Por Carlos Bedoya
Es un error de apreciación ver a la consulta del domingo divorciada de la coyuntura. Como si el referéndum corriera por cuerda separada de la prisión preventiva de Keiko Fujimori y compañía; como si no tuviera nada que ver con los destapes del IDL; de la fuga del juez Hinostroza a España; del escape fallido de AG, del atrincheramiento de Chávarry en la fiscalía, de la desesperación del fujialanismo por traerse abajo la información del caso Lava Jato que viene de Brasil, etc.
El referéndum da precisamente la oportunidad para que la ciudadanía en su conjunto se exprese directamente sobre todo lo que ha ocurrido en el país desde que estalló el escándalo Lava Juez.
Por eso no es la hora de discutir la pregunta cuatro, ni la uno, ni ninguna. Es la hora ciudadana de golpear a la “mafia” sin ninguna vacilación. Y ese es el real sentido del Sí, Sí, Sí, No de esta elección.
No se trata de un voto que va a ser muy pensado u ordenado, porque aun cuando muchos apoyen la bicameralidad, por ejemplo, no van a votar a favor de eso en las actuales condiciones. Lo que se juega es un voto que sirve como arma de fuego contra el “fujialanismo” y todo lo que ello implica.
Estoy de acuerdo con quienes señalan que este domingo se va a expresar contundentemente una mayoría silenciosa que está en contra de la mafia. Una mayoría que no protesta en las calles, pero que no tolera más al fujimorismo ni al alanismo. Una mayoría que no solo no conoce el contenido en detalle de las cuatro preguntas del referéndum, sino que además no le importa conocerlo.
Esa mayoría votará por el Sí, Sí, Sí y No al que ha llamado Vizcarra, y que equivale a cerrar simbólicamente el congreso conducido por el fujimorismo y sus aliados, el parlamento de los blindajes y del obstruccionismo, arrastrando de paso a todos los políticos que no lo han enfrentado decididamente.