Mano Alzada
Opinión, Política

La política a la ‘peruana’: entre el neoliberalismo y los fantasmas rojos

¿Qué ha sucedido en el Perú estos últimos años? Vemos comunistas por todos lados, existe un terror irracional de venezolización/cubanización del país, el terruqueo se acrecienta sin ninguna discreción ni pudor, se dice que llegaremos a ser la Camboya de 1975 bajo el régimen de Pol Pot. Y lo que remata la escena es ver personas, colegas, amigos, que podría decir que pertenecen a la gran clase trabajadora defendiendo el “sistema”. Y lo pongo entre comillas, pues en este contexto de elecciones se ha convertido en un actor central de una ópera trágica, en el medio de un conflicto que tiene dividido al país, los de arriba y los de abajo, los unos y los otros, recordando los títulos de esas novelas noventeras que representaban el conflicto social desde el cotidiano.

En medios sociales se observa que un sinnúmero de personas culpan a la izquierda por esta situación actual: la desigualdad, la crisis económica y hasta la crisis sanitaria. Nombran a Velasco Alvarado, Alan García, Belaúnde, Toledo, Humala, incluso a PPK y Sagasti. Descontando a Velasco, ¿de dónde sacan que los demás eran de izquierda, socialistas y comunistas?

Creo que hay que considerar dos puntos centrales para entender esta cierta confusión que existe en la población, alentada claro por los medios y los grupos de poder, que siempre han satanizado con el ‘cuco rojo’ toda propuesta que los diferenciaba de ellos.

Un primer punto es el discurso político, que ha ido desde el populismo con García, Fujimori, Toledo, Humala, hasta las posturas ‘liberales’ donde colocaría a PPK, y a un mayor número de candidatos que curiosamente no han ganado las elecciones. Este discurso ha sido más retórico y práctico, y no tanto ideológico, y que solo se ha orientado a convencer al electorado. Y en este país, dada las condiciones de pobreza y desigualdad, siempre el populismo ha sido bien recibido como discurso. Un segundo punto, y muy diferente, es la política que cada país asume en relación con su economía, y que en teoría se debe orientar hacia la estabilidad y el crecimiento.

El primero, como sabemos, ha variado de acuerdo con conveniencias y el momento oportuno para acomodarse a la situación y decirle al pueblo lo que deseaba escuchar; pero lo segundo se ha mantenido desde los 90 siempre en una sola dirección, es decir, orientado al mercado y al neoliberalismo ‘a la peruana’.

Con Fujimori se inició una apertura descarnada al mercado, así como un proceso de flexibilización del trabajo y la casi obligatoriedad de seguir las ‘recetas’ económicas del FMI y el Banco Mundial. Lo que se dice que se ganó en ‘estabilidad económica y crecimiento’ fue a un costo muy alto, pues el precio de ello se endosó a la clase trabajadora, la cual sin estabilidad, sin derecho a la libertad sindical se vio expuesta a la informalidad y a la pobreza estructural.

Y este sistema no ha variado en estos 30 años, en detrimento de la educación, la salud, el bienestar del grueso de la población, pues no se cumplió la letanía neoliberal ‘a la peruana’, la cual quedó registrada como ‘producto peruano de bandera’ y el crecimiento ‘por chorreo’. Sin duda, eso resume nuestra política económica criolla, eso define a nuestras ‘élites’ gobernantes, las cuales han sabido muy bien cohesionar interés económico y político, convirtiendo a esta última en una herramienta para la creciente privatización e instrumentalización del bien público (con su dosis de corrupción), y en donde ha dejado de ser útil para democracia y la representación de los diversos intereses, en particular de los siempre rezagados.

Boaventura de Sousa Santos lo describió muy bien en una entrevista en 2016, en donde advertía que había que “impedir que la economía de mercado extienda su ámbito hasta transformar la sociedad en una sociedad de mercado (donde todo se compra y todo se vende, incluyendo valores éticos y opciones políticas), como está sucediendo en las democracias del Estado de mercado” (2016). ¿Acaso no enfrentamos esta situación actualmente?

Por tanto, en todo este tiempo, la ciudadanía ha cedido, se ha adecuado, adaptado y lamentablemente ha asumido como cotidiano que el sistema siempre ha sido así, inestable, y es mejor conservar el trabajo que luchar por recuperar los beneficios arrebatados. La aniquilación de la lucha sindical, el amedrentamiento a la libertad sindical ha tenido un efecto nocivo en nuestra sociedad.

Somos testigos de ver trabajadores tercerizados, con contratos temporales, que se renuevan cada tres meses, o incluso cada mes, y hasta trabajadores informales, que defienden con uñas y dientes el sistema, y profesan a los cuatro vientos que no debe cambiar, que es intocable por sobre todas las cosas.

¿Cómo hemos llegado a esto? Cómo es posible que siendo trabajadores que no poseen estabilidad laboral defiendan que nada debe cambiar, acusando al cambio de socialista, comunista, terrorista… ¿No han visto colegas siendo despedidos una vez que van a cumplir los cinco años de trabajar en una misma empresa u organización? ¿Es esto lo que desean para sus vidas, es este el fin supremo como individuos?

Si se trata de encontrar responsables de esto, la real ‘mea culpa’ lo deben hacer los diferentes gobiernos que en realidad han sido híbridos entre la política y la política económica, pero que han defendido algo en común, el libre mercado. Y en ese sistema, modelo, o lo que sea llamarse, ya no da para más, y lo que me preocupa con seriedad es cómo dicho sistema ha creado una ‘falsa o irreal conciencia de clase’, pues veo que muchos de esos trabajadores tercerizados a través de las services (creados por Fujimori padre), creen que son de clase media, cuando en el país llamar ‘clase media’ a un sector es casi una noción abstracta, que no tiene una definición clara. Dicha etiqueta representa bien a un sector que a veces se mueve por orientaciones más prácticas que ideológicas. En términos generales habría que preguntarse qué define a la clase media en el Perú, los ingresos o la ideología, o el cruce de ambos.

Viendo este panorama, comprueba que 30 años de neoliberalismo han tenido efectos sociales, políticos, culturales, y que se manifiestan en nuestra cotidianeidad. La economía, sin duda alguna, es un componente central de nuestra existencias como sujetos sociales, ejerce una presión e influencia en nuestras interacciones, conductas, perspectivas, intereses, hasta en el nivel anímico.

La flexibilización laboral, la creciente informalidad económica conjuntamente con la desigualdad social ha generado un ambiente de incertidumbre generalizada, que ha derivado en una informalidad de la política, incluido las relaciones sociales generando un ambiente de indiferencia e incumplimiento de las normas de convivencia mínima, lo que algunos teóricos denominan ‘la cultura combi’.

Por ello es que las personas creen que tener un empleo es el máximo estadio de desarrollo, por lo que ante el temor de perderlo sacan a relucir las más extravagantes teorías conspiracionales, teñidas de rojo, además, cuando al parecer desconocen que el sistema que defienden es su propio opresor que los mantiene en un sótano oscuro, y pensarse fuera de este a veces no llega a constituir un acto de rebeldía, pues más bien lo consideran como inviable y temeroso, sino pregunten a una persona: “¿Qué pasaría si te quedases sin empleo?“. No llegan o no desean imaginar dicha situación.

En estos tiempos, además, el sistema se ha sabido adaptar a estos nuevos tiempos, y prueba de ello es la ‘romantización de la pobreza’ bajo el eslogan del emprendimiento, haciendo al sujeto enteramente responsable de su situación de pobreza, “es pobre porque así lo quiere”, como si fuese tan fácil despertar una mañana y decidir “ok, hoy no seré pobre”, y no tenemos nada, ningún capital material o simbólico que nos ayude a salir de dicha realidad.

Otros culpan de la inestabilidad laboral a un estado fallido o un ministerio hiperburocratizado, ¿acaso son lo mismo para empezar? Y ¿podemos ser tan inocentes para pensar que si supiéramos que resolver ese problema depende solo del Estado, cuál es el motivo entonces para que no se haya hecho? Acaso no saben que existe la Confiep, acaso no es obvio que en el Congreso operan los lobbies para generar garantías para los empleadores y no para los empleados.

Por otro lado, un sector llama a terminar con el odio, llama a reconciliación, lo que implica endosar al voto a quien representa todos estos años de liberalización y de corrupción. ¿Cuál odio tengo yo? ¿Crees que yo odio a la señora K? El odio sería fundado si fuese yo una mujer esterilizada, una persona desaparecida y sus familiares, un trabajador precarizado por el remate de las empresas publicas. Yo no tengo por qué odiarla, pero sí me solidarizo con todas esas luchas de las miles de personas que han sido afectadas directamente por el régimen fujimorista. Yo solo deseo asegurar un país democrático y que por una vez se ensaye un cambio en el sistema, en la dirección de la política económica, que le haga frente a los poderosos y que por única vez pueda velar por los intereses nacionales y el de todos sus ciudadanos.

Se menciona también que el país solo siguió la tendencia liberal, la globalización, el libre mercado, la apertura al comercio global. Sabemos que en el mundo puede pasar muchas cosas, tendencias, etc., pero ¿acaso un país debe ser necesariamente arrastrado por esa tendencia? Por ejemplo, que el Perú se ‘convierta’ en Venezuela es responsabilidad directa del fujimorismo, ¿por qué? Porque terminó de destruir lo único que pudo hacerle frente a esa tendencia global neoliberal, que es la industria nacional. Y para mayor claridad, las tendencias no encuentran a todos por igual, todos los países no están en las mismas condiciones abstractas de competir entre ellos, y esto es una realidad que la hemos vivido en carne propia.

Además, no es importante acaso que el Estado promocione su industria, no se ha dicho los últimos años que la única fórmula para salir de la dependencia de los commodities de los minerales es a través de una diversificación económica, el fortalecimiento de las manufacturas, la industrialización, con la finalidad de dar un valor agregado a las exportaciones peruanas. Pero, ¿acaso también esto no ha sido otro discurso? Porque, ¿qué han hecho las grandes empresas o la propia Confiep para asegurar esta salida?

Europa ahora mismo se encuentra preparando un proceso de nacionalización masiva de empresas para salvarlas de la quiebra, esto en Italia (nacionalización de la compañía Alitalia), Alemania (empresa Adidas) y Lufthansa), Francia (Air France-KLM, en la que ya es accionista) y España (aún por evaluar si conviene o no).

Frente a ello, me gustaría ver qué dice nuestra ‘derecha criolla liberal’, seguro dirán que el virus del lápiz ha generado una marea roja que ahora invade Europa. Más allá de ello, esto demuestra que la intervención del estado para un lado es positivo y para el otro (el nuestro) es negativo y nocivo para ‘el sistema’ (Garrido, J., y AZ, J., 25 de abril 2021).

Se vienen semanas intensas, divididas claro, y en donde se notará con mayor detalle lo que Federico More escribió en 1919: “Los limeños eran precisamente lo contrario de los libertadores. Eran el alma conservadora de la colonia, el cordón umbilical entre la metrópoli y sus hijas” (p. 78). Será acaso que los 280 años de sistema colonial y haber asentado en Lima, su capital, haya creado casi una resistencia congénita al cambio, resistencia que ahora vemos con mayor notoriedad. Nos vienen tiempos movidos, sobre las olas del vaivén de la política ‘a la peruana’.

Bibliografía

Garrido, J., y AZ, J. (25 de abril 2021). Europa se prepara para la nacionalización masiva de empresas. Recuperado de: https://www.cronista.com/internacionales/Europa-se-prepara-para-la-nacionalizacion-masiva-de-empresas-20200423-0002.html

De Sousa, B. (2016, October 26). Entrevista con Boaventura De Souza Santos [OpenDemocracy].  Recuperado de: https://bit.ly/2OTZLGl

More, F. (1919). Lima contra Chile, Perú i Bolivia. Antofagasta: Imprenta Skarnia. 

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