue funcionando ofreciendo aún sus servicios a niños, jóvenes y adultos.

En ese primer taller, éramos un grupo de chiquillos de entre 14 y 21 años —más o menos— y nuestras clases fueron con el director del centro cultural, el actor Rafael Sánchez Mena.

En uno de los primeros días, tuvimos ejercicios de respiración. Estábamos parados en un círculo amplio y nos dijo que nos echáramos en el piso y cerráramos los ojos para concentrarnos. Rafael, quien quería que lo tuteáramos, apagó las luces del salón y todo quedó muy oscuro, cual apagón. Seguimos las instrucciones y escuché que él le hablaba a uno de nosotros sobre cómo respirar. Abrí los ojos un par de segundos y noté su sombra/silueta agachada cerca de uno de mis compañeros(as) mientras lo/la guiaba. Tal vez supervisaría a uno por uno para lograr respirar como él indicaba (¿?). Traté de concentrarme y, pasados un par de minutos, él se arrodilló a mi lado y puso su mano a la altura de mi ombligo por debajo de mi camiseta sintiendo como yo respiraba y luego gradualmente fue bajando su mano por debajo del elástico de mi pantalón de buzo hasta toparse con el borde de la licra ajustada que llevaba debajo del pantalón holgado, mientras me decía que respirara con la parte más baja de mi abdomen. Se sentía como si estuviese ejerciendo algo de presión para deslizar su mano por debajo de la licra, pero esta —al ser tan ajustada— hacía difícil el paso a menos que aplicara más fuerza. Mientras tanto yo estaba como congelada… una parte de mí pensaba que él tenía esas intenciones, y la otra pensaba que no podía ser ya que estábamos todos allí. Además, él seguía dando sus instrucciones como si nada pasara. Salí con una sensación de incomodidad y extrañeza ese día. Como él no llegó a más con su mano y nos seguía hablando luego de lo más normal a todos, quise pensar que nada pasó.

Cuando terminamos el taller, ya me había hecho amiga con una de las de grupo a quien llamaré Rosa María. Nos veíamos de cuando en cuando y, pasado como año y medio —tal vez dos—, le conté a ella esta situación rara que tuve cuando tuvimos los ejercicios de respiración. Su respuesta fue: “¡¡¡¿Qué?!!! ¡¡¡¿A ti también?!!!”. Aprendí desde entonces que basta con que te sientas incómoda para hacer sonar las alarmas, y que el poder de negación puede ser muy grande.

Rosa María me contó que ese día de los ejercicios de respiración hubo tocamientos invasivos por parte del director a otros del grupo, pero ella no ahondó más. Ella también me dijo que el director lo hacía especialmente con otra compañera y en varias ocasiones. Ella contó que él se metía seguido donde esta otra compañera se estaba vistiendo. Si recuerdo bien, esta compañera aún era una menor. También lo era Rosa María, quien todavía estaba en el colegio.

Yo no noté la situación con la compañera en ese tiempo, pues al terminar los ensayos me iba directo al baño y me cambiaba de ropa allí. Ya había aprendido los primeros días que Rafael tenía costumbre de aparecerse en las zonas donde nos cambiábamos la ropa, así que aprendí a cambiarme cual rayo y despedirme. Siempre fui casi la primera en irme. No pasó por mi cabeza que él podría estar fastidiando a alguna otra del grupo. Pensaba que yo era la única que se sentía incómoda, ya que mis compañeras siempre se veían alegres y de buen humor. No sabía que ocultaban su incomodidad como yo.

Ese día con Rosa María también me enteré que los tocamientos a la otra compañera solo dejaron de suceder porque ella le confió esta situación a una actriz que venía como maestra invitada a darnos clases en el taller ocasionalmente. La actriz lo encaró y ese fue el fin de los acercamientos de este tipo con esta compañera. Recuerdo que cerca del final ya casi no teníamos clases con Rafael, sino sólo con ella. Creo que ella no nos quiso dejar con él y por eso se terminó quedando con nuestro grupo hasta el final. Sé que después de eso la actriz no quiso tener ninguna colaboración más con Rafael, pues llegué a conversar con ella sobre esto después de muchos años y confirmó lo que cuento aquí de la compañera.

Ahora que veo que el lugar sigue funcionando y él sigue siendo el director después de tantos años. Me pregunto con cuántas adolescentes habrán sucedido estos tocamientos invasivos, o si estos llevaron a peores situaciones. Si solo en mi grupo sucedió esto, ¿a cuántas pudo haber incomodado si el centro cultural lleva más de 25 años? Agradecería que este testimonio se comparta con cualquier persona que haya estado en el centro cultural y/o conocido a Rafael, aunque sea por mensaje privado, tal vez otras se animen a dar su testimonio también”.

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