El caso de la violación colectiva contra una joven en Surco por parte de cinco de sus “amigos”, delito ampliamente expuesto en medios, ha traído consigo sucesos que llaman la atención de la población por lo que corresponde analizar con agudeza para identificar cómo opera el patriarcado cuando sus dominios se sacuden ante el levantamiento conjunto de las mujeres que ya no quieren perpetuar el silencio, tanto tiempo aliado del machismo para permitir su continuidad.
Los últimos días se han cubierto los intentos de defender a los acusados de la terrible violación sexual, con la presencia de mujeres, lo que no es espontáneo ni nace solo del dolor de las familias, sino que se configura como un acto más que operativiza el machismo.
Ya lo vimos primero con la declaración del abogado Paul Muñoz, que buscaba desvirtuar la denuncia de la víctima a través de un argumento machista: que a ella le gustaba la vida social, como si eso fuera suficiente para justificar la violencia vivida. La pésima estrategia de la defensa legal no solo no funcionó, sino que motivó a una mayor indignación y un despertar social de las mujeres, además de un proceso sancionador ante el Colegio de Abogados de Lima.
Pero como las estrategias machistas no descansan en su afán de interferir la correcta actuación de la justicia, ahora somos testigos de la alta exposición en medios de las hermanas de los acusados, quienes buscan descalificar el testimonio de la víctima y generar algún tipo de apoyo a sus hermanos.
La participación de las hermanas, como también de la madre de uno de ellos, no es un acto genuino de mujeres que quieren defender a sus familiares, es parte de la estrategia de la defensa legal que busca generar algún tipo de empatía o enfrentamiento entre mujeres, e invisibilizar las razones de fondo de la violencia machista.
Esta violación sexual colectiva, como tantas otras que ocurren a diario en el país, ha ejemplificado dolorosamente cómo opera el machismo en nuestra sociedad, pero también ha permitido hablar del tema desde el problema que lo genera, desde la raíz, desde el cuestionamiento al patriarcado. Y ese análisis lo han hecho muchas mujeres ahora, incluyendo quienes recién están tomando mayor conciencia de lo que desde el feminismo se sustenta, ha convocado a miles de personas desde la indignación colectiva, incluso a quienes decían no estar a favor de la causa feminista.
Colocar a mujeres defendiendo a sujetos acusados de violencia sexual, más aún cometida en manada, es una actuación de la defensa ante la presión mediática. Se busca hacer creer que esto no se trata de mujeres contra el machismo, pues ahí están estas chicas, que dicen ser feministas, y defienden a sus hermanos supuestamente con elementos objetivos, como el respeto a la presunción de inocencia. Por ello es necesario estar alertas frente a esta intencionalidad con mensajes legales bien armados y enseñados.
No obstante, como sabemos que esta lucha es política y que buscarán descalificarla, es posible identificar las formas perversas en que pretenden que los temas que queremos se materialicen en políticas públicas sean pasados por alto y deslegitimados, porque siempre insistirán en decirnos que somos “locas exageradas” y que “inventamos”, que la violencia de género existe, que esto no es un tema de género, que es de personas malas contra personas buenas, que por eso no es “ni una menos” sino “nadie menos”.
La presencia de estas mujeres pretende hacer creer a la población que la indignación no es de las mujeres en general, es solo de las “feminazis locas” que quieren jalar agua para su molino y “aprovecharse” del caso para poner su agenda y demás. Esto lo hacen porque les ha desestabilizado que, como consecuencia de este caso, se haya registrado un respaldo masivo de las mujeres en favor de la agraviada, que se hayan hecho acciones de manifestaciones sociales colectivas y que se hable de la violación como debe de hablarse: como una problemática recurrente que golpea a miles de niñas y mujeres en Perú, dejando claro además que el violador no es ese personaje oscuro raro estereotipado que nos han hecho creer, sino que está entre nosotras, en nuestros espacios de confianza, y que son tantos como para que al menos, ante las instancias del Estado, se registren 14 denuncias al día en nuestro país.
Así que mi mensaje final es el siguiente: guárdense sus sucias estrategias que buscan dividir a las mujeres y descalificar la lucha feminista que nos tiene cada vez más unidas en sororidad y que pone en la agenda pública la violación sexual como lo que es: un acto cotidiano de poder que hombres cometen día y a día contra las mujeres para perpetuar el machismo en la sociedad. Y que por eso vamos a seguir luchando para que nuestros derechos no sean burlados, hasta que un día, una acción contundente haga caer el patriarcado. Ténganlo por seguro, cada vez somos más.
Foto de portada: Karen Bernedo.