Mano Alzada
Opinión

Multa en Cieneguilla, muerte en Los Olivos

Así debería ser una «intervención policial», como la realizada recientemente en Cieneguilla: encuentras a jóvenes en una fiesta, los invitas a salir y los llevas a la comisaría para multarlos —según la ley— con 430 soles, que es lo que corresponde (y he repetido hasta el hartazgo) por infringir el toque de queda (y es lo que se debió hacer en Los Olivos para que no mueran doce mujeres y un hombre).

No veo aquí que los policías los pongan boca abajo contra el suelo, los enmarroquen o que los formen (como en otras intervenciones que circulan en los medios), como tampoco veo a peruanas y peruanos deseándoles la muerte ni a los medios ensañándose con ellos, averiguando la vida de cada uno o haciendo una telenovela con su detención.

Es más, no veo en este reportaje ni siquiera que toquen a los jóvenes o les levanten la voz; por lo tanto, así se hace una intervención eficaz y eficiente para lo cual se tienen que prever todos los posibles escenarios. La pregunta es: si en todas las intervenciones que hemos visto «reducen» a los intervenidos a pesar de que no opongan resistencia, ¿por qué en esta fueron tan amables (como siempre deberían ser)?

Personalmente pienso que existe una cuestión de clase en los operativos policiales: te hablan y te tratan según tu rostro, ropa, carro, dónde vives, etcétera, pues asumen que dependiendo de estas características tienen más «poder», y eso los hace librarse de la justicia o peor aun, tomar venganza contra los efectivos policiales, lo cual denota la corrupción estructural del Estado. Esto tiene que cambiar. A las ciudadanas y a los ciudadanos se les debe tratar según sus acciones, faltas o delitos, y siempre respetando sus derechos, pues la función de la policía no es ajusticiar personas, sino ponerlos a disposición del Ministerio Público para que posteriormente el Poder Judicial determine su culpabilidad o inocencia.

Pienso que en el caso de los operadores de justicia debería haber más control psíquico y psicológico. Lo que necesitamos son policías que nos vean y traten a todos por igual, como si todos fuéramos esos chicos de Cieneguilla. Sueño con una policía que interviene seres humanos como si fueran sus hermanos o un primo querido al que tuvieran que arrestar, y si opone resistencia, usen la fuerza haciéndole entender que hizo algo incorrecto y necesita llevarlo ante las instancias correspondientes. ¿No sería eso ideal?

Una cosa es innegable: hay muchas personas malvadas, desquiciadas, obsesivas, intransigentes, corruptas y estúpidas en general que por diversos motivos, reales o ficticios, quieren hacernos daño, y la policía debe defendernos de estas. Sin la policía, ¿quién podría asegurarnos que estuviéramos protegidos? Si alguien quiere perturbar nuestra paz física, sexual, psicológica o económica, ¿quién debe socorrerme? ¿Los fiscales, los jueces? No, la policía es la instancia material, la primera. Los fiscales y jueces acusan y condenan luego, respectivamente.

Es por eso que cuando la policía abusa de la ciudadanía es doblemente indignante, porque su función es la contraria. Es como si fuéramos a buscar socorro y consuelo en nuestro padre porque nos robaron y este encima nos golpeara. Por eso yo hago votos porque Vizcarra cambie sus medidas de violencia, represión y encierro por estrategias socioculturales (conductuales), y que las futuras intervenciones sean como esta en Cieneguilla: detención pacífica y multa, y prever si las cosas se pueden salir de control. También pido porque las peruanas y los peruanos sean críticos sobre la función de las instituciones públicas, la cual es salvaguardar la vida de todas y todos, y no solo de quienes padecen de COVID-19, y que además reflexionen sobre esa actitud malsana de desear la muerte de sus compatriotas, tan seres humanos como ellos, y que si luego de esto siguen sintiendo lo mismo, deberían buscar ayuda psicológica profesional.

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