Fue durante el año 1957 que el escritor italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa escribió la obra El Gatopardo, en donde uno de sus personajes señala que “si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”, esta frase refleja en parte la estrategia y la finalidad que tuvo la decisión del presidente Vizcarra de cerrar el Congreso en aras de salvaguardar la democracia, esto ocurre porque un sector de los representantes de la oligarquía que administra el Estado peruano por fin entendió que había que hacer cambios no estructurales con la finalidad de preservar su poder.
No en vano durante la última Feria del Libro nuestro Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, dijo: “Recomendé a los presidentes que hoy están acusados de corrupción, en política hay que escoger el mal menor, porque la alternativa era la dictadura”, dando a entender que nuestro país estará mejor sin el fujimorismo, afirmación que es correcta por que el fujimorismo, en conjunto con el APRA, representa a la derecha más neandertal que existe en nuestro país, pero todos los males menores que gobernaron durante los últimos años fueron liberales o neoliberales, en todas sus decisiones y siguieron la tradición de la oligarquía, que es la de anteponer el capital por encima de todo y ni siquiera se preocuparon en construir país, digo esto porque no diversificaron, ni industrializaron nada.
Actualmente seguimos teniendo un Estado neoliberal sin fujimorismo como quería el Nobel, cierta prensa y un sector de la izquierda, razón por la cual no hay mucho de que alegrarse, lo bueno del cierre del Congreso de la República es que ha sido una de las formas que permitió acabar con lo más nefasto de la partidocracia que administraba el Estado.
En el fondo lo que ha logrado el presidente es consolidar la democracia liberal, el actual modelo económico y darle legitimidad a la Constitución que fue hecha durante la dictadura. En efecto, lo que ha hecho es una especie de limpieza e oxigenación al sistema político, es decir, cambios de forma, no de fondo, porque cambios estructurales ni reformas progresistas va a haber. Es más, ya existe una profundización de medidas neoliberales entre las que tenemos, por ejemplo, en el Decreto Supremo N° 345-2018 la pretensión de reducir aún más los derechos laborales con el argumento de aumentar la competitividad y producción de las empresas o con la ampliación que se le ha dado a la Ley Agraria, que actualmente se alargó hasta el 2031, la cual permite que los trabajadores del campo sigan ganando una miseria con algunos pocos beneficios, y a las agroexportadoras seguir facturando millones de dólares debido a las facilidades tributarias que el Estado peruano les sigue brindando.
Finalmente, para los que queremos al menos una socialización de la sociedad, no hay que dejarnos impresionar por el gatopardismo de la oligarquía, sino procurar poner en la agenda nacional reformas que al menos contribuyan a la construcción de una sociedad que brinde igual oportunidades a todas y todos los ciudadanos.