Este junio se cumplió 20 años de muertes por derrame de mercurio sin responsabilidades. El Estado ha olvidado a Choropampa, víctima de una intoxicación que va borrando sus recuerdos.
Cajamarca. La tarde del 2 de junio del año 2000, los niños que jugaban en la calle notaron que toda la carretera fue cubierta por unas gotas brillantes y corrieron a avisarle a sus padres que los vecinos se apresuraban a recogerlas. Minutos antes, pasó un camión de la empresa Ransa, contratada por la minera Yanacocha, que había derramado 151 kilogramos de mercurio en estado elemental; fueron unos 40 kilómetros adornados por una sustancia tóxica que era desconocida —hasta ese momento— por los habitantes de Choropampa.
A Juana Martínez, presidenta del Frente de Defensa del distrito, hace algunos días le pidieron que pueda brindar detalles de aquella tarde. Su mirada buscaba un punto fijo, intentó ordenar sus ideas y solo consiguió decir que no podía recordarlo con claridad. Atinó en reconocer —acertadamente— que el mercurio le ha afectado la memoria, sus recuerdos.
Como a ella, a muchos choropampinos la intoxicación por el mercurio les ha arrebatado los recuerdos de aquel nefasto día. La productora Guarango Cine y Video elaboró un material videográfico documental (2002) de esos difíciles días que ha servido como memoria colectiva; no solo para Choropampa, sino para todo un Estado que —con una distorsionada visión de desarrollo— ha querido olvidar la responsabilidad de Newmont Mining Corporation, principal accionista de Yanacocha, en el derrame.
Con esfuerzo y nostalgia recuerdan que antes del derrame la tasa de mortalidad era baja, desde ese día se ha sufrido un violento cambio: antes moría una persona cada tres o cuatro años. Ahora se mueren tres a cuatro personas pero al mes.
—“Todo lo que esté en frente de mi quiosco es para mí”
Les advirtió Julia Angélica a los pequeños recolectores, al suponer que el mercurio, por su atrayente brillo, tenía un alto valor. Sí, fueron —en su mayoría— niños y niñas menores de diez años los que, en ese momento, inocentemente recogieron el mercurio con sus manos, y sin tener ningún tipo de protección inhalaron los gases del metal letal.
Yanacocha intentó constantemente minimizar lo ocurrido. La semana siguiente del derrame, le encargó a Felizardo Zárate, junto con otras quince personas, que recogieran el mercurio de la carretera.
—¿Les dieron algún traje especial, les explicaron lo peligroso que era el mercurio, algo? —preguntó un reportero.
—No. Así no más, a cuerpo libre, sin protección de nada —respondió Felizardo.
Tras recoger el metal con escobas y manos, llegaron a juntar —según Zárate— unos 36 kilos, sin prever que la paga por ese trabajo solo cubriría sus propios gastos en medicamentos. Según un informe de la Defensoría del Pueblo, la recuperación del mercurio derramado no fue eficaz, solo se llegaron a extraer de la zona 49 kilos.
Meses después, la minera difundía un video señalando que “supo con precisión que fueron 11 litros del metal líquido de curiosa y atractiva apariencia derramados accidentalmente por Ransa”. No mencionaron algo sobre el peligro por el contacto directo con el mercurio al que estuvo expuesta la población, ni las condiciones del vehículo que transportaba el material.
Pero eso fue varios meses después del hecho. Días siguientes al derrame y de recolectar algunos kilos del material tóxico, los síntomas de intoxicación por mercurio comenzaron a aparecer entre los vecinos: dolores de cabeza y estomacales, urticaria (ronchas en la piel) y sangrado nasal. Las pruebas de orina y sangre revelaban un alto nivel del metal en el organismo.
Pablo Abdo, del área legal de Grufides, resalta que, incluso hoy, muchas de estas personas padecen enfermedades y dolencias que pueden asociarse a los efectos de intoxicación por metales pesados, que en medicina se definen como el Síndrome de Guillain Barré.
Yanacocha se dispuso a “enmendar” a Choropampa; la idea fue ofrecerle dinero antes de una posible demanda. Fueron distintas cantidades por persona; entre 2500 y 5000 soles, dependiendo de su estado de salud. Para recibir el monto, antes debían firmar un extenso documento lleno de cláusulas: un camuflaje de palabras que libraba a la empresa de cualquier responsabilidad en el derrame. El pago solo fue para ponerle fin a lo que ellos consideraban un tema polémico.
Sin ningún tipo de asesoría legal, los afectados de Choropampa firmaron; pensaban usar el dinero en sus cultivos. Algunos vecinos hasta pusieron su huella dactilar. ¿Por qué? Según la Dirección Regional de Salud de Cajamarca, más del 80% de la población afectada era —es— rural y el 75% no tenía estudios o solo había terminado la primaria.
Las empresas extractivas hacen un estudio geológico y sociológico previo en la zona donde se instalarán. El derrame que afectó tres distritos, siendo de Choropampa el más perjudicado, no estaba dentro de sus planes, no los habían considerado como beneficiarios de las extracciones. En todo caso, el canon que llegaba al gobierno regional se haría cargo. La situación era distinta.
El gobierno de Alberto Fujimori estaba enterado de lo ocurrido; Choropampa quería denunciar a Yanacocha y empezaba a asesorarse para conseguir su victoria: compensación y atención médica. La minera conversó con algunos denunciantes exhortándoles a que no continúen con el proceso porque la empresa contaba con un “ejército” de abogados. Lo más conveniente para ellos —según Yanacocha— era aceptar una reparación inmediata: empleos y arreglo de sus viviendas.
El 16 de junio del 2000, Luisa Cuculiza llegó a Choropampa y se atrevió a prometer que nadie del pueblo quedaría enfermo. “Yo estoy encargada por el Presidente para decirles, escúchenme bien, no se pongan en manos de ningún abogado, porque el mejor abogado de ustedes va a ser el Presidente, ¿ya? Y cuando el Presidente dice una cosa, la cumple”, vociferó la entonces ministra de la Mujer. En noviembre de ese mismo año, Alberto Fujimori viajó a Japón huyendo de la justicia peruana tras revelarse sus actos de corrupción y violación de derechos humanos.
Por esos días, una comisión del Ministerio de Salud hizo un monitoreo casa por casa en todo Choropampa y llegaron a la conclusión de que toda la población debía ser inmediatamente evacuada, pero esto no sucedió. Según José Luis Quiquejana, químico y miembro de la comisión ministerial, la Digesa tomó otros valores y los niveles de riesgo que aparecieron en su informe fueron distintos: muy por debajo y muy convenientemente para Yanacocha.
La Organización Mundial de la Salud ha asegurado en múltiples oportunidades que, al inhalar los gases del mercurio, el 80% de este se queda en el cuerpo afectando a los pulmones, riñones y al sistema nervioso.
Para entender al mercurio, el doctor Augusto Ramírez, ganador del Premio Latinoamericano “Dr. Diemen Delgado 2017” (entregado cada dos años), tiene un artículo publicado en el Colegio Americano de Medicina Ocupacional y Ambiental. Ramírez explica conceptos referidos al mercurio: que está presente en la naturaleza con un plateado vistoso pero muy tóxico. Es el único de los metales que mantiene su estado líquido a 0°C, denso y con un comportamiento poco comprensible.
Y es que tiene una tensión superficial —como el de las burbujas de jabón— muy alta, pero a la vez una débil reacción al calor (se evapora a 13°C) —podemos inferir que los gases que emana el mercurio pueden aparecer fácilmente a temperatura ambiente; digamos en una tarde cajamarquina, por ejemplo.
Además, el mercurio es muy requerido porque posee gran capacidad de amalgamarse (unirse) a casi todos los metales, tanto que podría encontrarse en cualquier producto que se analice. No sirve para ningún proceso biológico, pero al estar presente en “todas partes”, se acumula en la mayoría de seres vivos.
No nos hemos dado cuenta que estamos rodeados de mercurio, que el 50% de su producción mundial se usa para fabricar tubos fluorescentes, termómetros clínicos e industriales; barómetros, manómetros, lentes de telescopios, lámparas de vapor, de difusión y ultravioleta; turbinas de vapor, fabricación de pilas y baterías, amalgamas dentales, biocidas, fungicidas, pesticidas y productos farmacéuticos. Obviamente, en metalurgia del oro y la plata.
Se sabe que el riesgo es alto ante una exposición de mercurio durante el proceso de producción. Progresivamente, la tecnología ha ido desplazando su uso por las graves intoxicaciones que produce. La peligrosidad del mercurio tiene fama desde Hipócrates. Los primeros descubrimientos científicos de sus efectos tóxicos (vapores) fueron resaltados por Ulrich Ellenberg, allá por el año 1473.
Dentro de las medidas de protección, la inhalación sigue la vía más importante. Tanto el mercurio elemental como el inorgánico y sus compuestos puede alcanzar a la sangre con una eficiencia del 80%. Una vez en el torrente sanguíneo, ataca diferentes órganos internos del cuerpo, pero tiene una preferencia por el encéfalo, más que al hígado o al riñón. Le atrae mucho más la sustancia gris que la blanca. Y en el encéfalo, la neurona de cerebro y cerebelo es la más sensible.
El mercurio elemental, como el que fue derramado en Choropampa, es utilizado por Yanacocha para extraer el oro de las piedras por medio de la amalgama. Luego, para separarlos necesitan mucho calor. Al producirse un intenso calor el mercurio se vuelve gas, se eleva y regresa a través de la lluvia, llegando nuevamente a la tierra, mares y ríos donde será inadvertidamente consumidos por la fauna.
La lucha de Choropampa por obtener justicia llegó hasta Lima en diciembre del 2000: se reunieron con los que ese momento postulaban al Congreso, conversaron con exministros que pretendían volver al Ejecutivo, les firmaron y sellaron documentos con la promesa de su apoyo. Cuando regresaron a Cajamarca los días pasaban y no había respuesta de ninguna autoridad. Cansados de la indiferencia, cerraron la carretera que cruza Choropampa por tres días; llegaron policías para reprimirlos y “comunicarles” que estaban atentando contra el Estado. Al alcalde de Choropampa le abrieron un proceso penal acusándolo de alterar el orden público, por agresión física y fue sindicado como cabecilla de la revuelta.
Especialistas en derecho coinciden en que, durante el proceso de denuncia contra Yanacocha, la justicia de Cajamarca se ha ceñido muy discutiblemente al papel: ha considerado como un dogma los valores que establece la OMS para la intoxicación de mercurio; consideraron que los niveles de toxicidad en el cuerpo de los pobladores afectados y de sus familias, para ser letales, deberían superar los 150 puntos de toxicidad señalados por el organismo internacional. El criterio que han seguido para declarar infundadas las demandas fue simple para ellos: los resultados de los análisis a ciudadanos afectados arrojaron menos de 150 puntos; solo llegaron a 140 y varios a 149 puntos de perjuicio tóxico.
El caso ahora está en manos de la Sala de Apelaciones de Cajamarca. Se espera que se revierta la controversial decisión disfrazada de rigurosa. No por estar por debajo de esos 150 puntos se debe descartar el daño a la salud de Choropampa que necesita una reparación desde hace 20 años.
Documentales: “El precio del oro” (2002) y “Choropampa, tierra de nadie” (2020)