Escribe: Claudia Luz Rivas Valverde

Me cuestiono muchísimo todos los días la lucha feminista, sus formas y sus discursos. Ser parte ahora de diferentes luchas, siendo un ser humano consciente de mis deberes y derechos políticos me hace dudar y sospechar hasta de mí misma.

Miro atrás y me pregunto en qué momento sucedió todo esto, y viene inmediatamente a mis labios el nombre Daisy Mina.

Ella, compañera cantuteña, estudiante de Psicología, apasionada por el periodismo, comprometida con causas sociales, había desaparecido. Nuestro amigo en común, Eduardo, fue quien nos presentó a mediados del 2019, una mañana dedicada al voluntariado universitario, en un proyecto llamado “Bibliobús cantuteño”, que la UNE Enrique Guzmán y Valle promovía.

Recuerdo que ella fue acompañada de su enamorado Noe. Aquel día nos divertimos como niños, con los pequeños amautitas, con los que compartimos talleres de animación de lectura y artes plásticas.

Al terminar la jornada, estábamos con tanta energía que decidimos ir caminando de La Ronda a Ricardo Palma, mientras aprovechábamos para respirar un poco de aire puro y de cuando en cuando jugar por las calles de Huarochirí.

Vi a Daisy en todo su esplendor: bella, risueña, bromista. Noe, su pareja, aquel día era como el otro lado de la moneda. Parco, pensativo, gruñón.

La imagen puede contener: una persona, sonriendo, de pie y exterior

Deben quererse mucho para andar juntos, pensé.

Meses después recibo la noticia que uno nunca espera escuchar de nadie cercano: “Daisy ha desaparecido”, me dijo Eduardo.

Hoy, después de haber hecho plantones y vigilias, han pasado más de 40 días y seguimos sin saber dónde está ni qué le ha sucedido. Si ha sido una víctima de feminicidio o trata de personas.

Para mí, ese es el inicio de mi despertar. Hoy creo que no me basta con asistir a marchas por el Día Internacional de la Mujer o manifestaciones de lucha contra la violencia hacia nuestro género; el deber es mucho más grande, el deber es político.

Estamos viviendo una nueva era donde la revolución tiene voz y cuerpo de mujer. Años atrás no me hubiera llamado feminista, ni mucho menos hubiera avalado la violenta respuesta ante la opresión, ni el vandalismo y los desmanes, como sucedió el 8M en México; sin embargo, ahora creo que es la “única forma”.

A lo largo de la historia la mujer ha sido juzgada y estigmatizada de rebelde, bruja e inmoral; hemos sido animalizadas y cosificadas; por la religión, la política, la filosofía, la psicología, entre tantos otros.

Para ejemplo simple: la Biblia, gran libro de historias fantásticas que de vez en vez releo para entretenerme y también para sobrecogerme. Y que ciertas culturas toman como texto base para el desarrollo de su sociedad.

Nadie podría negar el cargo universal que se le impone a Eva, la desobediente. La que abrió los ojos de la consciencia al pobre desvalido de Adán y viéndose desnuda en el Edén, por andar de curiosa escuchando argumentos prometedores de sabiduría, fue responsable del destierro y condenada a la maldición de parir con dolor y de vivir bajo la “dueñidad del bendito varón”, según parece, la historia persiste hasta nuestros días.

Hoy más que nunca me duele tanto escuchar y leer opiniones de mujeres que dicen que paremos con la victimización, que también mueren hombres y nadie los defiende, que recuperemos nuestro amor propio y dejemos de calatearnos y gritar ¡abajo el patriarcado!, que por andar de putas exigimos aborto legal, seguro y gratuito para no morir, que dejemos el odio y recuperemos las formas femeninamente correctas.

Los derechos que hoy poseemos las mujeres, nadie nos lo regaló, hubo muerte y lucha para salir del yugo patriarcal. Si ahora podemos ejercer diversidad de profesiones y oficios es porque una mujer se cuestionó la vida doméstica como única forma de existencia. Si ahora podemos ejercer nuestro derecho al voto, es porque una mujer decidió hacerle frente al Estado y exigió trato igualitario.

Amiga antifeminista, ¿acaso crees que el mundo machista va a ir a tu casa a preguntarte si estás conforme con los derechos que tienes?, ¿acaso crees que tu padre Estado te va a creer y acompañar en todo el proceso legal cuando seas violada o acosada?, ¿acaso crees que al Estado le importa tu dolor o el de tu madre?, ¿acaso crees que si desapareces mañana, el sacerdote o cardenal de tu jurisdicción va a salir a buscarte y utilizará todo su poder en los medios para encontrarte?

Ten por seguro que, si desapareces o mueres mañana producto del mandato patriarcal, nosotras vamos a salir a las calles a quemarlo todo, sin importar tu indiferencia con la causa, que es de todos.

Compañera, tú que te burlas de esta lucha, quiero que sepas que tú también eres feminista, pero todavía no lo sabes, porque al poner sobre el tapete este tema tan punzante, estás haciendo uso de tu conciencia crítica y ayudando a otras mujeres a que se formen su propia opinión y postura, para que así, reconstruyamos los conceptos de género y cada día seamos más las mujeres libres de cuerpo y pensamiento.

La desaparición de Daysi Mina

Daisy Lizeth Mina Huamán, periodista de 21 años de edad residente en Ayacucho, desapareció la noche del 26 de enero de este año en el anexo Carmen Pampa, en la localidad de San Francisco, cuando se dirigía a pernoctar en la habitación que alquilaba, horas antes, a las 6 pm, había comprado un chip en una tienda para recuperar el número de teléfono del celular que le habían robado. Esas son las últimas imágenes que se tienen de ella.

Daisy Mina habría cumplido 22 años el 10 de febrero. Hoy lleva desaparecida 38 días. Su nota de alerta no ha sido difundida pública y digitalmente por la Policía Nacional.

Protesta de compañerxs de Daisy Mina frente a la inacción de la policía y el Estado para buscarla.