Mano Alzada
Feminismos, Opinión

Modelos de masculinidad en la vida cotidiana

¿Cuál es el modelo de mi masculinidad? Es una interrogante justa y obligatoria que es clave en este momento en mi vida, poque voy a cumplir la media centena de edad. Por tal motivo, primero debo hacer un ejercicio de memoria familiar, que es la célula básica y contradictoria de la sociedad.

Desde los primeros años de mi vida tuve como modelo de masculinidad a mi padre, mis abuelos y mi padrino. Lo común de ellos fue la figura del proveedor con trabajo remunerado para llevar la comida al hogar. Este modelo masculino tuvo sentido, porque mi madre, abuelas y madrina asumieron el modelo de feminidad relacionado con el rol de cuidado y cocinaban todos los días. La división sexual del trabajo me pareció natural, porque lo veía hasta en los dibujos animados, como por ejemplo “Los Picapiedra” conformado por los hombres proveedores (Pedro y Pablo) y las madres cuidadoras (Vilma y Betty) desde los tiempos de las cavernas.

En relación con mi querido padre, fue quien articuló la imagen de proveedor con el modelo de masculinidad militar. Él fue Capitán de Infantería del Ejército Peruano y se especializó en manejar tanques. Eso causó que me gustara jugar con tanques, cascos y metralletas de juguetes imitando guerras con otros niños. Recuerdo que mi padre me llevó al Fuerte Hoyos Rubio, en el distrito del Rímac, para ingresar a un tanque de verdad. Mi primer sueño fue ser militar para manejar tanques y estar más cerca de él. Es menester señalar que mi padre no asumió la tradición autoritaria, más bien siempre fue cariñoso conmigo, traccionando el estereotipo del militar duro de sentimiento y corazón.     

De manera transversal al modelo de masculinidad proveedora y de militar, mi padre fue un referente para el modelo de masculinidad que ofrece el fútbol. Los recuerdos de mi padre están relacionados con la pelota como delantero y goleador en los campeonatos de mi colegio, la empresa donde trabajó y el Club Revólver. El fútbol como tecnología de género (Rosales 2024) aportó a la construcción de mi modelo de masculinidad, que se pone en práctica cada vez que juego fútbol en calidad de defensa central, en donde pongo lo que ponen las gallinas (huevos), que caracteriza mi forma de juego. En los tiempos de la pandemia, los últimos momentos que estuve con mi padre aún en vida fue para ver por televisión un clásico del fútbol peruano entre Universitario de Deportes y Alianza Lima.

A las imágenes de proveedor, militar y futbolista se sumó el modelo de masculinidad del líder empresarial. Por ese motivo, luego de terminar el colegio estudié Administración de Empresas, porque tuve una fuerte influencia de mi familia paterna, porque fui testigo del Grupo Rosales constituido por un conjunto de empresas relacionado con el rubro comercial automotriz. Mi tío abuelo, Antonio Rosales Durand, fue elegido empresario del año en 1989. En consecuencia, el hombre líder fue parte del repertorio para la construcción de un modelo de masculinidad.

En el proceso de estudios de la carrera de Administración de Empresas, tuve un cambio sustancial en mi vida en el campo religioso. Egresé del Colegio Nuestra Señora de la Merced de la Orden Religiosa Mercedaria. Cuando ingresé a la universidad estaba en un momento de reflexión existencial y opté por cambiar de creencia religiosa. Cambié la tradición religiosa judeocristiana por la tradición religiosa de la India.

En plena flor de la juventud me volví Hare Krishna, una corriente religiosa mística dentro del hinduismo que cree en la reencarnación para romper el círculo de vida y muerte. Me volví vegetariano, medio hippie, leía filosofía hindú, cantaba el mantra Hare Krishna llegando al nivel espiritual de “Sraddhavan”. La semejanza entre ambas religiones es la hegemonía patriarcal, porque las mujeres se encuentran bajo la jerarquía de los hombres, quienes son los protagonistas de los rituales y fiestas religiosas.

Luego de cambiar de religión, también cambié de carrera profesional para ingresar al mundo de la antropología con un nuevo modelo de masculinidad. Para empezar, la etimología de antropología proviene de antro (hombre) y logos (conocimiento), es decir, la antropología como estudio del hombre, lo cual es radicalmente androcéntrico. El paradigma etnográfico es el antropólogo que privilegia estudiar culturas no occidentales en diferentes partes de mundo como África, Oceanía y Asia. La imagen del antropólogo solitario investigando en lugares alejados, con espíritu de aventura en zonas rurales haciendo observación participante en comunidades indígenas también aportó a la construcción del modelo de masculinidad. Una de las características del antropólogo es su espíritu de aventura y la ausencia del miedo de ser violado.

En la historia de mi vida cotidiana, las imágenes de proveedor, jugador de fútbol, militar, administrador de empresas, Hare Krishna y antropólogo fueron los referentes para construir el modelo de mi masculinidad. Es imprescindible señalar que la experiencia que tuve durante buena parte del trayecto de mi vida no fue producto de una decisión individual, sino que se construyó el modelo de mi masculinidad en el marco de un sistema de género. 

Según Patricia Ruiz Bravo, el sistema de género muestra que las relaciones de género definen no solamente la relación entre hombres y mujeres, sino también el sistema social (Ruiz Bravo 1999). La autora señala que el sistema de género produce un conjunto de normas, pautas, valores a través de los cuales una sociedad determinada modela las relaciones de género.

En ese sentido, los modelos de masculinidad citados se retroalimentan fortaleciendo las jerarquías del sistema de género, en donde el varón tiene mayor estatus y privilegios que la mujer. Se naturaliza la jerarquía masculina en el sistema de género peruano por medio del machismo que es un conjunto de creencias, actitudes, valores y conductas que caracterizan la masculinidad hegemónica y tienen como propósito transmitir un mensaje de dominio, superioridad o reto a los demás, en especial a las mujeres (MIMP 2019). Las cifras de violencia contra la mujer y las desigualdades entre hombres y mujeres en el campo económico, político y social son posibles por los modelos tradicionales de masculinidad y feminidad que reproducen la jerarquía del sistema de género en el Perú.

Por ese motivo, cuando se cuestiona el sistema patriarcal, desde el lugar de enunciación masculino, se debe cuestionar las formas de aprendizaje de los modelos de masculinidad. El camino de construcción de una nueva masculinidad de resistencia al patriarcado (García 2015) me hace recordar a la película Kramer vs Kramer (1979).

Esta película se basa en la historia de una familia tradicional de clase media norteamericana que tiene un punto de quiebre cuando la señora Kramer decide retirarse del hogar para liberarse del patriarcado. El señor Kramer tuvo que desempeñarse en los roles de proveedor y cuidado de su hogar e hijo, que ocasionó un cambio en el modelo de masculinidad por medio de la práctica sin teoría. El camino de la nueva masculinidad fue sinuoso, porque él aprendió sin manuales y dificultad a cocinar, limpiar la casa y cuidar a su hijo.   

En cambio, las masculinidades igualitarias o nuevas masculinidades son propuesta de modelos para armar. Un modelo que se construye con el marco teórico de los estudios de género, la teoría de las masculinidades y el activismo profeminista. Y la práctica de este nuevo modelo se aprende con la misma dificultad que tuvo el señor Kramer, porque los hombres inician su proceso de socialización repitiendo modelos de masculinidad hegemónicos ajenos a las tareas domésticas y de cuidado que son asignados a las mujeres. No existe una receta secreta ni fórmula mágica, porque es un modelo que se construye en la dialéctica del ensayo y error como parte del aprendizaje. Por eso es indispensable la constante autocrítica o que tu pareja feminista te haga notar los dividendos que el patriarcado otorga sin pedir permiso.

Finalmente, en el marco de un sistema de género patriarcal, nadar contra corriente resulta ilógico y, por ese motivo, el auge obsesivo de los conservadores antifeministas en redes sociales, los grupos de WhatsApp y la vida política para mantener sus privilegios.

Pero las noticias sobre feminicidios, violaciones sexuales, la trata de personas, acoso laboral y político hace inevitable repensar en las masculinidades y las estrategias para que los hombres pueden incorporarse en la prevención de la violencia contra las mujeres.

Ahora que soy padre de un niño, está el reto para que él pueda aprender un modelo de masculinidad corresponsable, el cual construyo mutuamente junto con mi pareja, quien es su madre feminista. Un compromiso desde la vida cotidiana hasta las políticas públicas que, en base a lecciones aprendidas, suman a la construcción de una sociedad con igualdad de género.  

Bibliografía

García, Leonardo (2015) Nuevas masculinidades: discursos y prácticas de resistencia al patriarcado. Quito: FLACSO.

Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (2019) Política Nacional de Igualdad de Género. Lima: MIMP.

Rosales, Raúl (2024) Representaciones de género sobre el fútbol: exalumnos del Colegio Nuestra Señora de La Merced, Ate Vitarte. En Martín Jaime (Editor) Masculinidades en el Perú. Subjetividades, culturas y agencias. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú.

Ruiz Bravo, Patricia (1999) “Una aproximación al concepto de género” en Sobre Género Derecho y discriminación. Lima: Defensoría del Pueblo.

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