Mano Alzada
Especial, Feminismos, Opinión

Viajar solas no debería darnos miedo

Decidí escribir algo sobre lo ocurrido este fin de semana, porque escribir siempre ha significado, para mí, una forma de expresarme y de liberarme. Y es algo que necesito porque, debido a o ocurrido, no he podido concentrarme ni dormir bien en estos últimos días. Y lo hago público porque es algo de lo que tenemos que tomar conciencia.

Este fin de semana dos turistas, una española y otra mexicana, fueron violadas y asesinadas cuando estaban viajando, ambas solas y por separado, en Costa Rica. He leído más sobre Mar Matus, la cantante, productora y compositora de nacionalidad mexicana… ya no pude soportar leer sobre Arantxa Gutiérrez.

En el caso de Mar, vi algunas de sus redes sociales. Ella estaba muy ilusionada con su viaje y en su cuenta de instagram subió una foto suya con su mochila y con el siguiente texto: “Hoy empieza mi viaje sola ? después de muchísimo tiempo de haber deseado irme por el planeta a viajar sola por fin lo hago  Llegó la hora de llenarme de naturaleza. Costa Rica ?pura vida”. 


Y sí, decidió viajar sola. ¿Por qué? Pues porque viajar sola es una experiencia distinta. Es como viajar a encontrarse con una misma, es conocerte, es ir a tu propio ritmo, es enfrentarte a tus miedos, pero también a tus pasiones. Es vivir toda la experiencia de otra manera. ¿Fue acaso su culpa ir en búsqueda de su sueño y de darle rienda suelta a sus ganas de vivir? ¿Fue la culpa de Arantxa por soñar en grande? ¿Fue mi culpa por hacer algo que siempre había querido hacer?

El 6 de febrero publiqué un post por este mismo medio en el que conté cómo, a finales de diciembre del año pasado, en un bus de Arequipa a Cusco, Wilbert Fernández García de 55 años intentó violarme, mientras yo dormía.

 

Para que el acto haya sido considerado violación propiamente dicha, hubiera tenido que haber penetración. Pero, ¿no bastó que sobara su pene por mi espalda? ¿Qué eyaculara en mí? ¿Qué empezara a bajarme el pantalón y la ropa interior? 

Me costó mucho escribir ese post y, en general, hablar de lo que me había ocurrido. Mi primera reacción había sido no hablar de eso, hacer como que no había pasado. Pero en un momento, ya no pude más. Y a pesar de haberlo hablado, seguí, y sigo sintiéndome mal en algunas oportunidades. Todo el verano y en inicio de clases sufría de insomnio. Y si dormía, tenía pesadillas recurrentes. Y cómo olvidar el día en el que en un supermercado, mi papá rozó mi espalda con una canasta de compras sin querer, y yo tuve un escalofrío instantáneo, un llanto desprevenido, una cólera contenida…

Y cómo olvidar cuando fui a terapia familiar para hablar de esto. En un momento mi mamá se preguntó lo siguiente: “¿Por qué Fabiana viaja sola y le pasa esto, por qué cuando Sabrina (mi hermana) viajó no le pasó nada?”. También dijo que yo era demasiado inocente, demasiado confiada, que no conocía la maldad del mundo. Mi papá dijo algo similar cuando todo esto recién había ocurrido, diciéndome: “Te dije que no viajaras en bus”. 

Esto no es un intento de culpar a mis papás por nada. Yo entiendo que, en su dolor, preocupación, pena, desesperación, entre más emociones, tuvieron aquella reacción. Pero creo que esto es algo que debe parar. Hace unas horas vi en las instatories de Misias pero viajeras una serie de comentarios hacia las mujeres que nos gusta viajar. Ellas publicaron comentarios de personas que dicen que aunque nos sintamos “luchonas, capaces o autosuficientes” no podemos “darnos el lujo” de viajar.

Primero que nada, quiero decir que no “nos sentimos” luchonas, capaces y autosuficientes. SOMOS luchonas, capaces, autosuficientes, fuertes, poderosas, grandes, apasionadas y más, mucho más. Y segundo: en ningún caso, no importa cómo se haya dado, no es NUNCA culpa de la víctima.

“Ay dios, cómo se atreve a viajar ella sola, que se ve tan indefensa e insegura. Ay cómo va a ser posible, ay, si le pasa algo ya va a ser su culpa pues. Ah, es culpa de Mar por haber viajado, ¿quién la manda sola irse hasta allá?” . Siempre escucho y leo comentarios de este tipo y esto tiene QUE PARAR YA. ¿Saben quiénes son los únicos culpables? LOS VIOLADORES, LOS ASESINOS.

Pero a pesar de que no sea nunca nuestra culpa, nos vemos obligadas a tomar precauciones. Me da rabia y tristeza, pero a partir de lo que me pasó, es cierto, decidí que ya no viajaría sola. ¿Por qué? Porque tengo miedo, pero cómo quisiera no tenerlo. Y además, aprendí una serie de cosas, por si en algún momento, me atrevía a viajar sola otra vez:

1. Nunca ir en los últimos asientos del bus. 
2. Ir siempre en el asiento que está pegado al pasillo.
3. Tratar, en la medida de lo posible, de viajar en un asiento sola.
4. Si no se puede viajar en un solo asiento, llamar para verificar quién se sienta al lado. Lo más seguro, sí, es que sea una mujer. 
5. Viajar de día.

¿Y qué más puedo recomendar? ¿Si viajas de noche, no pegues el ojo durante todo el trayecto para vigilar que no te violen? ¿Nunca viajes sola? ¿Quédate encerrada por siempre? ¿No salgas? ¿Qué más tendremos que vernos obligadas a hacer, en esta sociedad en permanente estado de emergencia, donde el asesinato, violación y violencia hacia la mujer es el pan de cada día?

Arantxa, Mar, lo siento muchísimo, y lo sentimos millones de nosotra. Y no, no fue su culpa. Justo momentos antes de escribir esto, estaba con un libro sobre Javier Heraud en las manos y leí esta frase suya: “Para mí, este viaje era necesarísimo como un sol”. Sé que viajaron porque para ustedes, este viaje significaba el sol, el aire, la vida. No tengo consuelo ante lo que les ha pasado, pero en mi cuarto tengo pegada la frase “Somos el grito de las que ya no tienen voz”, de un cartel de una marcha pasada. Todas nosotras gritaremos por ustedes, y por muchas más. Besos al cielo.

*Escrito por Fabiana Caballero.

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