Escriben Carlos Jaramillo y Ronny Álvarez
El tranvía le pareció más lento que nunca esa noche, deseó que tuviera alas como avión de Panagra y llegar al Barranco en un periquete. Se hacía tétrico el camino alejándose del Centro; el Paseo de la República era un terral interminable, pero eso no le importa la noche del domingo 1 de febrero de 1959 a Santos, o perdón, ‘Tin’. Santos, Santitos, Tito, Titín, Tin. Había que dejar atrás también el Chiclayo natal de sus abuelos en ese nombre con olor a bosta, a campo, ya suficiente con el abuelo Carmen[1], el papá Bernardino (en honor a Leguía) y él/ella Santos, cierto que es un nombre andrógino, pero ella se sentía muy ella y desde que vio a Laura Hidalgo, argentina divina, grabar aquella película inolvidable en la Plaza San Martín y acercase con púber insolencia a pedirle un autógrafo, Santos, Tin, era Laura. Con 19 años ya destacaba como aplicado aprendiz en la peluquería ‘Lux’ del Jirón de la Unión, bajo la égida del señor Yataco. Imagínate que la señora de Odría, la primera dama, mandaba a buscarlo para que la atienda en Palacio, con escolta y toda la cosa.
Ya habrá tiempo para llegar a la cumbre del estrellato, calculó. Hoy he conseguido lo que tanto anhelaba, un pase para la diner dansant en el restaurante ‘La Laguna’, seré Laura. Voy a bailar y hasta seré cortejada. ¡Como me lo merezco! No soy un mariposón, como me gritaron alguna vez, saliendo del cine. Mira mi rostro, mis manos y mi piel. No quiero volver a escuchar ese vals horrible de los Troveros Criollos que remata:
“… prendieron las luces,
triste decepción
porque me di cuenta
que era un mari…
marinero que vas a la mar
no lo lleves contigo a pasear,
traen mala suerte y te puede pesar y hasta el agua dulce se puede salar”[2].
Adefesio de música. Imagino que no se escuchará eso en la fiesta. ¡Claro que no!, será solo para gente gagá, imposible la vulgaridad. Tipo una suaré de París, como dice la señora Grimanesa, la amiga que vive en Barranco y en cuya casa haremos la magia. Quién pensaría que ese señor blancón, calladito, que llega a la peluquería con traje pasado de moda a traernos revistas europeas de modas y estética, es un hembrón la madrugada de los sábados en los alrededores de la Torre del Reloj del Parque Universitario… Debió reírse fuerte al recordarlo, porque un joven sentado enfrente a él lo miró dedicándole la mueca horrenda del que sabe lo que eres. Mostacero. Seguro te gustó, así finjas estrujando un ‘Ultimora’[3]. Te invitaría a la fiesta del siglo, pero no eres mi tipo, bigotito mosca.
Por fin la cafetera llegó a destino, tengo los riñones saltando como las Dolly Sisters[4] y ese ruidito, ¡ay!, no veo las horas en que Lima se deshaga de estos cachivaches. No creo que nada peor que el tranvía llegue para viajar.
– Detallito en pomo, te estaba esperando hace más de media hora, me tenías con el Jesús en la boca.
– Mil disculpas, madama…
– Madame, corrigió mientras se colocaba la peluca.
– Perdón, Madame Grimanesa, el eléctrico es un desastre, me siento apenado.
– ¡Apenada!, volvió a corregir.
– Empieza a sentirte mujer si quieres ser una, Laurita. Todavía no me convence tu nombre, monada. Por lo menos no te pusiste Gladys como la mitad de los oñoñoys de la ciudad. Que Miss Universo ni qué nada, Mary Anne Sarmiento es una muñeca, ¡una muñeca! (aunque le encanta la farra que nada te cuento) y Lola Sabogal, ¡qué portento de belleza!, la vi en un desfile en el Country club, ¿sabes?
(Mentira, fue en un noticiero en el intermedio del cine Metro), en fin, Miss Perú las dos y la flaquita bocona Miss Universo, la vida es así… Pásame esa crema de lechuga.
– Me falta aprender tanto…
– Bastante diría yo, bueno, bueno, saca esa cara de zopenca y despliega tu ajuar. Ahí tienes un lugar, detrás de ese biombo, para que te desvistas, mientras termino de ponerme pan cake. Nadie como Max Factor para consentirla a una…
– También, enveces, usamos esos productos en el salón.
– ¡Enveces! ¿Con ese lenguaje quieres ser peinador de primeras damas como me contaste el otro día? Y no te coloques muchas nalgas de algodón que hoy serás una damita high life, no una mambera cualquiera.
– Perdón. Creo que yo podría peinar a la señora de Prado.
– ¿Cuál de las dos, la Buénaga[5] o la Málaga? Porque Sir Manolete habrá conseguido que el Papa anule su primer matrimonio, pero hay un Dios que todo lo ve.
– Es elegantísima la nueva primera dama…
– Sí, sí, no te lo discuto. A propósito, anoche en la fiesta estuvo el sobrinísimo del Presidente, lo reconocí aunque iba de odalisca con su séquito ad hoc. Con diamantes de verdad. Bueno, siendo el más rico del Perú, ¿quién no?, y con el esposito al lado, el pipiolo ese corredor de autos…
– Me perdí de tanto anoche…
– Una fiesta de mamey, pero hoy lo publicaron en ‘La Prensa’. Un artículo de lo pe-or, hay que andar con cuidado…
– Sí, lo leí. Dicen que fue un baile de inmorales y que hubo gente afuera rechazándolos.
– No me hagas reír que se me revienta la faja. Anoche los hombres formaban colas para pagar el boleto y entrar. ¡Colas! El salón estaba de bote a bote.
– ¿Entonces un periódico miente?
– Exagera que es lo mismo.
– Cariño mío, anoche podías ver, entre otros, a ese locutor de radio Madalengoitia, a un senador de la República que fue de colombina, un embajador con traje de can-can que la pobre gorda casi se rompe el alma por intentar hacer unos pasitos, un vocal de la Corte Suprema vestido de la Justicia, atrevidísima, muy bien escoltado por un pestañón chocolatero del ‘Cine Metro’ que yo conozco muy requetebién al canalla. Dudo que asistiera el Canciller, tan fino, tan distinguido. Ya hay gente por ahí que dice haber visto a Haya de la Torre, pero así operático como es ese señor, hubiera entrado montado en el elefante que vive atrás en el zoo, cual Reina de Saba. Tampoco vi al dizque ser su amante oficial, un tal Carlos Tosi.
(¡Larga vida a la lengua limeña!)
– Cuando yo salí a cantar La Violetera a los filos de la madrugada, se venía abajo el cielo. Mi traje es idéntico al de Sara Montiel. Sabes que me lo hicieron en Rose Bercis[6].
– ¿No le hicieron quecos por el encargo? Seguro usted le dijo a la dueña que era para una obra de teatro…
– Qué teatro ni qué ocho cuartos, la señorita Mocha es una aristócrata de las de verdad, con mucho mundo. Además es de la cofradía igual…
Tin ya transfigurada en Laura sale de detrás del biombo, ante la mirada complacida de la señora Grimanesa.
Laura, enigmática y distinguida como su inspiración Laura Hidalgo en Armiño negro. La escena final y fatal. Todo en esa noche de verano es propicia para el sueño, la ilusión pero el hado, ay, fatalidad ya había trazado el destino de ambas criaturas.
Se sirven dos vasos de whisky.
Grimanesa está envuelta en un dominó negro y Laura apenas con un echarpe, no hay dinero para una piel. Hace calor en el viejo balneario. Apagan todas las luces del pequeño rancho. Miran a ambos lados. Barranco aparenta estar entregado a dormir. Suben velozmente al Packard 50 para atravesar las pocas calles que las separan de La Laguna.
– Me toco de nervios cada vez que manejo, hija.
– Serán más nervios que la encuentre un guardia vestida de Sarita.
– Ni lo mande Dios, esto no es París. Allá aprendí a vestirme y salir a escena. Como en el cabaret de Madame Arthur. ¡Oh, là là, qué libertà!
(Falso, jamás había estado en Europa, el único París que conocía era París Match, y todos los programas del cabaret travesti que un piloto de Lufthansa le traía de sus viajes, también era suyo el auto).
Laura duda en meterse a la boca un chiclets, enciende la radio, se mira complacida en el espejito de su vanité prestadito.
“Lollipop, lollipop
Oh lolli, lolli, lolli,
Lollipop lollipop”[7]
Las Chordettes no eran del agrado de Grimanesa, no entendía a esa generación coca cola, con esos ritmos y letras absurdas. Lolli lolli lolli, ¡a ver qué es eso, oiga, usted, dónde estamos! Entenderá inglés esta cojudita o solo será pose. Ay, qué juventud que verá la tercera guerra con bomba de neutrones y hasta marcianos de Marte.
– Llegamos, monada.
Tomek había llegado de tan lejos, se desconocía cómo había logrado entrar al país[8], seguro con otro pasaporte murmuraban otras locas.
– ¿Y dónde lo habría conocido? Seguro lo trajo de aquel último viaje darling.
– Ella está tan enamorada que al parecer está dispuesta a darlo todo por él.
– Bueno, ella es poderosa, solo bastó la credencial y listo, el muchacho ahora se pasea de lo lindo, encima con inmunidad diplomática. El cargo lo puede todo, todo, todo, todo.
– Hoy lo veremos, querida, parece que irá a la fiesta.
– ¿Irá con ella?
– Seguro que sí, o mejor esperamos que no.
(Risas)
– Te veo entonces, María Enriqueta.
Domingo a la tarde, Tomek ya sentía la canícula limeña un tanto insoportable. Le habían prometido una ciudad excitante rodeada de selva como en Río, llena de jíbaros reducidores de cabezas y bebidas místicas que lo transformarían en fiera. Había caído en una gastada escenografía de zarzuela tropical. Hablaba muy bien el español basado en el judeoespañol de su país. Al menos el mar frente a él le aliviaba el alma. Se resistió a conectar el novísimo aparato de televisión. No lo convenció en La Habana. Menos aquí. Pensar que era el amor lo que le había hecho recalar en América del Sur. Era parte del séquito de Ludmila Zhivkova[9], hija del amo de Bulgaria, mientras estudiaba arte en Moscú. Tomek había enamorado o, más exactamente, había dejado que se enamore de él con frenesí aquel exótico diplomático peruano cuando coincidieron en París. L’amour peut naître d’un regard[10]. Jóvenes y apuestos los dos. Le llevaba apenas tres años, aunque la elegante estampa del sudamericano contrastaba, para bien, con la hermosura de ese jovencito en sus 18 primaveras que parecía hecho de verdaderas rosas búlgaras. París, Saint Tropez, Madrid, La Habana, San Juan de Puerto Rico, Quito, Lima. Una tournée de besos volcánicos y sábanas ardientes. Burguesía latinoamericana y República comunista. Niño pobre y niño rico. Cocktail perfecto como este gin tonic. Por el momento.
“When you kiss me
Fever when you hold me tight
Fever
In the mornin’ the fever all through the night”[11]
– ¿No te parece insuperable el ocaso en Lima, Tomek? Tú que valoras tanto nuestro espíritu dramático español, como dijo Orson Welles. Dime que no es maravilloso este edificio diseñado por mi amigo Morey. Y dime que me quieres aunque no sea verdad.
– No empieces con tu película mexicana, Milo…
(En verdad lo quería, pero ya sabemos que “el amor no muere de hambre sino de indigestión”, como sentenció Ninon de Lenclos[12]. Milo, que conocía la cita perfectamente, estaba en modo Ninon Sevilla y de ahí nadie la sacaba. Pobre).
– Bueno, no vamos a discutir por tonteras, hombre, es domingo, verano. Frente a los acantilados. Y nos baña el sol. Peggy Lee sigue cantando. Fantástica, la gringa. Vengo del Ministerio, reunión de emergencia.
– La peluquería… Disparó Tomek sirviéndose una segunda copa y otro para su compañero. (¿Novio?)
Rieron.
– Carita[13] es una cantina del far west en París al lado de una reunión en Cancillería.
Volvieron a reír.
Sonó el teléfono. Muchos “como usted indique, embajador” y “pierda cuidado”. ¡Click! Mentiras de viejo matrimonio para dos jóvenes que apenas tenían un año juntos. Antes de cualquier excusa torpe, un guion civilizado.
– Mira, ya te prometí que no nos perdíamos el baile de hoy. Hablé con Christian y con Marconio.
– Christina y Margherita para los íntimos, como dicen aquí.
– Exacto. Ellas van. Miraflores está más cerca de Barranco que del Centro. Ponte el frac, el antifaz veneciano y adelántate, apenas acabe la reunión regreso a mudar traje y te alcanzo.
– Pierde cuidado, Milo.
– No olvides llevar tu credencial, me costó horrores de favores que aún debo. Good luck. Adoro a Peggy.
– Pierde cuidado.
“Kada uno konose las koles de su guerta”, recordó el refrán en perfecto judeoespañol de Bulgaria.
– Margherita, hello. Nos vemos más tarde, ¿no? ¿También irá María Enriqueta?
– Sí, dice que llevará a las europeas, así que podrás sentirte un poco en casa.
– Perfecto, nos vemos entonces.
– ¿Te acompañará?
– Dice que sí, me dará el alcance.
– Ojalá y nos dé la sorpresa, será lindo para él, además que se relaje un poco. ¿Quién tiene reuniones domingo?
Ya había pensado que esa noche prometía deleites, pues le habían contado que los carnavales eran macanudos en Lima. Lástima que acababan de prohibirlos en un último ridículo[14] decreto de quien Milo se refería como El teniente seductor…
La temporada del estío meridional, para los dueños del país, incluía luau en el balneario de Ancón, otro en el club ‘Waikiki’ a metros del edificio donde vivían, polo en el Country de San Isidro. Antiguo régimen.
Más interesante era ir a la playa más popular: La Herradura, y mirar con despreocupación a los muchachos que se ejercitaban sobre la arena, además de establecer conversaciones con los chicos de la tabla hawaiana. Él también tenía reuniones de emergencia.
Y la fiesta de disfraces ayer y hoy. Un baile de homosexuales como en las grandes capitales del mundo libre. Se le escapó una carcajada bajo la ducha y empezó a alistarse para el party. Lima tiene hermosos crepúsculos, por ejemplo, yo.
10 de la noche del domingo 1 de febrero de 1959. Desde lejos, las luces de la blanca casita normanda rodeada por un espejo de agua parecían un fuego de Sodoma en medio del romántico balneario sodomita de tan somética ciudad.
Laura Hidalgo, al sentir la brisa pensó que todas las penurias, humillaciones, hambre, sed y caricias de alquiler que soportó eran ñanga al lado de su momento estelar. Ella encontraría a su príncipe, como la Cenicienta de Walt Disney, y bailaría el vals, y sería por primera vez besada. Me lo merezco. También necesitaba un sanguchito. La belleza le costaba hambre y sed.
Mientras, Tomek se colocó la máscara veneciana dorada al bajar del auto y cruzó el puente que atravesaba la laguna dando acceso al edificio principal. Esperaría a Milo para terminar la relación. Antes que la KGB diera con él o el gobierno proyanqui del Perú lo expulsara. Ya había recibido un mensaje de Ludmila. Era su amiga después de todo. A Madrid y luego a Sofía. The end. Necesitaba música, bailar y beber.
La algarabía dentro de la fiesta era increíble. La orquesta de entendidos chalacos se hacia pasar casi como los Havana Cuban Boys[15], y por cinco reales más eran Xavier Cugat y Orquesta[16] y con otra ronda de piscos eran hasta las Bim Bam Bum[17] si lo requería la distinguida concurrencia. ‘Patricia’, el último hit de Pérez Prado, sonaba delicioso, mientras el humo de los cigarrillos, las carcajadas se perdían en un todo de globos y serpentinas doradas.
– La noche del siglo, dijo Margaritha en Tigresa de Bengala a su amiga que estaba de tapada limeña.
– Hoy está mejor que anoche, Christina, retrucó la tapada destapando una cajita de rapé que no era tal…
– Como el ajo, dijo, aterrizando, un pierrot musculado atraído por las caspas de Atahualpa y por tan graciosas damas.
Grimanesa se alistaba para su número musical, mientras Laura recorría la celebración, un tanto intimidada por el ambiente libre que se respiraba. Ahí no habían maricones si no colombinas, una emperatriz de China, La Pompadour y Cleopatra. Una Mara, una Anakaona y una ojiverde Betty di Roma como créditos nacionales. Vaporinos de Marsella y diablitos. El conde Drácula empezó a perseguirla insistente y ella sonrió esquivando su asedio. También habían algunos hombres jóvenes que se notaba habían entrado a último momento. Huyendo del vampiro terminó al pie de la escalera exterior, se polveó la nariz y en un instante cinematográfico vio bajar a un verdadero Adonis retirando la máscara por el calor.
Tomek vio a Laura.
Laura vio a Tomek.
No, no se enamoraron, ilusas. Iniciaron a conversar para matar el rato, pero ambos con planes muy fríos. Ella bailaría con su príncipe encantador así llegue el rochabús o su papá y él esperaba que llegara Milo para que vea cómo se divertía sin necesitarlo y cómo había vida más allá de ese amour fou que arrastraban por tantos países.
De pronto, la orquesta se detuvo, las luces se apagaron y entre el murmullo apareció Grimanesa en rojo, boa negrísima y boquilla larga:
“Le intento olvidar y me dejo convidar por los hombres. Pero no puede ser porque solo soy mujer pa’ mi hombre…”
Delirio de aplausos. La orquesta tocó tres dengues al hilo. Más champán, más carcajadas. ¡Vive como quieras!
En las afueras del Parque Confraternidad, un pequeño grupo de iracundos iban imaginando los detalles más bestiales de la orgía que suponían dentro, dispuestos a moler a golpes a cuanta libélula, rosquete, oñoñoy, hojita de té, fifí, mariposa, mariquita, loca, lacra, inmundo, firulete, guindón, café con leche, llegara a sus manos.
– ¿Bailamos?
(Esa fue la palabra más linda que Santos, Tin, Laura se llevaría a la tumba un cuarto de siglo después).
Todas las parejas se detuvieron, así como el raje, industria vigorosa patria, la orquesta reinició y el crooner engominado susurró para la eternidad:
“Bésame, Bésame mucho
Como si fuera esta noche la última vez…”
Un teléfono se acaba de colgar en la lúgubre Prefectura de Lima.
“Que tengo miedo a perderte, perderte después…”
¡La policiaaaaaaaaaaaaaaa!
Un grito que inauguraría varias décadas de acoso, vejamen, extorsión oficial y enfrentamientos con los cuerpos armados del Estado peruano, con democracia, con dictadura o con circo perejil.
En la confusión, Laura perdió el vanité, pero sujetaba la máscara de Tomek. Este, sin perder aplomo, se colocó a un lado del tumulto contra la columna y encendió un Marlboro. Marlonbrandeado. “El ke munço se aboka, el kulo amostra”[18].
La estampida fue un sálvese quien pueda, porque salir a alcanzar los autos o el puente del acceso principal era caer en manos de los policías o los machos indignados. Un remolino de velos, plumas, máscaras, antifaces. Grimanesa fue de las primeras en lanzarse a la laguna, abriéndose paso entre los gansos. Otros corrieron con ruta del zoológico despertando a los animales cuyos gritos y gruñidos se mezclaron con las sirenas y reflectores oficiales. Se jodió la Francia. Margherita y Christina se habían retirado de la fiesta quince minutos antes con dos argentinos espectaculares. Pero para siempre ellas orgullosas se dijeron: Veteranas del baile de La Laguna.
– ¡Papeles!, ¡papeles señor! Benemérita Guardia Civil del Perú, Novena Región.
– Buenas noches, soy diplomático, aquí está mi credencial.
– Averaveraver, permítame.
– Esto parece presentar irregularidades, acompáñenos por favor.
– Gonzales, qué acontece con el muñecón.
– Parece comunista.
– Malo, malo.
– Que se vaya nomás, y que se caiga con algo para las butifarras
– Nones, ¿qué pasa acá? Benemérita Guardia Civil del Perú, el honor es su divisa.
– Chesumare…
– Pero, ¿por qué? Ustedes no pueden hacerme esto.
– Eso lo explica en la Comisaría, joven diplomático. Llamemos a Cancillería, hay un detalle que no entendemos.
Milo desde un discreto Jaguar embozado en un foulard[19] observa la escena apretando los dientes. Sintió que su romance, su apellido, su mundo y su prometedora carrera en el Ministerio de Relaciones Exteriores se hundían en la laguna del escándalo. Pero se contuvo.
“Un limeño es un señor bien peinado que toma su whisky sentado al borde de un abismo”[20].
La versión vespertina de Última Hora, tabloide de La Prensa, el lunes 2 de febrero de 1959 lanzaba a conocimiento público de la República virreinal las inventadas truculencias de una fiesta de maricones en La Laguna de Barranco, hecho que no podía ser permitido y que debía de llegar hasta las últimas consecuencias con la investigación policial y las sanciones, estas últimas no previstas en ningún rincón del código penal.
Sofocleto, uno de los más punzantes epigramistas y polígrafo de la escena peruana, pidió entre líneas que la inmundicia de esa noche sea fusilada como hacía la triunfante revolución cubana aquel año de la gracia de 1959.
Hubo acoso periodístico durante días, además de tonsura, calabozo sin cargos y hasta suicidio para los desdichados que no pudieron pagar su libertad o no tenían la consabida vara, los parentescos y compadrazgos que todo lo resuelve en el Perú.
La Laguna se volvió leyenda urbana. Y ya después ni eso.
¿Y la ciudad?
“…Esta Lima que se aleja
Y se pierde en el recuerdo
Es una señora bella
De historia añeja y misterio…”[21]
Tan ella…
– Aló, ¿Margherita?
– Hola, Milo querido.
– No tengo mucho tiempo, perdona las prisas, tengo que dejar el país. Este escándalo se fue de las manos. Tú eres mi confidente. Descubrieron la credencial, ¿quién se iba a creer, con Prado matarojos, que teníamos relaciones diplomáticas con el bloque? Estoy jodido, lo he perdido todo, me dieron de baja y no hay futuro aquí.
– Lo he leído en la prensa, detestable. La divina providencia nos alejó unos minutitos antes (agüeitó al argentino en su ducha), pero tu Tomek se quedó pensando en que estaba seguro con la credencial.
– ¡Ese fue el problema!
– Mi amor, lo siento mucho, solo espero esté bien, ¿no sabes qué harán con él?
– Se lo tragó la tierra, esto es una pesadilla.
– Por lo pronto no va a trascender, sería un escándalo para el servicio peruano, creo que no correrán el riesgo, pero seguro ya lo deportaron.
(O lo fondearon en El Callao, nueva miradita al porteño potro por todos sus lados).
– Oh, Dios Santo ¿Podrás ayudarlo? Algo, no sé.
– Corro por mi vida, por ahora me iré a Nueva York, veré que puedo hacer allá.
– Amigo querido, siento no serte de mayor utilidad, estoy seguro te irá estupendo y más: terminarás como un renombradísimo funcionario de ese nuevo building con vista al East River. Palabra de bruja.
– Eres un encanto en el país equivocado. Te escribo pronto, good bye.
– Good Luck, querido mío.
17 de octubre de 1985, página 27 de la sección D del New York Times, el mundo diplomático lamentaba la pérdida de un gran hombre, de alguien muy cercano a ese otro peruano líder del mundo, del cual fue su principal asistente ejecutivo, designado en dicha función desde que aquel asumió la Secretaría General en 1982, y que fuera titular en el ABC de Madrid. Ello confirmaba sus capacidades innegables, que le valieron ingresar al Palacio de Cristal en 1974, muchos años después de aquel verano del sur de 1959. Eso había quedado atrás. Pero nunca el amor…
Laura Hidalgo alcanzó a escapar de La Laguna y esconderse en los acantilados como un animal herido hasta que pudo escabullirse a casa de Grimanesa, dejó el mundo de la belleza y se dedicó a confeccionar ropa. Para la gente fue un modistón, para él mismo, ya Santos otra vez, era quien siempre llevaba en el corazón un recuerdo maravilloso. Juntó dinero y se largó del Perú cuando pudo. A fines de los setenta estaba establecido en Patterson, NJ, EEUU. Una vez en el West de Grenwich estuvo al lado de Milo, sin saber la historia que les unía. Nunca se conocieron. Los peruanos en NY o en Lima, todos juntos y cada quien en su lugar. Hasta el final guardó la máscara veneciana dorada. Murió de neumonía simple.
– Christina, hola, acabo de enterarme.
– Margherita, hola. Sí, no puedo creerlo…
– Dice el diario este español, que contrajo una enfermedad extraña en un viaje a los países del Este de Europa, hija.
– Pero… Entonces lograron reencontrarse.
– Mamacita linda, a qué otra cosa iría cada año a Bulgaria…
– Esos se amaban, él hizo todo lo posible por verlo nuevamente, y mira que curioso, esta vez él sí tenía la inmunidad diplomática, intocable, brillante, más poderoso, ¡qué ironía!
– Y, ¿de qué murió realmente, ah?
– Neumonía búlgara. Me parece que varias van a morir de eso en los próximos años.
– Qué terrible te has puesto con el tiempo, lagunera.
(Risitas)
– ¿Te veo este sábado en el Company? Se presenta la Temple.
– Que idea más adorable, todo se alinea, un show travesti, hombres, Merecen que hagamos un brindis esos dos, por su historia y por nuestros años locos, lagunera.
– Laguneras a mucha honra. Sí. Hasta la noche.
¡Click!
Bibliografía
Micromuseo (2007). “El escándalo de la Laguna”. En Alteridades. El travestismo en las colecciones de micromuseo. Recuperado de: https://www.micromuseo.org.pe/rutas/habanaalteridades/escandalo.html
Luis Felipe Angell (Sofocleto) (2016). “¡Todos a “La Laguna”, Chicas!” En La Flecha Negra – Siglo XV. Recuperado de: https://laflechanegrasigloxv.blogspot.com/2016/10/todos-la-laguna-chicas.html?m=1
[1] Según la usanza norteña algunos hombres podían recibir nombres como Carmen, Trinidad, Encarnación o Santos. Usanza que seguía estrictamente el calendario católico.
[2] Extracto del vals “Paquete de té”, letra y música de Augusto Polo Campos e interpretada por los Troveros Criollos, y grabado en 1956. Se menciona que este vals se refiere a los homosexuales. Ver: https://bit.ly/2QFr2xt
[3] Jerga de la época para referirse al diario Última Hora.
[4] Las Dolly Sisters fueron un dúo de bailarinas cubanas; las hermanas Vázquez, que se internacionalizaron bailando en las coreografías de mambo con la orquesta de Pérez Prado. Las Dolly Sisters se movieron en el famoso ‘Boite Embassy’, ubicado en plena Plaza San Martin en los años 50. Ver: https://bit.ly/2YTspgt
[5] Nos referimos a la primera esposa de Manuel Prado, Enriqueta Garland Higginson.
[6] Rose Bercis era la tienda de Mocha Graña ubicada en Miraflores, considerada la primera diseñadora de modas del país. Se dice que la tienda logró tener un equipo de treinta costureras y que organizaban desfiles en el Hotel Bolívar. Ver: https://bit.ly/3lzDLQm
[7] Extracto de la canción “Lollipop”, interpretada por The Chordottes, lanzada en 1954.
[8] Para 1959 no teníamos relaciones diplomáticas con ningún país de Europa del Este, la política internacional del segundo gobierno de Manuel Prado y sus inclinaciones hacia el imperio (se tenía firmado un convenio de asistencia militar con el gobierno de los Estados Unidos, como parte de la política exterior de este en la promoción de la defensa continental contra el comunismo de la URSS, se había roto relaciones diplomáticas con Cuba por el triunfo la revolución castrista y su orientación hacia el bloque soviético) había hecho que incluso en los pasaportes peruanos se mencionara muy claro la invalidez del mismo en todos los países del bloque rojo.
[9] Hija del presidente y líder comunista búlgaro Todor Zhivkov. Nacida en 1942, recibió el nombre de Ludmila en homenaje a Ludmila Pavlichenko, legendaria francotiradora del Ejército Rojo. Ver: https://bit.ly/2QFFDZJ
[10] Frase de “Les amants” (1958) de Louis Malle. “El amor puede nacer de una mirada”.
[11] Extracto de la canción llamada “Fever”, interpretada por Peggy Lee y lanzada en 1958.
[12] Aristócrata y escritora francesa nacida en 1620. Fue una de las personalidades más singulares del siglo XVII en su país a causa de sus actitudes liberales y hedonistas que le llevaron a mantener numerosas relaciones sexuales con importantes personajes del momento, entre ellos el marqués de Sevigne o Saint-Evremond. Ver: https://bit.ly/3gEqd2w
[13] Carita es una marca francesa de cosméticos de lujo, fundada en 1946 y que posee su propio salón de belleza en una de las más elegantes y principales calles de París. Ver: https://bit.ly/3jpET7k
[14] El presidente Prado firmó un decreto anulando el feriado de carnaval el 25 de febrero de 1958, decreto N°348.
[15] Orquesta de música popular cubana surgida al dividirse la Lecuona Cuban Boys en el año 1946. Ver: https://bit.ly/32GBs5v
[16] Músico y showman catalán, considerado uno de los reyes de la rumba. Ver: https://bit.ly/34OuOg9
[17] Grupo de chicas que bailaban en las noches limeñas de los 50. Ver: https://bit.ly/3bkmYw3
[18] Es español: “El que mucho se abalanza, enseña el culo”.
[19] Pañoleta.
[20] Descripción hecha por Marilucha García Montero, cronista de sociedad de la época.
[21] Extracto del vals de Chabuca Grande, titulada “Mi ofrenda”, interpretada por Los Embajadores Criollos.