El domingo llegué a Bolivia para empezar un diplomado de un mes sobre “Pensamiento Feminista y Luchas Sociales del Sur”, ese es su título oficial, pero realmente es “De quienes luchan para quienes luchan”, pues lo han soñado, pensado, organizado y concretado las Mujeres Creando y María Galindo, una presencia ya ancestral del feminismo popular boliviano, para que una centena de luchadorxs sociales puedan tener acceso a un conocimiento teórico que sume a su práctica diaria en sus comunidades, en sus culturas y en sus regiones, y que construyan saber ligado a sus propias sabidurías (como dijo Lupe, luchadora campesina de Cusco).
El diplomado es de primer nivel, certificado por la Universidad Mayor de San Andrés y por la Universidad Nacional Autónoma de México, y gratuito, pero como bien nos dijo María en la inauguración: “Decir gratuito no basta, eso no es democratizar la educación, porque de qué te sirve si es gratuito si no tienes qué comer ni dónde dormir”, por eso hay un 30% de becadas de varios países latinoamericanos y de provincias de Bolivia.
Este diplomado es “una lucha contra el elitismo de la educación pública”, que no permite que mujeres indígenas, campesinas, afrodescendientes, con discapacidad, lesbianas, trans y más puedan acceder a lo que a todxs lxs pobres nos dicen que nos sacará de la pobreza: la educación universitaria.
Es un diplomado feminista de verdad, con todo lo que eso significa, es decir, un diplomado que pretende cambiar las categorías conceptuales históricas del feminismo (blanco-occidental) para nombrar lugares, cuerpos, vidas que no han sido nombradas y nombrarlas bien, “darnos cuenta de que la nomenclatura y la taxonomía están erradas” y a través de la reunión física de diversas luchas “entender que tenemos que construir un andamiaje más complejo de múltiples actorxs que puedan compartir taxonomías subversivas” (dixit María). Pero también porque es un diplomado en donde te cuidan, en cualquier otro diplomado, maestría, doctorado o lo que sea, lo que importa es que pagues, que cumplas con tu cuota económica, si en el camino no vas, te enfermas o te mueres, a nadie le importa, mucho menos a quienes les diste tu dinero por esta fantasía de la educación. En este diplomado te recogen, te llevan a tu alojamiento, te dan todas las indicaciones, se preocupan porque llegues temprano a clases, porque tengas todo lo que necesitas, porque almuerces, porque duermas bien, si te enfermas, se preocupan por tu salud, porque haya actividades culturales cada semana, porque la cultura, el arte, la fiesta y la alegría son feministas, y también por colectivizar las emociones, el cuidado y el trabajo. Y eso es algo que yo nunca he visto. Por eso es insólito, creativo, nuevo.
La primera semana tuvimos como profesoras a Adriana González Burgos, quien llevó a cabo el curso de “Epistemologías”, y nos enseñó, entre muchas cosas, que es posible construir conocimiento científico desde nuestras experiencias e identidades, que hay que tener una alerta epistemológica constante, que son urgentes y fundamentales estas epistemologías otras, estas nacidas de nuestras madres y abuelas, de las infancias, de la tierra, de la relación con los animales, y que nos han robado para implantarnos epistemologías occidentales, blancas, capitalistas, depredadoras. La epistemología es una herramienta que nos es robada a todxs nosotrxs y recuperarla debe ser uno de nuestros objetivos. Lo que hizo Adriana es darnos herramientas para recuperar otra herramienta, aquella que nos fue negada por abstracta, por compleja, por difícil: nuestra capacidad epistemológica.
Por su parte, Carolina Meloni, quien dictó sobre “Feminismos contemporáneos”, nos hizo un completo recorrido por las formas en que el sujeto del feminismo se ha dislocado, ha girado, ha sido cuestionado y se ha transformado para bien, porque quedarse con ese sujeto mujer de los inicios del feminismo blanco no era bueno, ni saludable, ni creativo, ni feliz, ni real.
Cada día Carolina nos hacía explotar la mente con la posibilidad de soñar otros mundos posibles como lo soñaron Flora Tristán, Monique Wittig, Audre Lorde, Gloria Anzaldúa, Cherrie Moraga, Angela Davis, bell hooks, como lo sueñan todas las mujeres/trans que están en las fronteras, en los márgenes, como lo sueñan las nómadas, las inapropiables, las mestizas, las extranjeras, las ciborgs, las híbridas, las transterradas, las monstruas.
Amé su clase sobre Wittig, y cómo, en algún momento, luego de varios comentarios nos dijo: “Dejen de joder, cómo van a leer a Wittig con ojos contemporáneos, ella en los 80 dislocó el sujeto mujer para siempre, la primera en decirnos que no éramos mujeres, que teníamos todo el derecho a no querer serlo, sus palabras fueron ‘la puente’ para lo que vendría después”. Y amo a Wittig porque fue capaz de crear un lenguaje para las amantes, sensual, erótico, irónico, dulce, pronunciable, susurrable, gritable. Hizo de su deseo una posibilidad inmensa en donde todas podamos caer y sentirnos abrazadas-abrasadas.
Cada clase, Carolina la cerraba con una frase para el recuerdo, la que se nos quedó a todas grabadas, sin ninguna duda, en tiempos de transodio y ganas de bajarse del tren del ‘feminismo’, cuando muchas chicas decían que no iban a poder dormir con todo lo que estaban aprendiendo, lo que hizo ella fue pedirnos “que no nos quite el sueño, que nos haga soñar”, porque el feminismo también es nuestra casa, no les dejemos esta casa, que nos ha costado tanto, a ellas.
En momentos en que el Perú atraviesa un fascismo que mata impunemente a peruanxs racializadxs, un fascismo liderado por una mujer cínica que carga sobre su espalda cerca de 50 asesinatos, se hace necesario seguir incorporando formas de frenarlo, y los feminismos siempre fueron los primeros en dar la batalla.