Escribe: Rafael Salgado
A propósito del Día para la Prevención del Abuso Sexual Infantil, 19 de noviembre, decidí compartir algunos hechos y reflexiones sobre estos casi cuatro años que pasaron desde que denuncié públicamente que Juan Borea, el director del colegio Héctor de Cárdenas, quien abusó de mí cuando era un niño.
Me motivó también enterarme hace unas semanas de que el colegio donde estudié toda mi etapa escolar cierra definitivamente en diciembre. Más aun después de leer el documento donde la actual dirección del colegio informa de las razones de esa decisión, y también la larga reflexión que le permiten hacer a Juan Borea sobre lo que fue el proyecto educativo del colegio “Héctor de Cárdenas”.
No sé qué me indignó más después de leer ambos textos. Si la ausencia total de alguna mención sobre lo que Borea nos hizo a tantos alumnos, si el cinismo para hablar en positivo de un proyecto educativo que durante más de 30 años convivió con un abusador de menores, o si fue al leer que sostiene que su mayor error fue no enseñarnos a tener gratitud. Es tan aberrante que espere gratitud de los niños a los cuales abusó.
Esta historia comenzó hace tres años, en febrero del 2017, cuando denuncié por Facebook que Juan Borea había abusado de mí cuando era un niño. Desde las primeras horas mi denuncia recibió muchos mensajes de apoyo. De quienes me conocían y de quienes no. Pero al mismo tiempo también hubo mensajes en defensa de Borea, y otros en los que se me insultaba, incluso me terruquearon. Esto era algo que esperaba y por eso desde el inicio decidí mostrar la militancia de mi padre en el MRTA.
También recibí amenazas de denunciarme por difamación de quienes defendían a Borea. Para mi suerte, otras víctimas decidieron denunciar públicamente el abuso que sufrieron de niños, y como sostuvieron los abogados eso hizo que no pudiera prosperar una denuncia de ese tipo. Nuestros testimonios se reforzaban y demostraban su veracidad.
En concreto, en muchos comentarios me increpaban sobre todo por qué, si todo es cierto, no hacía una denuncia legal. En un texto que publiqué semanas después intenté explicar por qué mi primera reacción no fue una denuncia legal. Básicamente tiene que ver con que mi padre, Rafael Salgado Castilla, fue detenido irregularmente y torturado hasta morir por efectivos de la policía peruana, el 17 de abril de 1993 y su caso sigue impune. Finalmente, ocho víctimas de Juan Borea logramos denunciarlo penalmente.
Lo más duro del proceso de denuncia legal fue cuando me citaron para dar mi manifestación policial en las oficinas de la DIVISE en la Avenida España. Fue durísimo porque en ese mismo lugar fue donde torturaron hasta morir a mi padre. Dudé mucho en si ir o no. Fui porque sentí que esta vez ya no iba solo como víctima, iba a denunciar. Ese mismo día me pidieron que volviera al día siguiente para el peritaje sicológico. Ya no pude volver.
En todo el proceso de denuncia fui parte de varios reportajes para televisión. En casi todos preguntaban lo mismo, y en algunos el morbo, las preguntas sobre qué nos había hecho en concreto Borea cobraban más importancia que nuestra lucha. De todos estos reportajes, el que hizo Cuarto Poder fue el que más sinsabor me dejó. Durante la reunión previa salió el tema de lo sucedido con mi padre. La reportera dijo que era algo que tenía que salir sí o sí. Que se tenían que visibilizar todas las impunidades que atravesaban mi vida. Durante la grabación de la entrevista preguntó sobre mi viejo, su militancia en el MRTA y su asesinato. En el reportaje final no salió nada.
Desde el inicio del proceso de denuncia los abogados nos dijeron que lo más probable es que nuestra denuncia no llegara a nada porque los hechos, el abuso sexual infantil, habían pasado muchos años antes y el delito había prescrito. En el Perú, hasta el 2017, este tipo de delitos prescribían a los 10 años. Al final fue eso lo que pasó. Sin embargo, es importante destacar que en la sentencia el Fiscal dejó constancia que los hechos relatados eran reales, es decir, que el abuso existió.
Por eso me es posible afirmar que nuestra denuncia, primero en redes sociales y después la denuncia penal, ayudó principalmente a los denunciantes a elaborar y afrontar lo que sufrimos de niños. Además, se logró la condena social contra Juan Borea, que terminó obligándolo a dejar la dirección del colegio. Incluso se logró que el Ministerio de Educación le retire las Palmas Magisteriales, el máximo galardón pedagógico en el Perú.
Sin duda, un logro importante al que contribuimos con nuestra denuncia fue a que se creara una Comisión en el Congreso para investigar casos de abusos sexuales a menores de edad en instituciones educativas. Esta comisión fue presidida por Alberto de Belaunde e investigó además los casos del Sodalicio Vida Cristiana y de las niñas awajun de la provincia Condorcanqui. Este proceso de investigación de la comisión fue documentado por Teresina Muñoz- Najar, quien escribió al respecto el libro ¿A quién le importa?
Gracias a las denuncias y al trabajo de esa Comisión, los delitos de abuso sexual infantil son imprescriptibles para las denuncias realizadas a partir del 2018. Lamentablemente nuestra denuncia fue realizada el 2017 y, por ende, lo que nos hizo Borea prescribió.
Saber que Borea negaría o justificaría todo no hizo menos doloroso e indignante su cinismo y la impunidad en la que quedó todo. Siempre minimizó todo lo que hizo. La rabia que me producía leer los comunicados o las cartas que enviaba a sus allegados me dio fuerzas para seguir.
Sin embargo, hasta hoy me sorprende e indigna el silencio frente a las denuncias de casi todxs lxs profesores/as que durante años trabajaron en ese colegio. En más de 30 años ¿nadie se dio cuenta a pesar de todas las señales que dimos? ¿Cómo pueden seguir con sus vidas? ¿Cómo pueden seguir siendo parte de instituciones educativas sin haber hecho mínimamente un mea culpa?
Sé de muchas personas que no han hecho público el abuso sexual infantil de Juan Borea. No se puede obligar a las víctimas a denunciar, pero si debiésemos apoyar el proceso para lograrlo. Sé que hay casos recientes, pero sus padres/madres no sienten que denunciar sea el mejor camino para afrontar lo vivido.
A pesar de la impunidad legal, hubo cosas positivas. Creo que la principal es cómo la gran mayoría de lxs exalumnxs del Héctor de Cárdenas han hecho, y muchos siguen haciendo, todo lo que está a su alcance para que haya justicia frente a los abusos de Borea, abusos en plural, pues luego de las denuncias se alzaron muchas voces que dieron cuenta de la violencia y maltratos diarios que ejercía contra las y los alumnos.
Me reafirmo en lo dicho desde el inicio, sirvió mucho el valor que tuve para denunciar, el valor que tuvieron todas las víctimas para hacer público el abuso sexual infantil. Pero lo que se logre con todo eso no dependerá solo de las denuncias de las víctimas, sino de toda la sociedad peruana