Vemos por todos lados noticias sobre la operación Chavín de Huantar en donde un contingente de las fuerzas militares rescató a las personas que habían sido tomadas de rehenes en la Embajada de Japón por un grupo de militantes del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, desde el 17 de diciembre de 1996 hasta el 22 de abril de 1997. Las demandas del MRTA eran la liberación de 465 emerretistas, mejorar las condiciones carcelarias y revisar las reformas neoliberales que había emprendido el fujimorismo.
Frente a ello, busco reflexionar sobre la historia que se replica en todos los diarios y a su vez en varios muros de mi facebook. Al fin y al cabo, existe libertad de expresión y pensar diferente no puede ser sinónimo de silencio.
Cuando los 14 emerretistas toman la Embajada de Japón, primero liberan a todos los ancianos y a las mujeres, entre ellas a la madre y hermana de Alberto Fujimori. Este primer detalle nos debe dar cuenta que los emerretistas no actuaban como asesinos sin reparos, sino que tenían un código de ética que estaban respetando, a pesar del asalto violento contra la libertad de las personas que habían asistido a la celebración en la Embajada. Es decir, sus necesidades, las motivaciones que enarbolaban para actuar como actuaron, no estaban por encima de la ventaja política que significaba tener a dos mujeres apellidadas Fujimori entre sus rehenes.
Habían 800 invitados que fueron tomados de rehenes, de estos, 250 fueron liberados a pesar de que Alberto Fujimori sostuvo que no habría conversaciones. La muerte de los rehenes no era el fin de este ataque, aunque los medios no fuesen correctos. Después de todas las liberaciones de rehenes quedaron 71.
Se formó una comisión que dialogara con los emerretistas, mientras se construía un túnel para entrar sorpresivamente, lo que demuestra que no hubo nunca una intención de llegar a acuerdos ni negociaciones, sino que la comisión sirvió como distractor.
Como explicó para el New York Times el exembajador de Canadá, Anthony Vincent, quien fue miembro de esta comisión, “en retrospectiva, algunos creyeron que la comisión de garantes había servido poco más que como una cubierta para dar [a Fujimori] el tiempo de poner en su lugar los elementos físicos y políticos necesarios para un asalto”.
Fueron 126 días de privación de libertad. Hubieron 17 fallecidos, de los cuales 1 era civil, dos de las FFAA y 14 eran miembros del MRTA. Se necesitaron aproximadamente 150 comandos para aniquilar a 14 emerretistas entre 18 y 21 años, varios de los cuales ya se habían rendido. Matar a personas rendidas y que no responden un ataque viola los tratados internacionales que el Perú ha firmado para proteger el Estado de Derecho, la integridad y la vida de los rendidos, quienes también son seres humanos, a pesar de que los discursos buscan convertirlos en monstruos justamente para poder matarlos con legitimidad. En el Perú, el asesinato no es legal, pero algunos asesinatos suelen pasar por legítimos, y eso fue lo que pasó en este caso: los militares que participaron fueron condecorados.
Habiendo dicho lo anterior, ¿será tan difícil poner las cosas en un contexto histórico y geopolítico?,
¿considerar que los emerretistas de la toma de la Embajada también eran personas?, ¿que existe un tratado de derechos humanos que da lineamientos sobre cómo se deben tratar a los rendidos y que Fujimori se paseó en este y en tantos más?, ¿considerar que no eran asesinos desquiciados ni los demonios que pintan (no mataron a nadie durante el cautiverio y liberaron a gran parte de sus rehenes)? Los que secuestran están penados por ley , y una pena que implica cárcel, no asesinato premeditado.
Finalmente, conozco a algunos pocos que cuando rezaban por las personas de la Embajada, en sus plegarias también consideraban a los emerretistas. Yo no soy religiosa, pero espero y deseo que algún día todos aquellos que se consideran de alguna religión puedan hacer los mismo, sentir empatía sin distinciones. Y para los que son como yo, que no tienen a ningún dios en sus vidas, un llamado al cuestionamiento profundo y crítico, lo cierto es que sin procesar y desafiar las verdades impuestas, la reconciliación está muy lejos de suceder.
Y por eso mismo, porque no existen verdades absolutas, un abrazo grande a todas las familias que lloran en silencio a sus muertos, estuvieran en el bando que estuvieran, familia es familia y el amor verdadero no sabe de distinciones de ninguna clase.