Mano Alzada
Feminismos, Opinión

El perfil del acosador cibernético

El penal de Aucallama, ubicado en Huaral, se ha vuelto el nuevo hospedaje de Alex Manuel Álvarez, quien en el Perú es el primer sentenciado por ciberacoso. ¿La víctima? Como era predecible, su expareja, una adolescente de 17 años que se negaba a continuar la relación.

En este caso, el patrón sigue siendo uno que ya conocemos: hombres posesivos y agresivos que no aceptan la ruptura y el distanciamiento de su pareja. Un perfil psicológico que calza con el de feminicidas.

Sin embargo, en el acoso cibernético existen casos donde el agresor no es una expareja. Por ejemplo, el sonado caso del excongresista Lescano hacia una periodista, o los típicos hombres que mandan fotos de sus penes a mujeres desconocidas.

Las redes sociales, y el internet en general, traen el beneficio de estar interconectados a pesar de las distancias, pero también traen la particularidad de que, así no sean palpables o tangibles, están, cambiando el paradigma donde lo físico ya no es esencial para que suceda la experiencia. Y por su portabilidad, este nuevo tipo de experiencia es trasladable a donde uno se encuentre, dificultando frenar el acoso cibernético, ya que acompaña a la persona a donde sea que vaya.

Por eso es importante que las leyes estén a la par del contexto histórico. Hasta el año pasado, cuando se promulga la ley contra el acoso, este era un vacío legal que garantizaba la impunidad y amparaba al agresor.  

Psicológicamente, los agresores por violencia de género se categorizan dentro de la personalidad antisocial, y mantienen un discurso de odio y desprecio a la mujer. Esta tipología se caracteriza por el menosprecio de los demás, ya que su seguridad personal está construida a basa de la humillación del otro, hay tendencia al engrandecimiento y constantes deseos de venganza y recompensa (por sentir que han sido maltratados en el pasado). Asimismo, en gran medida son irresponsables e impulsivos, y ante las perturbaciones reaccionan con paranoias.

Es importante informar sobre este perfil para que las mujeres estén alertas en caso vean que sus parejas presentan estas características. También es importante mencionar cómo el perfil del agresor se mueve bajo este patrón, más allá del contexto de la agresión. Finalmente, el ciberacoso funciona para ejemplificar cómo la violencia contra la mujer es una práctica que trasciende los escenarios y los formatos, y cómo el machismo es moldeable a la situación que sea necesaria para lograr su cometido.

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