Punto de Vista – Festival Internacional de Cine Documental de Navarra, uno de los festivales más importantes de cine documental en Europa, anunció el palmarés de su 17° edición, que se celebró entre el 27 de marzo y el 1 de abril de 2023.

En esta ocasión, el gran triunfador del festival fue el cortometraje peruano “El polvo ya no nubla nuestros ojos”, ópera prima del Colectivo Silencio, un grupo de artistas y activistas reunidos por su amor al cine y su apoyo y participación en luchas sociales en el Perú.

El jurado de la Sección Oficial, compuesto por el cineasta Ángel Santos Touza, la programadora japonesa Hama Haruka y el periodista madrileño Marcos Uzal, otorgó el Gran Premio Punto de Vista a la Mejor Película por ser “una película que une pasado y presente, en su forma cinematográfica como en su rabia política. Un ‘ciné-tract’ realizado por un colectivo para afirmar mejor la necesidad de unir las luchas y hacer del cine un arma colectiva“.

Recibieron el premio Carla Amaro, Mayra Villavicencio y Fernando Vílchez en representación del Colectivo Silencio, compuesto también por Lady Vinces, Ana Karina Barandiarán, Nayarith Gastulo, Vero Ferrari, Luis Tirado, César Vargas, Christian Ñeco, Martín López y Walther Maradigue.

El cortometraje fue premiado en el 14° Filmocorto en el marco del último Festival de Cine de Lima PUCP 2022, en donde se llevó la Mención Especial del Jurado y el Premio del Público. Así también, participó en las secciones oficiales del 37° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata para su estreno latinoamericano, en el Berwick Film and Media Arts Festival para su estreno europeo, y en diversos festivales peruanos.

Comentarios y reseñas

Lucía Salas (Punto de Vista 2023)

El 2021 fue el año del bicentenario de Perú como nación, aunque esos últimos años no son sus únicos. Han estado llenos de hogueras. La primera película del Colectivo Silencio conmemora estas fechas con una memoria nacional que no pertenece a los festejos oficiales, una memoria resistente, que no es ya solo memoria porque hoy hay trincheras en sus calles. La película se repliega a otra historia que le pertenece, no a la ficción que es un país, sino a la historia del cine, de un cine político-poético que acompaña, que ha puesto en la pantalla voces, cuerpos, lecciones de historia y una tierra que se rehúsa a ser paisaje. En distintos cuadros se leen documentos que en voz alta se vuelven indelebles, pruebas de luchas pasadas y futuras: indígenas y campesinas, de trabajadores rurales y urbanos, de mujeres y disidencias. Cada uno tiene una luz que le es propia, y una belleza que sale de la voluntad de volver al registro un recuerdo perdurable, para volver perdurable en todos la memoria de unas víctimas a las que solo lloraban los suyos. Todo tiene su momento de ser mirado y admirado, todo lo que ha sido arrebatado y al firmarlo volverá a pertenecerles: el cielo, el pasto, el cemento, los faroles, las paredes exteriores de un edificio incendiado, las tumbas de los muertos. Se encadenan injusticias que la fecha reconoce como antiguas, como si estas luchas blancas nacionales –las guerras de independencia- hubieran dejado una tierra limpia de esclavismos. Como si no los hubiesen continuado.

Valentina Giraldo (Desistfilm)

“Historiadores del futuro, de nosotras digan que nos comemos la tierra y que estamos tan bravas. Tan bravas tan bravas. Historiadores del futuro, nuestra venganza es la ternura de la imagen, y nuestro testimonio un conjunto de cuerpos que se reúnen a iluminarse las caras con las llamas del cine. Pienso, en este estudio fragmentado del fuego y la pirogeografia de algunas unas películas latinoamericanas, que El polvo ya no nubla nuestros ojos reúne en la palabra un recuerdo y a la vez una premonición: en la opacidad del archivo y las múltiples voces están las luchas olvidadas que fabrican las preguntas de aquello que esté por venir y esta al final de eso que se llama nación. Hay cosas que una no sabe cómo decir cuando trata de escribir o de hablar del delirio del territorio que se habita. Hay cosas que una no sabe cómo pronunciar, para esta pirogeografia y su fuego expansivo tuve que irme entre las ramas de un algarrobo, justo en medio de las palabras de un poema de Monserrat Álvarez que es leído en el cortometraje. El polvo ya no nubla nuestros ojos es una película que abre esa subjetividad colectiva de país y la agita con esos temblores que la lucha social produce en la memoria y en el cuerpo”.

Aroldo Murguia (Línea Escalonada)

“El polvo ya no nubla nuestros ojos (2022)”, película del Colectivo Silencio, es una obra que traslada a la oralidad diversos textos que de distintas maneras reclaman la transformación del Perú; y en ese paso abandonan su condición de huellas o documentos para devenir en voces que se avivan en el presente. Voces de aquellos muertos que se resisten al olvido y vuelven como eco de una fuerza transformadora que va llegando y cuyo retorno enciende esperanzas de siglos.

Desde los inicios de la colonia la oralidad en el Perú es una forma fundamental de resistencia que ha evitado el quebrantamiento y la desaparición de diversos pueblos originarios, comunidades y horizontes culturales. Quizá por ello es también un elemento importantísimo en buena parte del cine peruano que surge o se nutre de ella. Esta obra no es la excepción y creo que logra manifestar de manera notable la fuerza enardecedora de la oralidad.

En la película aparecen distintas personas, de diferentes regiones y que en diversas lenguas leen poesía, fragmentos de relatos, testimonios, crónicas, denuncias o pedidos desesperados de ayuda. Una gran compilación de textos que a pesar de su heterogeneidad podrían tener en común que pueden leerse como “correspondencias de reclamo”, y esto abre la posibilidad de inscribirlas en una línea histórica de reclamos, ya que en estos términos expanden en el tiempo lo iniciado por obras como la de Guamán Poma de Ayala, el Inca Garcilaso de la Vega o Fray Calixto de San José Túpac Inca, entre otros.

Al igual que en esas obras, los textos que en la película se leen, parecen dirigir sus reclamos a las “autoridades ordenadoras del territorio”, evocadas en figuras como; el presidente, el funcionario, la fiscal, el jefe, el profesor, los hombres machistas, entre otras personificaciones que de diversas maneras detentan el poder y que sin duda han fracasado ante lo reclamado.

He aquí un elemento que considero fundamental en la película, que es el hecho de avivar “correspondencias de reclamo” para dirigirlas hacia otro lado, ya no a las “autoridades”, de las cuales ya no se puede esperar nada. El destinatario ahora es la comunidad. Estas voces vuelven para hablarle a aquellxs que desean transformar al Perú, para recordarnos esa necesidad, para recordarnos quienes somos. Y es que estas voces no son expresiones individuales, provienen de personas que no se representaban solo a ellas, que en vida y aún muertos representan el sentir de amplias y distintas colectividades en el Perú.

Son voces que hablan en plural. Voces de dirigentes campesinos, líderes comunitarios, periodistas, escritoras, poetas, activistas, trabajadores. Voces que se expresan en contra del terrorismo de estado, de los hacendados, de los expoliadores de los recursos naturales, de las desapariciones, del quebrantamiento y mutilación de cuerpos, en contra del heteropatriarcado, de la violación de derechos humanos, de la explotación y la muerte.

El polvo ya no nubla nuestros ojos porque las voces de nuestros muertos nos hablan ahora a nosotros, ya no se dirigen a la autoridad que fracasa, como el nefasto régimen dictatorial de Dina Boluarte que en las últimas semanas ha asesinado a decenas de personas. El pueblo que está en pie de lucha es el pueblo que escucha a sus muertos, que no olvida, que confía en la llegada de una fuerza transformadora que haga de este país un lugar más justo.