Escribe: Marisol Fernández Revoredo
Nunca pensé que sería testigo de una experiencia tan humillante como la del sábado 21 de enero en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) producto de la “intervención” de la Policía Nacional del Perú (PNP), la cual supuestamente nos debe cuidar a todxs por igual. El sábado me encontraba cerca a la puerta de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), había dejado a mi hija con un grupo de estudiantes voluntarios que iban a llevar los donativos recaudados para quienes estaban alojados en la UNMSM, cuando de pronto notamos que había helicópteros que sobrevolaban dicho campus y vimos, a lo lejos, que una gran cantidad de camiones portatropas de la PNP habían tomado parte de la Av. Venezuela, bloqueando el pase hacia la Av. Universitaria donde se ubica la puerta 3.
Junto con la profesora de la UNMSM, Angélica Motta, intentamos entrar por la puerta vehicular, acreditándonos ambas como profesoras de la Universidad; sin embargo, varios policías impidieron nuestro ingreso diciendo: “Hay un operativo y no se está permitiendo el ingreso de nadie, pregunten por la puerta 3”, e insistieron ante nuestras alegaciones.
Ya en la puerta 3 vimos partir a dos buses de la PNP repletos de personas que por las ventanas clamaban por ayuda. Nunca olvidaré esos rostros, llenos de pánico al no saber a dónde se les llevaba y cuál sería su futuro. En el Perú aquellas personas que han sido detenidas por ser supuestamente terroristas han recibido no solo maltratos, sino torturas y, en el peor de los casos, han sido desaparecidos o ejecutados. Ser considerado terrorista te hace parte de un género subhumano que para muchos los lleva a pensar que es aceptable el peor de los tratos e incluso la eliminación extrajudicial. Rápidamente les dimos el alcance en la Dirección de Investigación Criminal (Dirincri), en donde tuvimos que ejercer mucha presión para entrar. Éramos cerca de una veintena de abogadxs en la entrada del edificio de la Av. España, en el centro de Lima, hasta ese momento toda la actuación policial no era acompañada por el Ministerio Público y lxs detenidxs no tenían abogadxs (todas estas son infracciones a la Constitución).
Una vez en el hall del edificio, alrededor de las 11 de la mañana, un miembro de la PNP asignó a cada abogado el patrocinio de cinco detenidxs. En mi caso a un estudiante de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA) y cuatro campesinxs: una señora quechuahablante de Cusco y tres señores aymaras de Puno.
Al entrar a la oficina en la que se encontraban mis patrocinadxs, me encontré con el estudiante y uno de los señores de Puno enmarrocados y en crisis nerviosa, y una señora a la que se le había bajado la presión. Ninguno de ellxs, al haber sido detenidsx, estaba realizando alguna actividad ilícita, simplemente la PNP allanó la Universidad, los tiró al piso, los enmarrocó, los humilló como si fueran delincuentes y los subió a los buses. La propia PNP ha reconocido y consta en las actas que ninguno ofreció resistencia y más bien todxs mis patrocinadxs señalaron que la PNP los había maltratado verbalmente con insultos racistas y gritos.
En retrospectiva, creo que la estrategia de la PNP hacia lxs abogadxs era cansarnos, todas las diligencias fueron inexplicablemente muy lentas: actas de incautación de bienes, lacrado de los mismos, actas de llamadas a familiares, examen médico legal y otros, tomó horas. Todo estos se realizaron sin presencia de fiscales. Solo a partir de las 10 de noche, aproximadamente, comenzaron a darse las declaraciones de los detenidos, no habían iniciado antes porque se requería la presencia de la Fiscalía de turno, que se tomó todo el tiempo del mundo para llegar. En mi caso terminé alrededor de la 1 de la madrugada gracias a que se sumó al patrocinio la abogada Lucy Marmanillo. Tengo entendido que hubo colegas que incluso se quedaron hasta las 4 de la madrugada.
Gracias a la intervención de las congresistas Sigrid Bazan y Ruth Luque, alrededor de las 4 de la tarde la PNP cambió su actitud hacia lxs detenidxs, permitió una acción elemental, el ingreso de líquidos y comida para todxs lxs detenidos. Además, varios colegas nos pusimos fuertes para que se compre medicamento para una detenida hipertensa, porque un colega le había pedido a un jefe de la PNP, que la señora necesitaba con urgencia atención médica, a lo que él le respondió vociferando “a mí cómo me consta”. Cuando le informé al policía que una persona con crisis de hipertensión podía morir y que solo bastaba comprarle una pastilla para resolver el asunto, le pregunté: “¿Usted quiere hacerse responsable si la señora se muere?”. Recién allí puso atención y de mala gana dijo que vayan a comprar la pastilla. En contraste, después vería cómo él mismo trataba muy caballerosamente a las congresistas.
En otro momento, una de mis patrocinadas estuvo a punto de desmayarse. Cuando traté de reanimarla le pregunté qué sentía, y me dijo: “Estoy así por todo lo que me han hecho y quiero hablar”. El policía que estaba custodiando le dijo: “Ya pues, mamita, si no has hecho nada malo para qué te pones así”. Otro de mis patrocinados, un señor puneño de aproximadamente 50 años lloraba desconsoladamente y me decía que no entendía lo que estaba pasando y que no iba a firmar nada, nuevamente la policía les decía que no estén nerviosos si no habían hecho nada malo. Lo contradictorio es que en las actas que a algunos de mis patrocinados les habían hecho firmar decía que los habían detenido por “usurpación agravada en flagrancia”.
Entre los detenidxs había quechua y aymarahablantes, supe por un colega que la PNP le dijo a uno de ellos: “Habla en castellano, no te hagas el que no entiendes”.
Por la tarde empezaron las colas para pasar al examen médico legal, algunas detenidas estaban aterradas de lo que les pudieran hacer. En el momento no supimos de alguna intervención médica fuera de los protocolos. Todo esto tomó mucho tiempo de espera, luego fueron trasladados a otro piso del edificio para pasar otros exámenes, a dos de mis defendidos se los llevaron enmarrocados y ante mi reclamo por ese hecho un policía me dijo que esos eran los protocolos, cuando les dije que algunos no estaban enmarrocados me dijo: “No tenemos suficientes marrocas, al que le toca le toca”.
A lxs detenidxs se les incautó todas sus pertenencias, las que están en proceso de devolución, dinero recolectado, ropa, celulares, cargadores, mochilas, lo cual constituye una arbitrariedad puesto que no son bienes que pudieran tener una relación con la supuesta “usurpación agravada”. Sin embargo, algo que me llamó la atención es que mis patrocinados de Cusco y Puno entre sus pertenencias tenían dinero, 150 o 200 soles, pero en su mayoría era de la sumatoria de monedas de uno y cinco soles y algunos billetes de 10 soles. Pareciera que efectivamente era dinero que habían recibido para sus gastos de colectas en sus comunidades.
Luego de compartir horas en un espacio reducido durante la jornada, el trato de los policías hacia lxs abogadxs fluctuó entre la hostilidad y la “amabilidad”. El equipo de policías que estaba a cargo de las diligencias de mis cinco patrocinadxs me llamaban “doctorcita”. Alguno era todo un gil: “Recíbame un caramelito para que endulce el día”, “qué bueno contar con su presencia, doctorcita, nos alegra el día” o “siéntese que aquí estaremos hasta la madrugada” y uno llegó a decirme casi en el oído: “No va a pasar nada, doctorcita, esto es político”.
Finalmente, han sido fundamentales no solo las congresistas antes mencionadas sino la Defensoría del Pueblo que cumplió una gran labor de supervisión en la Dirincri y lxs intérpretes del Ministerio de Cultura para todos los casos en los que la lengua materna no era el castellano. Estoy muy orgullosa del gran trabajo de lxs chicxs de la PUCP, organizados por la Federación de Estudiantes de la Pontificia Universidad Católica (FEPUC), que nos alcanzaron víveres y comida y estuvieron pendientes de todo lo que necesitáramos.
Luego de casi 13 horas nos retiramos al haber concluido todas las manifestaciones. Desde ayer todxs han sido liberadxs por mandato del Ministerio Público, que indica que de los 192 detenidos no hay una sola persona con evidencias de ser parte de alguna organización terrorista, lo que pone en evidencia que en la UNMSM se llevó a cabo un operativo político, abusivo y arbitrario, para mandar un mensaje muy claro y disciplinar a los estudiantes y a quienes viniendo de tan lejos son parte de las protestas: “Si marchas y eres/estás en San Marcos, te trataremos como un terrorista”. Esta intervención lo único que ha logrado es mayor indignación, rabia y, seguramente, aumentará aún más la protesta social.
Escribo este relato como una manera de desfogue ante todo lo que hemos vivido durante las 13 horas en la Dirincri, lo que es insignificante en comparación con el miedo, la humillación y la indignación que han sentido lxs estudiantes y quienes han venido a Lima para protestar, a esta ciudad tan hostil con “los otros”.
Dina Boluarte convoca a “sus hermanas y hermanos” al diálogo, palabras sin sentido cuando vemos el daño que ha avalado. No nos hable de hermandad, Dina Boluarte.
Tengo mucha preocupación por los días que vienen, pero a la vez cierta tranquilidad por la cantidad de abogadxs que estamos dispuestos a no permitir las graves violaciones a los derechos humanos que estamos viendo estos días.
Lima, 23 de enero de 2023