Mano Alzada
Cultura, Opinión

La tormenta congresal

De pronto, en el ambiente cinematográfico peruano se viene desatando una tormenta perfecta que tiene a los cineastas de vuelta y media. ¿Qué pasó? Que en el tan apreciado Congreso de la República se presentaron en las últimas semanas varios proyectos de ley referidos al tema de la cinematografía, y que tocan aspectos de su legislación.

Ellos son, por orden de antigüedad, el 2446/2021 sobre los trabajadores audiovisuales presentado por Isabel Cortez. Luego el 5206/2022-CR de Carlos Anderson, que plantea un régimen tributario especial para promover las producciones extranjeras en el país. También el 3258/2022-CR del ahora cuestionado presidente del Parlamento, Alejandro Soto, que propone modificar el Decreto de Urgencia N°022-2019, para agregar lo referente a la libre importación de bienes y servicios para el trabajo audiovisual. Otro proyecto que busca modificar el DU es el 5919/2022-CR de Luis Kamiche, que agrega la cuota de pantalla. Y finalmente el 5903/2022-CR de Adriana Tudela, que busca modificar integralmente el referido Decreto vigente, para convertirlo en una propuesta elitista enfocada al cine comercial.  

En la mayoría de los casos, estas propuestas, salvo la de los trabajadores que se estuvo coordinando con el Sindicato del audiovisual, no fueron informadas ni consensuadas con los gremios del sector, como ha sido señalado en un comunicado por la UCP, lo que revela el poco talante democrático de los congresistas, y la falta de transparencia de los intereses que tratan de imponer a escondidas. 

El llamado proyecto Tudela, como era de imaginar, es el que más provoca malestar e ira en los gremios de cine contra los proponentes, que lo ven como una grave amenaza al cine nacional. Sin embargo, la protesta de algunos resulta un poco tardía, ya que no había que ser profeta para prever que la deriva autoritaria del actual Gobierno, y sus socios intolerantes del Congreso, tarde o temprano iba a tocar a la cultura, incluyendo el cine (al que se habían referido varios parlamentarios de forma macartista). Se extrañó las voces de no pocos protestantes de hoy, que prefirieron mantenerse callados cuando muchos compatriotas fueron asesinados, en especial fuera de Lima. La defensa de la vida siempre debe estar por encima de la del dinero, aunque sea muy importante para la producción.

El proyecto en mención trata de mezclar y confundir la Film Comission, que busca promover la filmación extranjera en el país con participación de artistas y técnicos peruanos, con la promoción del cine nacional a través de los estímulos económicos establecidos en la ley. Hay que señalar que en estos momentos se viene organizando, con representantes del Estado y los gremios de cine, una mesa de trabajo para lograr que esta iniciativa se haga realidad, como sucede en gran parte de la región, con leyes ad hoc con facilidades tributarias en Colombia, Chile o México. El Perú no cuenta con ello, y el apurado Decreto de Urgencia del 2019 no lo contempló, así como tampoco a la Cinemateca, por lo que también se viene impulsando un Grupo de Trabajo para hacerla por fin realidad. Otro vacío importante de la norma es el acceso a la exhibición del cine nacional, a lo que apuntaría la cuota de pantalla y el mínimo de mantenimiento del proyecto de Kamiche. Faltaría agregar la inclusión de la apreciación audiovisual en la educación básica, y la constitución de una Escuela pública de cine para hablar de una visión integral del cine y el audiovisual en el país.     

Volviendo al proyecto Tudela, este plantea un tope a los estímulos económicos del 50% del coste de la producción. Es decir que solo podrán solventarlo los que tengan ese capital de respaldo, lo que es elitista y tremendamente discriminatorio para los cineastas nuevos, independientes, experimentales y/o regionales, que no podrán acceder a la producción a pesar de su talento. Se dejaría de lado la posibilidad de apoyos a otras actividades conexas al cine que no sea la producción, como los festivales o programas de formación de públicos, entre otros. En suma, se enfoca solo en la producción con fines comerciales, que tiene también el derecho de ser apoyada, pero no es desmedro de las otras expresiones, más tratándose de estímulos para la cultura por parte del Ministerio de Cultura, no de Turismo.   

Se menciona, y con razón, que ello golpearía muy fuerte al cine regional y en lenguas originarias, que empezaba a gestarse con fuerza en todo el país. Pero para ser sinceros, muchos de los que ahora arguyen en ese sentido, antes cuestionaron los concursos y cuotas para las regiones, considerándolos discriminatorios. Lo cierto, es que, si no se hubieran impulsado, difícilmente habríamos tenido los buenos resultados del cine regional a nivel nacional e internacional de los últimos años. Modelo perfectible, sin duda, al que no se debería mezquinar el presupuesto como alguna vez se hizo. El mayor valor del cine peruano es su diversidad, y esa hay que defenderla encima de todo. 

Hasta el momento la voz central contestataria es de los gremios de cine, lo cual es entendible. Estamos esperando lo que tenga que decir el Ministerio de Cultura, no solo su organismo de línea, la DAFO, sino la ministra del sector. Se afirma que en los últimos días estuvo reuniéndose con cineastas que estuvieron haciendo lobby en el Congreso por el proyecto Tudela. ¿Se atreverá a defender sus fueros ante el Congreso y defenderá la ley actual? Esta historia continuará…

Lo más peligroso, y de lo poco se habla, es que abrir la puerta de cambios a la ley de cine en un Congreso plagado de cavernícolas, terruqueadores, fanáticos y prejuiciosos es una peligrosa bienvenida a la censura de todo tipo: política, social, moral, religiosa, etc. De hecho, el proyecto Tudela va por ese camino, si uno lee su exposición de motivos donde se queja de la mala imagen del cine peruano actual por tener tanto indio y no ser como Hollywood. ¿Se negociará el presupuesto a cambio del silencio? Esperemos que no, porque si decimos que el cine es el rostro de un país, que este no sea de uno mutilado, ciego, sordo y mudo; sino todo lo contrario. 

Defendamos el cine peruano si, defendemos la vida de los peruanos, también, y la libertad de expresión, por siempre.     

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