En Hiroshima mon amour, Marguerite Duras cuenta que a días de la caída de la bomba atómica, la ciudad se llenó de flores: «Por todas partes no había más que acianos y gladiolos, y campanillas y lirios que renacían de las cenizas con extraordinario vigor, desconocido hasta entonces en las flores».
Esta imagen me recuerda a lo acontecido en Chimbote (y por chimbotanos fuera del puerto) durante el encierro al que nos condenó la explosión de esta pandemia que nos sigue costando innumerables vidas de familiares y amigos, pues en medio del dolor y el autoexilio, la «energía de la palabra» (como diría Chomsky), los libros y lectura, han brindado resignación, entendimiento y han oxigenado la vida.
No en vano el poeta y director de la revista de poesía «Santa Rabia», Elí Urbina, publicó recientemente —con un renombrado sello argentino— «El abismo del hombre» (Buenos Aires Poetry, 2020); el cronista Augusto Rubio reunió en un libro un testimonio de primera mano sobre lo sucedido/padecido durante el COVID-19: «La peste que te habita» (Arteidea, 2020); y hace un par de meses Ricardo Ayllón, escritor y editor, puso en circulación tal vez el primer eBook local: «¡Chimbote, Chimbote, Chimbote! Identidad y cultura porteñas» (Libros peruanos, 2020), en el cual reúne más dos décadas de artículos periodísticos sobre arte y literatura en la Provincia del Santa.
Además, durante esta cuarentena, varios autores han liberado sus libros, como el narrador Diego Rojas, quien puso a disposición gratuita «Las secuelas de Lucía» (Fondo Editorial del Instituto Pedagógico Chimbote, 2016). Hace unos días hizo lo propio el laureado Antonio Sarmiento (Premio Copé Oro de Poesía 2015) con su libro «Sin piloto automático» (Gaviota Azul Editores, 2018), y antes otro Copé (Oro de Novela 2011), Fernando Cueto, quien ha compartido textos inéditos en su muro de Facebook. «Las máquinas deseantes» (Paracaídas Editores, 2015), de mi haber poético, se puede leer con solo un click desde fines de abril.
Una de las iniciativas más felices han surgido del siempre entrañable Oscar Colchado Lucio, quien desde este mes nos lee a viva voz cuentos como «Del mar a la ciudad» o nos comenta en qué se inspiró para escribir su novela infantil «Cholito tras las huellas Lucero» a través de su página de Facebook. Pero sin duda, uno de los proyectos más osados respecto al libro y la lectura ha sido la inauguración de «Mendoza Franco Librería», de los hermanos Diego y Renato Mendoza Franco, el primer pulmón cultural de la ciudad, que en medio de esta «distancia social» nos acerca a la imaginación y la reflexión en una ciudad que carece de espacios para la crítica y las propuestas.
Durante la pandemia muchos proyectos socioculturales se han ido ajustando a la emergencia sanitaria, por lo cual el formato audiovisual y de transmisión on line han cobrado protagonismo, entre ellos, el de “Murukushun”, organización que integra el periodista Dan Ruiz Castillo, en la cual niñas, niños y adolescentes del centro poblado Cascajal tienen al libro como herramienta de cambio y desarrollan lecturas, discusiones y debates al respecto.
Nacieron también en Chimbote —mediante la escritura— proyectos de divulgación científica sobre el COVID-19, como «Ciudad ConCiencia», que dirige la biotecnóloga Tatiana Toribio, y «100Cía – Comunicación digital», desde el cual compartimos información pertinente y oficial sobre la pandemia.
El Centro Cultural Centenario y la plataforma Cola de Lagartija asumieron la discusión sobre nuestra realidad a través del ciclo de conversatorios «Cultura en cuarentena», en el cual participaron especialistas locales, nacionales e internacionales, entre ellos Pedro Villa, exdirector del Libro y la Lectura del Ministerio de Cultura y actual Director de Contenidos y Relaciones Institucionales de la Cámara Peruana del Libro.
A raíz de este proyecto han surgido innumerables otras transmisiones virtuales sobre libros, autores y gestores que han contribuido a través de sus conocimientos y experiencias a repensar la ciudad y fortalecer las capacidades locales. Es importante resaltar también el esfuerzo por organizarse de todos los integrantes del sector cultural local.
Todos estos proyectos le han permitido respirar a chimbotanas y chimbotanos y oxigenar la ciudad, y se han hecho en medio de la orfandad del gobierno local, regional y nacional, pues ninguno de estos ha apoyado de alguna manera a las personas u organizaciones porteñas, más bien estos proyectos se han sacado adelante a pesar de la inacción de las municipalidades y de sus autoridades respecto a políticas públicas referidas al libro, la lectura y las bibliotecas —y a la cultura en general—.