Mano Alzada
Opinión

El virus que le dio rostro a lo invisible

De pronto todos pusimos la vista en aquel sistema sanitario público donde su personal viene subsistiendo a la precarización de su fuerza de trabajo, de su infraestructura obsoleta, la falta de insumos y la pérdida de la empatía por el otro, hechos que vienen dándose hace más de 30 años en cada arremetida neoliberal.

De pronto conocemos el rostro y el empuje de los egresados y actuales miembros de las universidades públicas que, distribuidos por las instituciones al frente de esta crisis y desde los pocos recursos que se tiene, vienen analizando, evaluando, interpretando y proponiendo soluciones, siendo réplica para el resto de universidades.

De pronto vemos el rostro a los informales, a los campesinos y defensores del medioambiente, a los pobres y extremos pobres de un país que la prensa siempre nos decía que crecía exponencialmente.

De pronto ahora los “liberales” (esos que creen ser parte de la highlife por actuar como oligofrénicos ante los mandatos de los que verdaderamente cortan el jamón) vienen a interpelar al Estado y sus políticas públicas cuando se la pasaron por todos los ministerios y gobiernos hablando del intocable capítulo económico de la Constitución fujimorista.

De pronto nos dimos cuenta de que tenemos un Estado que no conoce a los suyos, que un gran número de ciudadanos son NN o minorías, carente de servicios básicos indispensables para subsistir, donde no hay forma de llegar porque simplemente no existen para las estadísticas.

De pronto también se le cae la careta a los dueños de todo, y los vemos ahí preocupados por sus cuentas, oponiéndose en complicidad a las pocas medidas efectivas que hace este gobierno, lucrando con la oportunidad de la subida de precios, despidiendo gente, llenándose la boca de preocupación por los “informales” o los que viven el día a día cuando siempre les importó una mierda.

Y de pronto también nos vemos interpelados a la romantización del concepto de “pueblo”, cuando tenemos una tasa tan alta de detenidos y carentes de solidaridad por el otro.

Y claro que hay otros problemas de salud pública de qué ocuparnos, claro que hay muertes tan lamentables como morir por TBC y VIH, por los feminicidios, por hambruna, por neumonía en las alturas o morir en los pasillos de los hospitales.

Tenemos que ser una sociedad que alce la bandera de la justicia social para todos y todas, pues una sociedad que se alce sobre los cadáveres de sus ancianos sin haber hecho todo lo posible para evitarlo, nos convertiría en una sociedad digna de la extinción.

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