¿Qué suele hacer una mujer a los 63 años? Si no tiene problemas económicos, puede hacer el recuento de su vida mientras disfruta de su jubilación o goza de su familia. Raida Cóndor no tiene esa posibilidad, se la arrebataron hace 26 años cuando el Grupo Colina secuestró, asesinó y desapareció a su hijo Armando, joven estudiante, la esperanza de la familia, la tragedia que marcó su vida.
La presencia de Raida es imponente, su mirada impone el dolor de imaginar perder a un ser querido, su cabello blanco impone el paso del tiempo que corre desde que no ve a su hijo. Me acerco a ella y le pregunto qué expectativas tiene sobre la Audiencia en la Corte. La imagino cuarteada por decirlo veinte mil veces desde el 92 en tantos lugares, a tantas horas y de tantas formas: “Espero justicia”, me dice, pero su voz se quiebra, sus ojos empiezan a llenarse de lágrimas, y las frases comienzan a salir lentas y entrecortadas de esos labios que habrán llamado tantas veces al hijo arrancado de su hogar por la crueldad del poder.
“Lo que estoy esperando es que los señores magistrados hagan cumplir la condena de 25 años por la muerte de mi hijo, confío en ellos. Para eso vengo, como madre, como madres que son ellas también”, mientras mira a las otras mujeres que la acompañan, con la misma tristeza en la mirada, esa que cargan en sus cuellos para que nadie olvide los rostros de los seres que amaron.
“No es fácil perder a un hijo joven de 25 años”, añade, “él estaba estudiando, no era cualquier cosa, era un joven estudiante que hizo su servicio militar, un joven que viene de una familia muy humilde y que estaba saliendo adelante para el bien de su madre, de su padre y de sus hermanos”.
Raida habla como si quisiera que viéramos a su hijo a través de su mirada y que lo extrañemos de la misma forma en que lo extraña ella. “Hasta hoy no encuentro nada de él, sigue desaparecido. No hay una tumba en donde yo pueda ponerle una flor o conversar con él”.
Ya le robaron a su hijo, ahora solo espera que no le sigan robando la justicia.