Sabemos que las casualidades en política no existen, siempre hay un motivo y un sentido detrás de las acciones que emprendemos como sujetos individuales y colectivos, más aún cuando nos estamos refiriendo a sujetos históricamente marginados, como el caso de la comunidad LGBTIQ+.
Por tanto, no debería sorprendernos que de un tiempo atrás a la actualidad estemos frente a diferentes iniciativas que están apostando por la recuperación de la memoria de la diversidad sexual[1] en el país, lo que constituye un buen síntoma, ya que estamos frente a una demanda de darle sentido a nuestro pasado, pero resta la pregunta, ¿para qué deseamos recuperar la memoria y hacia dónde deseamos marchar? Este artículo busca dialogar un poco con dichas preguntas, y también intenta comprender esta necesidad de recuperación y de (re)construcción de la memoria para nuestras comunidades LTGBIQ+.
En nuestro país, y en muchos otros de la región, el tema de la memoria ha estado asociada a temas de conflictos y movimientos sociales, dentro de procesos de reparación y justicia para las víctimas de desapariciones, movilizaciones forzadas, tortura, etc., en el marco de conflictos internos. En ese sentido, y haciendo un recuento de la actitud que nuestro Estado ha tenido frente a nuestras comunidades, podríamos decir a la fecha vivimos en un constante periodo de ‘conflicto’, el cual se ha caracterizado por la indiferencia, la negación, la invisibilidad y el desprecio hacia nuestras existencias.[2]
Por tanto, desde nuestras comunidades debemos tener claro que “la memoria de un periodo de violencia es como un campo de batalla, donde las muchas memorias de sus actores y protagonistas entran en confrontación por lograr una posición hegemónica” (Jelin, 2002, citado por Ulfe, 2013, p. 89); y a la fecha, los diferentes mecanismos institucionales han ganado en posicionar una historia fragmentada, sin nuestras presencias, tanto en lo político como el cultural, ya que mientras no seamos sujetos plenos de derechos, nuestras vivencias serán entendidas como irrelevantes, desechables y carentes de sentido dentro de nuestra identidad nacional.
Este último punto es relevante, pues como sujetos y como comunidad debemos reconocer que nuestras existencias han sido llevadas a una situación de violencia estructural, caracterizada por una ausencia de respuesta frente a la pobreza, el aseguramiento universal a salud, educación y oportunidades de desarrollo, sumado a un discurso que siempre ha encontrado la forma de justificar o ‘ignorar’ los reclamos que vienen prologándose por más de cuarenta años.
De igual forma, desde el Estado y otros actores, también se ha intentado invisibilizar y/o destruir evidencia de nuestras existencias pasadas, lo que incluye a la propia academia, la cual en varias ocasiones se ha confabulado con actores políticos para colocarnos siempre en la categoría de ‘lo indecible’.[3]
Por tanto, teniendo este panorama, queda evidente que, en nuestro país, de alguna u otra forma ha habido una actitud compulsiva que ha buscado institucionalizar una historia y memoria ‘heteronormativa’, y esto debido al peso indiscutible del esencialismo y las jerarquías sexuales instauradas en el desarrollo de las investigaciones sobre sexualidad (Rubin, citado por Voss and Schmidt, 2000, p. 3).[4]
A este punto podemos concluir entonces, que en nuestro país, desde la instauración de la categoría del ‘indio sodomita’ (Molina, 2010), y que justificó la conquista y explotación de los pueblos de los Andes; y que, principalmente, redujo la heterogeneidad sexual indígena, aún cargamos con el peso político, económico y simbólico de dicha categorización, pues nuestra existencia disidente constituye causa justa de dominación, negación e indiferencia, permitiendo e incluso alentando acciones válidas de exterminación civil y política (Álvarez, 2019, p. 208).
Al mismo tiempo, es interesante ver que en la región se han desarrollado procesos de recuperación de la memoria LTGBIQ+, como el “Archivo de la Memoria Trans Argentina”, proyecto iniciado por dos activistas y fundadoras de la Asociación de Travestis Argentinas (ATA), con la finalidad de recuperar la memoria de las compañeras travestis sobrevivientes y que se encontraban en el exterior del país, y a través de diferentes formatos como fotografías, relatos, diarios, revistas que se iban compartiendo en las redes sociales.
El segundo es el trabajo llevado a cabo por el “Movimiento Maricas Bolivia”, el cual demanda desde su autodefinición ‘marica’ resignificar el insulto a través de un acto de provocación, reivindicando las existencias marica-machorra-trava, pero desde el reconocimiento como indias-indígenas-cholas. Este colectivo ha llevado a cabo por el periodo de diez años, diferentes procesos de recuperación y resignificación de la memoria marica en el país, desde un punto de enunciación decolonial.
Entonces, ¿qué es la memoria? Sobre este punto, debemos diferenciar lo que es la historia y lo que constituye la memoria. Siguiendo al historiador Luis Tacarena, ambas son formas de abordar el pasado, en donde la primera es producto de una investigación sobre lo que sucedió, identificando las conexiones entre los acontecimientos, actores, a partir del uso de un método riguroso sobre las fuentes y sus significados; mientras que la segunda, es el recuerdo de las cosas que han sucedido pero vistas desde el presente, y constituye una acción simbólica y subjetiva, en donde la finalidad no es reconstruir el pasado o definir la secuencia de las cosas, sino cuál es el sentido que tiene para las personas ciertos hechos del pasado (2016).
En ese sentido, la memoria social tiene una relación intrínsecamente con el conflicto y un proyecto político, ya que tomando los postulados de la socióloga Elizabeth Jelin, la memoria se relaciona con el sentido que le damos al pasado, pero dicho sentido depende de la coyuntura del presente y en función a un horizonte de futuro, por lo que el campo de la memoria es un campo del presente en que está pasado y futuro (2019).
Para esta autora, la memoria se relaciona con historia cuando se elige qué recordar y qué silenciar, y además se debe tomar en cuenta el qué se recuerda, quién recuerda y para qué se recuerda, y por principio, no existiría una memoria única, sino más bien memoria(s). El conflicto existirá en cuanto aparecerán las diferentes interpretaciones del pasado, pero teniendo en cuenta que “la memoria no es pasado, es presente, es qué del pasado traemos al presente, qué es lo que evocamos en función de lo que estamos haciendo en ese presente y de nuestras inquietudes hacia el futuro. Casi siempre las memorias que se traen, los recuerdos y los silencios […] tiene que ver con un objetivo y un horizonte de futuro, qué del pasado rescato para las luchas políticas y sociales en el escenario en el que me encuentro en función de mis proyectos de futuro” (Jelin, 2021).
Teniendo en cuenta estas premisas, es que debemos considerar que el proceso de recuperación, rescate y (re)construcción de nuestra memoria diversa, sea a través de relatos, narraciones, ficciones, archivo, debe ser -y será- plural. No habrá por asomo ninguna memoria ‘oficial’, sino que estas dependerán de los grupos y microgrupos que trabajarán sobre ella, y dependiendo del proyecto que tiene a futuro, incluso de lo que consideren como hechos ‘relevantes’ o no. Y es aquí donde considero que debería sí existir un consenso de proyecto político, hacia el cual apunten todos los procesos de recuperación de memoria, al menos para que existan puntos de diálogo mínimos, los cuales deben existir en teoría; de lo contrario, ¿por qué ahora el interés de varios colectivos en avocarse en el trabajo de la memoria? ¿Cuál es la finalidad en el fondo de estos procesos? ¿Qué buscamos políticamente, desde qué sujetos y desde qué posicionamiento político anunciamos la recuperación de memoria?
Tenemos un Estado y una sociedad que nos ha ido invisibilizando y negando derechos de forma sistemática y que ya se ha convertido en un hecho estructural, por lo que es necesario y urgente llevar a cabo procesos de recuperación de nuestras memorias, con la finalidad de demostrar y confirmar nuestra existencia y demandar los ansiados derechos que nos están siendo negados.
Nuestra memoria debe apelar a todos los medios posibles, sea a través de la elaboración de archivo, la recuperación de diarios individuales y colectivos, incluido el uso de la ficción/autoficción, pues las narraciones propias de la ficción pueden implicar también reivindicaciones de verdad en un nivel estructural o general, pues aportan discernimientos acerca de fenómenos como la esclavitud y el Holocausto, ofrecen una lectura de un proceso o un periodo, o generan una “sensibilidad” ante la experiencia y la emoción que sería muy difícil de conseguir a través de métodos documentales estrictos. (LaCapra, 2005, p. 38)
Por tanto, desde distintos ángulos se producirán ‘memoria(s)’, y ello es saludable, lo importante es reducir las tensiones hacia el interior del movimiento por las futuras pugnas sobre la ‘verdad’ y lo ‘significativo’ de los hechos, teniendo en cuenta que ya nuestra memoria se encuentra en un campo de disputa y batalla con el Estado y la sociedad. No hay que olvidar la premisa que la memoria no busca reconstruir el pasado o llegar a hechos determinantes, sino que se orienta a dar sentido a ciertos hechos del pasado para las luchas de nuestro presente, y hay que reconocer que el ‘sentido’ varía inevitablemente por individuos y colectivos. No obstante, se espera que en ese trabajo a futuro haya al menos un sentido común, que es el beneficio y desarrollo de la comunidad LTGBIQ+ peruana.
Bibliografía
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García, C. (2017, 10 de abril) ¿Un paso adelante y dos atrás?: D.L. 1323 sobre crímenes de odio por orientación sexual e identidad de género podría ser derogado. IDEHPUCP https://idehpucp.pucp.edu.pe/notas-informativas/paso-adelante-dos-atras-d-l-1323-crimenes-odio-orientacion-sexual-e-identidad-genero-podria-derogado/
Gestión. (2017, 14 de febrero). Se presentó proyecto de ley de matrimonio igualitario en el Congreso. https://gestion.pe/peru/politica/presento-proyecto-ley-matrimonio-igualitario-congreso-128706-noticia/
Jelin, E. (2002). Los trabajos de la memoria. Siglo XXI Editores.
Jelin, E. (2019, 12 de junio). Elizabeth Jelin Historia y Memoria . YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=rLYpRwUVRmk
Jelin, E. (2021, 31 de enero). Seminario de Memoria y Cultura: Conferencia de la Dra. Elizabeth Jelin . YouTube.
LaCapra, D. (2005). Escribir la historia, escribir el trauma. Ediciones Nueva Visión.
Molina, F. (2010). Crónicas de la sodomía. Representaciones de la sexualidad indígena a través de la literatura colonial. Bibliographica Americana. Revista interdisciplinaria de estudios coloniales, 1-12.
Peró, M. (2016). La Unión Civil y los eventuales aportes de los compañeros civiles en una sociedad anó- nima. Enfoque Derecho. https://bit.ly/2zPF4F9
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Santa Cruz, L. (2021, 29 de marzo). Comisión de la Mujer aprueba predictamen de la ley de identidad de género. Pasión por el derecho. https://lpderecho.pe/congreso-ley-identidad-genero/
Tacarena, L. (2016, 17 de agosto). Historia y Memoria . YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=bQqginM7Dzk
Ulfe, M. (2013). Dos veces muerto: la historia de la imagen y vida de Celestino Ccente o Edmundo Camana. Memoria y sociedad, 17(34), 81-90.
Voss, B. & Schmidt, R. (2000). “Archaeologies of sexuality: an introduction”. En Archaeologies of Sexuality (pp. 1-34). Routledge.
[1] En algunos casos los proyectos son bastante específicos y menciona que se trata de un proceso de recuperación de la memoria ‘marica’, y en otras se trata de ésta más la inclusión de la memoria travesti, o de la diversidad sexual de manera amplia.
[2] Para citar algunos ejemplos, el 22 de octubre del 2021, dos bancadas del Congreso de la República presentaron el proyecto de ley que plantea el matrimonio igualitario entre personas del mismo sexo, a partir de la propuesta de modificación del artículo 234 del Código Civil (El Comercio, 2021). Esta reivindicación no es novedosa, pues ya se ha presentado sin éxito en el 2015 (El Comercio, 2015), 2016 (Peró, 2016) y 2017 (Gestión, 2017) tanto bajo figuras de la unión civil como de matrimonio igualitario, y que busca cambiar la definición sobre matrimonio, centrada como una unión heterosexual. De igual manera, el acceso a la identidad de género para personas trans es un tema que parece ‘eternamente’ demorado, ya que fue presentada en el 2016 (Perú 21, 2016), y recién en marzo del 2021, la Comisión de Familia del Congreso aprobó por mayoría su pre dictamen (Santa Cruz, 2021), estando a la espera para su debate. Finalmente, en el 2017 el Congreso derogó las referencias a la ‘orientación sexual’ e ‘identidad de género’ del Decreto Legislativo 1323 que introducía modificaciones al Código Penal que introducía en los crímenes de odio dichas causales (García, 2017), mientras que en los Censos Nacionales y de Vivienda del 2013 y 2017 se excluyeron toda mención referida a la población LGBTIQ+ y que significaba una oportunidad de tener información ‘oficial’ de nuestra comunidad.
[3] En relación a la destrucción de evidencia, es conocido algunos hechos que describen a arqueólogos que optaron por destruir vasijas por considerarlas ‘obscenas’, dado que detallaban prácticas sexuales diversas de manera explícita, lo que explica la ausencia de éstas en diferentes colecciones nacionales. Se desliza la idea que esta acción estaba orientada a ‘salvar’ la identidad nacional, claramente motivada por un sentido heteronormativo (Woloszyn & Piwowar, 2015).
[4] Se puede interpretar que en la academia se ha implantado una heteronormatividad institucionalizada sobre las sociedades del pasado en el Perú. Particularmente, se ha instaurado un silencio frente a todo indicio que vaya más allá de las descripciones rituales de fertilidad heterosexual, y una negación explícita a toda evidencia que pudiera intuir la diversidad sexual. Por ejemplo, Kauffmann en el libro ‘Comportamiento sexual en el Antiguo Perú’ evidencia que en su época tanto él como Larco Hoyle tuvieron que enfrentar “la maraña de noticias antojadizas que circulaban en voz baja acerca de las ‘costumbres depravadas’ de los incas y de los protagonistas de la cultura Moche en especial” (1978, p. 7). No obstante, su defensa se centró en que sólo se trata de una ‘vasija’ que representaba un acto homosexual, por responder a una especie de leyenda popular que refería como muy extendida la homosexualidad en dicha sociedad prehispánica.