Mano Alzada
Feminismos, Opinión

No somos hadas, somos cholas

Ser mujer en el Perú es difícil, pero ser mujer y chola lo es aún más, a nosotras, seamos de zona rural o urbana, no solo nos golpea la discriminación de género, sino que, además, nos golpea la discriminación racial, étnica, cultural, entre muchas otras que, de seguro, de hacer una reflexión interna, podemos identificar.

El día de ayer, entre las náuseas y la indignación, veía la publicidad asquerosa y repulsiva de “Hadas Perú”, empresa dedicada al comercio de las labores domésticas, en donde consolidan la discriminación existente en nuestro país y el maltrato que nos acompaña a lo largo de la historia a las mujeres andinas. Por ello quería hacer una reflexión respecto al tema de fondo que involucra todo esto: la discriminación a las cholas.

Muchas personas dirán ¿qué tiene de mala la publicidad? si incluso se ven imágenes “amigables” entre patrones y empleadas, y no muestran nada ajeno a la realidad ¿no?; y es que es precisamente de lo que se trata, de que es cierto que las cholas, en su mayoría, somos las que cubrimos los espacios de trabajadoras del hogar y hacemos las cosas que a los blancos les da pereza hacer en sus propias esferas de vidas personales, y ello es justamente porque nunca hemos importado lo suficiente como para acceder al disfrute real de nuestros derechos -como la educación- y que estos no sean convertidos en lujos y privilegios.

Muchas mujeres andinas podemos tener acceso a educación y ciertos privilegios (muchos o pocos) que nos permite estar en distintas posiciones sociales, pero ello no quiere decir que la realidad de la mujer andina como tal, en el Perú, esté exenta de discriminación y maltrato, pues existen miles de otras que no gozan de estos derechos y beneficios, que deberían gozar por el simple hecho de existir.

La verdad duele, claro que sí, y es que esta es nuestra verdad, el ser estereotipadas como mujeres que nunca podremos conquistar espacios de poder, y que, por lo general, las cholas podremos surgir únicamente cuando nos encontremos en la capital trabajando en labores domésticas u otros trabajos de servicio, lo cual, por cierto, no tiene absolutamente nada de malo, pero que, en definitiva, ha sido una alternativa construida por nosotras mismas para salir adelante, ante la discriminación sistemática e indiferencia del Estado por no proveernos de educación y otros elementos de construcción personal que nos permitan llegar a espacios de mayor impacto social, por lo que la realidad es que no llegamos usualmente a la conquista de espacios en las esferas de alto mando. Y cabe señalar que cuando lo hacemos, somos cuestionadas, somos las “cholas igualadas” (porque no debemos ser iguales recuerden), somos mal vistas, no encajamos pues ¿qué nos habremos creído?, ¿no?

En las diversas publicidades que se difunden a través de los distintos medios, incluso aquellas que promueven la comercialización de productos andinos, las cholas no estamos presentes, se nos excluye e invisibiliza siempre, pues “no encajamos en lo bonito” y por un lado se nos trata de manera despectiva como las cholas cochinas, feas y brutas o se nos ve con “ternura”, se nos trata con “caridad”, pues miren la cholita qué linda, “pobrecita”, inspiramos las ganas de que la persona aspire una foto con ella para que vean que no tiene asco a la chusma y le puede dar besito sin ajustar la nariz, lo cual también es sumamente ofensivo, porque no se nos ubica en una posición horizontal de igualdad. Siendo que nuestra aparición es casi siempre como personas que están al servicio de los demás, carentes de autonomía, pues vivimos en función del otro.

¿Pero qué sucede? Aceptar ser discriminada por ser chola es difícil, pues “nadie quiere ser chola”, porque la palabra está tan desgastada y asociada a conceptos peyorativos y hasta ofensivos que, erróneamente, se han difundido a lo largo de la historia de nuestro Perú, que existen miles de mujeres a las que les cuesta asumirse como tales y emprenden una resistencia por aceptarse como parte de esa colectividad. Motivo por el cual, incluso muchas cholas no identifican hechos discriminatorios, porque ello en el fondo duele, y mucho. Sobre este aspecto, considero que no existe nada más dañino que la propia víctima acepte y naturalice la violencia en sus ansias de no querer ser parte de esa colectividad, pues para muchas es más fácil y bacán “descholearse” que asumir lo que es ser chola y cargar con esos pasivos que, si bien cuesta mucho, van de la mano con un conjunto de riquezas que genera el disfrute de la identidad y la connotación cultural a la que se encuentra asociada.

En definitiva, estoy convencida de algo fundamental que debemos procesar todas las mujeres que impulsamos y somos parte de este proceso de empoderamiento tan fuerte que se está llevando a cabo con esta tercera ola feminista a nivel mundial; y es el entender que el feminismo es diverso, que existen feminismos, lo cual implica que la incorporación de esta política social de lucha por la igualdad de la mujer debe promoverse en el marco de nuestras propias realidades y demandas.

Es por esta razón, que para seguir luchando por aquellos aspectos que atentan con nuestros derechos partamos primero por el fortalecimiento de nuestra identidad, y en este caso en particular, para quienes nos sintamos así, por sabernos mujeres andinas, querernos como tales y amarnos en lo que representamos para promover el desarrollo político, social y cultural del país.

A las cholas nos maltratan por ser “cholas”, por lo que es fundamental que trabajemos de manera colectiva para rehacer lo que es ser chola en el Perú. A mí me toca demostrar lo que es ser mujer chola del Valle del Mantaro, de mi Huancayo querido, pero así todas identifiquemos nuestras propias identidades y logremos poner en evidencia lo que implica nuestra participación en el actuar social, a través de nuestras propias intervenciones en los diversos espacios en los que podamos estar presentes.

Es sumamente necesario que lo cuestionemos todo, como esta nefasta publicidad racista, que es parte de un conglomerado de acciones que muchas veces invisibilizamos por ser parte de la cotidianeidad de nuestras vidas, y que nos han obligado a aceptar,  por lo que también es necesario entender que la premisa de toda esta situación, es que si las cholas hemos atravesado una serie de carencias (educativas, entre otras), es precisamente por ese centralismo excluyente que nos ha dejado al final de la lista de las tareas pendientes del Estado, al cual nunca le importó la mujer andina.

Conquistemos los espacios, engrandezcamos la palabra chola y que esta nos llene de orgullo, fortalezcamos nuestras identidades para cambiar esta realidad social que solo valora la multiculturalidad cuando ganamos premios en el extranjero, pero no para la implementación de políticas públicas que garanticen efectivamente nuestros derechos. Hagamos que la discriminación sea tratada como merece y no sea celebrada o banalizada.

No es poca cosa la nauseabunda publicidad de Hadas Perú, por lo que levantar la voz ante ello y denunciarla no es una exageración. Tal vez cuestionen la indignación, en tanto las personas están acostumbradas a discriminar y a que callemos frente a ello, pero siempre será oportuno decir basta a la normalización del maltrato hacia nosotras. Esta publicidad toca fibras sensibles y temas de fondo que el Perú no quiere tocar y prefiere evitar. Pero no hay nada más fortalecedor y reconfortante que reafirmar nuestra identidad y gritarles a todos y todas que somos cholas y que no nos compadezcan.

Ilustración de Carolina roca. Blog Cuerpachola.

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