Semillero Cineclub de Lambayeque: Rosa García, Aranza Ríos, Lady Vinces

El norte peruano es un territorio poco explorado en la cinematografía peruana. Pocos son los films que toman el terreno desértico, de colores tierra y cubierto de valles; un territorio que vive de su pasado preincaico ligado al turismo, marcado por la explotación agrícola y con el mar como testigo milenario de sus sucesos. En ese sentido, hablar de realizadores audiovisuales que han tomado este rumbo, con una filmografía amplia y con películas que se han exhibido en circuitos comerciales, alternativos y festivales internacionales de amplia trayectoria, así como en festivales peruanos, es hablar del trujillano Omar Forero.

Con seis películas en su haber, desde la ficción, la ficción híbrida y el metadocumental, Forero ha mantenido una línea de búsqueda similar en cada una de sus películas, al igual que un proceso bastante libre y fuera de los métodos o estructuras convencionales sobre cómo se debe hacer cine. Este director se convierte, así, en una figura actual de referencia para la cinematografía de autor en el norte peruano.

En este texto analizamos, sobre la base de sus seis películas, la evolución de sus abordajes, sus intereses narrativos y el estilo que ha construido desde la práctica, todo ello consolidado en una filmografía que es de revisión necesaria.

Desde la honestidad y seguridad de sus propuestas cinematográficas, que viene desarrollando desde hace más de quince años, Forero se ha ganado un lugar dentro de la historia del cine peruano y, sobre todo, en la de un cine hecho fuera de la capital. Sus obras, además, se nutren de otras expresiones artísticas y de una convivencia con agentes culturales trujillanos de la década del 90, desde la plástica, la poesía, el teatro, las comunicaciones, entre otras disciplinas. Es así que, de una manera genuina, empiezan a nacer las primeras películas del cineasta norteño.

Con el paso del tiempo, el perfil del director se fortalece, al igual que su línea de exploración: desde lo observacional, graficando problemáticas estructurales de una sociedad peruana con sus propias características, todo lo cual termina permeando sus películas por la cercanía con cada uno de los personajes que aparecen en ellas y logra que nos identifiquemos con aspectos que, de alguna manera, nos atraviesan.

La manera de filmar de Omar se convierte en su sello personal, que transforma sus obras en sólidas experiencias de integración con el espectador. Una integración, desde la audiencia, con lo que estamos mirando, con la forma en que nos hace mirar situaciones que pueden ser muy comunes, pero que, a través de la narrativa audiovisual, nos llegan a interpelar. Ese es el cine de Omar Forero, de amplia investigación, honesto y seguro de la postura que tiene al plantear los universos audiovisuales en cada una de sus obras.

Los actores (2006)

Contar sobre lo cotidiano es una tarea difícil. Aunque no nos consideramos expertas en el asunto, pocas personas han logrado adiestrar ese talento de atraparnos con tan solo unas palabras, o imágenes, teniendo un elemento central como esencia del relato: la rutina. Siendo más detallistas, contar historias o, más bien, encontrar historias por contar en lo que se ve todos los días en Perú y sus distintas ciudades, cada una igual de compleja que la otra, y tocar puntos críticos que muchos logran ignorar, es una de las tareas más difíciles de encarar para un autor. Por suerte, Omar Forero  ha logrado dominar este talento.

“Los actores” retrata, por un lado, la vida de una familia tradicional peruana: un papá, una mamá y una hija. Tres personas cuyas vidas, a pesar de estar unidas por un lazo consanguíneo, lucen cada vez más alejadas. La hija se encuentra tomando clases de actuación, hasta que sucede un hecho que cambia toda su rutina: un compañero de clase se le declara. En realidad, ambos se declaran mutuamente, de la forma menos romántica posible. Aun así, esa forma natural —y tan realista— de demostrar cómo se forman las primeras relaciones amorosas resulta interesante y atrapante de ver. Vergonzoso, sí, pero es una etapa que muchos o muchas de nosotras hemos vivido. Incluso, te puede llevar a pensar: “¿Así nos vemos? ¿Así actuamos al tener una relación por primera vez, al punto de mostrar indiferencia por todo lo que verdaderamente importa y nos rodea?”.

La hija continúa enamorada durante toda la película, pero su relación muestra algunas consecuencias. Entre ellas, la que vive su madre, una mujer adulta que, de un día para otro, comienza a sufrir un fuerte dolor de estómago. Un dolor que interrumpe sus días y noches, hasta que es llevada al peor lugar posible en busca de ayuda: el hospital o, al menos, el hospital público al que la mayoría de ciudadanos tiene el “privilegio” de tener acceso, muchas veces como última o única opción. El primer día que va, la mujer no llega a atenderse. Vuelve a su casa, trata de seguir con su vida cotidiana, pero el dolor se lo vuelve a impedir. Es entonces que ocurre una de las mejores escenas con estos dos personajes: la madre, sollozando de dolor y angustia, sin ningún lugar de apoyo; la hija, obligada a ayudarla, a quien inunda la indiferencia y no parece saber qué hacer. Se resalta un punto importante que va más allá de la historia y expone uno de los principales problemas de la sociedad peruana: la indiferencia mata, ya sea por parte de tu propia familia o por un hospital negligente administrado por el Estado. 

Aunque hay otros temas que se logra abarcar, como la falta de oportunidad laboral, los sueños frustrados y la infidelidad, la historia que vincula a la madre y a la hija luce como el punto fuerte de este largometraje. No obstante, sus historias y las de los demás personajes (como el padre y el vigilante nocturno) tienen un punto en común y es que tocan problemáticas coyunturales que perduran hasta hoy. Ya no son simplemente “problemáticas”, son realidades, sucesos que todos nosotros o nosotras hemos visto o escuchado por lo menos una vez: al salir a la calle, escuchando conversaciones ajenas, mientras esperamos en el paradero o compramos verduras en el mercado. Cada persona puede presenciar esto como si se tratara de otra película más porque, al final del día, todos somos actores de nuestras propias vidas. 

Por eso, la magia de esta película se encuentra en la forma de contar dichas realidades, en la forma de darles vida, de abordar todos los lados humanos de estas situaciones cotidianas que, si uno lo piensa en mayor profundidad, no deberían ser situaciones normales. Se encuentra también en la manera de hacernos sentir, reflexionar, contemplar que esta realidad que vemos, vivimos y escuchamos no está para solo presenciarla. Que esta realidad no debería ser así y que ello debería ayudarnos a actuar por algo mejor.

Así se muestra la primera película de Omar Forero, convirtiéndonos también en esos “actores” de nuestras vidas, comunidades, territorios, regiones y país.

El ordenador (2012)

Esta película fue estrenada en el desaparecido Festival de Cine “Lima Independiente”, que llegó a ser un espacio importante para la exhibición de películas disidentes, con lenguajes propios y propuestas atrevidas para su respectiva década. En “El ordenador”, se sigue a un personaje de la vida cotidiana en la ciudad de Trujillo y se genera, en la audiencia, una expectativa de alguna situación determinante durante todo este recorrido. Situación que nunca pasa.

Al igual que en su primera película, el director establece priorizar el registro de lo cotidiano y de sus personajes sobre esta cotidianidad local, norteña y trujillana. Pero hay una expectativa planteada en esta película, ya que al inicio de ella se informa que “aquel hombre” va a morir.

Somos espectadores a los que se ha acostumbrado a la causalidad dramática, ese hilo nos mantiene expectantes ante cualquier indicio del suceso enunciado al inicio de la cinta. Sin embargo, lo que vemos es un registro observacional que no necesita hacer cambios drásticos en su narración, sino que encauza la historia naturalmente.

De nuevo, se percibe el manejo de la narrativa de lo cotidiano, de lo que aparentemente ya conocemos, pero que no nos detenemos a mirar de otra manera. La propuesta de Forero nos invita a esa nueva oportunidad de mirarnos hacia dentro, hacia los personajes, personas, espacios, situaciones y relaciones de lo común.

El suceso enunciado al inicio se simboliza cuando el personaje llega al hogar donde vivió de niño, a sus fuentes, donde lo criaron, al paisaje rural. Se convierte en una premisa melancólica para el final: volver al inicio, a donde todo empieza, volver a esa raíz. Cabe mencionar que, para su año de estreno, esta obra experimental, con un planteamiento minimalista, era una propuesta poco vista y bastante arriesgada para un cineasta del interior del país.

Aquí ya empiezan a aparecer los intereses del cineasta trujillano: explorar en ese cotidiano para encontrar personajes comunes y profundizar en sus experiencias, tomando como escenario principal su ciudad, la ciudad donde vive y se relaciona, Trujillo. Es así que esta segunda película del director causa más expectativa sobre los siguientes trabajos que realizará.

Chicama (2013)

La tercera película de Forero fue financiada con el fondo del Ministerio de Cultura, a diferencia de las anteriores. Con un equipo de producción entre trujillano y limeño, el director nos regala esta nueva propuesta, en la que logra plasmar con sensibilidad los dilemas que enfrentan los docentes en un contexto rural desfavorecido, donde los sueños y las aspiraciones suelen ser mayores a las oportunidades reales.

“Chicama” nos sumerge en la historia de César, un joven de Cascas, recién egresado de la carrera de Educación, a quien se le asigna una plaza de docencia en un remoto y alejado territorio llamado “Santa Cruz de Toledo”, bordeado por el río Chicama, en la sierra de Cajamarca. Esto a falta de una oportunidad para ejercer como profesor en la ciudad.

A través de escenas que retratan a maestros ausentes, enseñando contenidos anticuados, con dinámicas que llevan a los niños a aprender de forma mecanizada, Forero busca hacer al público testigo de las brechas educativas y las carencias que limitan el aprendizaje en la zona rural del Perú, debido a lo cual, también se ven limitados los propósitos a futuro de los estudiantes, quienes muchas veces solo se visualizan en escenarios que se ven impactados por el presente: un presente donde su formación educativa termina por ser insuficiente para su desarrollo.

Frente a esto, tenemos las expectativas de los docentes, representados por César y también por la profesora Juanita, quien es de la ciudad de Trujillo y cuyo interés por enseñar en la Sierra la ha llevado a tener una plaza en la misma escuela que el protagonista. Dos docentes de procedencias y realidades distintas, con ganas de dejar huella en sus estudiantes.

Fiel a su propuesta de trabajo, el director nuevamente cuenta con protagonistas que son actores naturales, quienes generan mucha claridad en sus respectivos personajes, gracias a sus impecables interpretaciones, y que nos familiarizan con dos realidades que conviven en una sola región. Asimismo, el paisaje de la sierra de Toledo se convierte en un personaje más al ser capturado por Forero a través de planos amplios y detallistas, formando un equilibrio entre la belleza del campo y la dureza de la realidad a la que se enfrenta César. 

A través de su historia sencilla, pero profunda, “Chicama” logra conmover a los espectadores, no solo por su propuesta cinematográfica, sino por plasmar una realidad del sistema educativo peruano en territorios rurales que posterga a sus principales beneficiarios: las niñas y niños que se forman en estas aulas, sin darles oportunidad de soñar con cosas más grandes.

“Chicama” es, así, una exploración de la cotidianidad de la vida rural y la formación escolar en estos territorios del Perú, uno de los grandes retos que continúa enfrentando el país y en el que, pese a todo, sus jóvenes docentes mantienen la esperanza de cambiar, desde donde les toca, estos contextos en los que se desenvuelven sus pequeños estudiantes. Tal como lo hace César cuando decide quedarse a enseñar en la escuela rural, una tarea que, al inicio, vimos que solo aceptaba de manera temporal.

Esta película es un regalo que, desde la ternura de sus personajes, nos atraviesa y confronta respecto al futuro de las infancias rurales del país y nos hace preguntarnos qué clase de presente les estamos entregando desde la educación.

Casos complejos (2018)

Hablar de “Casos complejos”, estrenada en 2018, es hablar de una realidad vigente en el norte peruano: adolescentes vinculados al sicariato, delincuentes que asesinan a quemarropa entre plantaciones de caña de azúcar, símbolo de la explotación y violencia laboral bastante típica en esta parte del Perú. Una historia sobre los sueños de algunos ciudadanos jóvenes y su sentido de justicia para colaborar con que este mundo cambie, para que su región cambie, mientras que, en el otro lado, se encuentra aquella sensación de que no hay otro camino y lo que toca es no pensar, solo hacer dinero para vivir, aunque tenga que matar.

“Casos complejos” es una película que grafica notablemente a esta sociedad norteña envuelta en la delincuencia, cuyo símbolo de resistencia va a ser el personaje del fiscal, que ve cómo las bandas criminales negocian con los altos mandos judiciales, policiales y políticos para continuar delinquiendo. Ante esto, él decide enfrentarse a todo aquel sistema sostenido durante muchos años en la región La Libertad.

La película cuenta con una previa investigación del director sobre el trabajo del fiscal William Rabanal, abogado que se enfrentó a las bandas criminales más peligrosas en La Libertad, a las cuales logró desarticular y poner en prisión a sus integrantes. Rabanal, con un equipo de fiscales y policías, lideraron desde 2013 la Fiscalía de Casos Complejos, de donde surge el título de esta película de Forero.

Que el norte no solo sea representado como escenario turístico o desde su pasado histórico arqueológico, resulta una apuesta interesante y relevante para quienes lo habitamos y también para el país. Son pocas las narrativas que abordan situaciones de violencia sistemática con las que se convive en Trujillo o Chiclayo, y a las que, al parecer, estamos acostumbrados: sicariato, lavado de activos, narcotráfico y un sistema judicial comprado por los favores políticos regionales.

De esta manera, “Casos complejos” se suma a la filmografía de Forero, con la participación de actores trujillanos, algunos formados en su escuela pública de arte dramático y otros de forma amateur. Un elenco que logra desarrollar actuaciones convincentes, sin maniqueísmos y totalmente identificables con el territorio desde donde se enuncia la narrativa de la película.

Esta se convierte, así, en una referencia de la filmografía local y peruana, con un importante paso por prestigiosos festivales y espacios de exhibición latinoamericanos, como el 34° Festival de Cine de Guadalajara en México, el 33° Festival de Biarritz Amérique Latine, la Cinemateca de Bogotá en 2020 y el Centro Cultural PUCP; además, obtuvo el Premio a la Mejor Película Sección Cine del Mañana del 21° Festival de Cine de Lima, así como el premio a mejor película en la Semana del Cine de la Universidad de Lima, en 2018.

La cuarta película de Forero consolida una línea de trabajo y exploración del director, donde prima la investigación en la etapa de desarrollo de sus películas, prioriza el trabajo con actores locales y también naturales, y actúa como un observador, en este caso, de la maquinaria de corrupción con la que se convive.

Además, la cinta hace una revisión de las experiencias de vida de, en este caso, dos personajes centrales: el fiscal que busca justicia y el adolescente que crece y se forma en ella, a razón de problemáticas estructurales de violencia que vienen siendo postergadas en un país como el nuestro, lleno de fracturas y desatención del bienestar social, teniendo como columna vertebral al centralismo, un sistema que no piensa en las personas, sino que las termina por destruir. Donde lo que debería ser lo usual se convierte en la excepción a la regla, como es el caso del fiscal de “Casos complejos”, quien hizo el trabajo que muchísimos de sus pares no hacen, pues no les importa que las vidas de muchas personas estén en peligro ni el hecho de que sigamos conviviendo con la impunidad.

Historias de Shipibos (2023)

En 2023, Forero estrena “Historias de Shipibos”, película en lengua shipibo-konibo y castellano, una cinta que aborda nuevamente los intereses ya marcados antes por el director, en este caso, vinculados a los procesos de migración interna de los ciudadanos originarios al espacio urbano. Con un trabajo de investigación etnográfico previo, desarrollado entre los años 2018 y 2019, filmando totalmente en Pucallpa y con un equipo mayoritariamente de la región, esta propuesta sigue a Bewen, su personaje principal, quien es criado en la Amazonía por sus abuelos, en un entorno indígena de costumbres y tradiciones ancestrales vinculadas con el bosque y los ríos.

Al crecer, Bewen migra a la ciudad para seguir sus estudios secundarios y luego conseguir un trabajo, esto produce que se enfrente a la discriminación y negación de sus raíces para poder subsistir en este nuevo escenario social dentro de la misma Pucallpa. Durante este recorrido, el protagonista transita varios conflictos dentro de una sociedad que, de manera histórica, niega sus raíces originarias, tanto como la posibilidad de ejercicio de derechos, a los ciudadanos indígenas. Bewen vive estas experiencias como lo hacen muchos otros peruanos en las mismas condiciones, sufriendo el rechazo de una cultura citadina que los menosprecia.

Pero la película también transita hacia esta reconciliación, hacia el reconocimiento de los propios orígenes y del impacto que ello tiene sobre nosotros, al formar parte de lo que somos, como en el caso de Bewen. Nuevamente, Forero explora el trabajo con actores naturales y del territorio pucallpino, llegando a generar una relación muy cercana que se ve reflejada frente a la cámara. Una huella personal en su dirección que, como hemos visto, ha desarrollado a lo largo de sus anteriores largometrajes.

Con esta quinta película, el cineasta trujillano sigue mostrando un estilo propio. Continúa siendo el mismo en su horizonte de exploración y narrativo —pese a estar y grabar en un territorio que no es el suyo—, además de hacerlo sin exotismos ni manipulaciones, sino con una mirada que es consciente de la investigación previa que se realizó, de las ciudadanías que habitan el espacio y del proceso colectivo que implica hacer una película como esta.

Es así que “Historias de Shipibos” se suma a la filmografía de Omar Forero reafirmando el compromiso del cineasta con las historias de personas que son poco abordadas y visibles. Historias que, sin embargo, contienen una carga de realidad y honestidad que logra trasladarse al lenguaje cinematográfico, con la posibilidad de ser un puente para el diálogo alrededor de la migración interna, los prejuicios, la adaptación y los procesos de reconciliación con los territorios en los que nacimos y fuimos criados hasta la niñez o hasta cierta juventud.

La película obtuvo importantes reconocimientos en el Festival de Cine de Lima en 2023 y se pudo ver en salas y espacios alternativos a nivel nacional. No fue exhibida en salas comerciales, sino en espacios con otro tipo de dinámicas de encuentro.

El Tío Lino (2024)

La última película de Forero, grabada durante la pandemia en la tierra de Contumazá, en la frontera de la región Cajamarca, nos hace volver a recordar sus primera películas: la fijación sobre la imagen de un personaje de la cotidianidad, en este caso, que es parte del imaginario colectivo del territorio, gracias a sus historias, a sus cuentos. En este caso, se trata de quien era el narrador del pueblo, “El Tío Lino”.

Este documental sigue a un personaje que representa al Tío Lino, puesto que el verdadero falleció hace mucho tiempo. Registrar la convivencia con su familia, con sus hijos, con las tareas del campo, evidencia un grado de intimidad que los personajes grabados tienen con el director, su cámara y la sonidista —único equipo de rodaje—, que además vienen siendo vecinos. Desde hace algunos años, Omar Forero vive en territorio contumacino, lugar donde nació el Tío Lino y donde se forjó su leyenda, específicamente en el poblado de Cosiete. Cabe señalar que los cuentos del Tío Lino han sido publicados por editoriales peruanas y su gran material oral es utilizado por los estudiantes del territorio para su estudio y representación en el colegio.

Todos los testimonios son narrados por adultos, jóvenes y niños. Los más grandes tienen anécdotas que sus padres o abuelos recuerdan con el propio Lino y los más pequeños replican lo que han escuchado: todas las aventuras que tuvo el Tío Lino por donde pasó. La animación es un recurso que contribuye al documental, ya que fortalece el tono lúdico de la narrativa, encauzada a través de una voz en off. Esta animación, incluso, permite graficar las hazañas más asombrosas de Lino, como cuando se escondió de los chilenos en una calabaza gigante en medio del monte y, de esta manera, pudo salvarse.

La representación que hacen del Tío Lino dentro del propio documental, no solo los adultos, sino también los niños, habla de la potente presencia de este cuentacuentos en la memoria de la gente. También se le dedican canciones improvisadas en el momento, por el amor y respeto a su recuerdo. Con todo, este documental nos hace mirar los orígenes de Forero, su honestidad y horizontalidad en la mirada hacia las personas del campo y su importante valor en la vida cultural de sus ciudadanos, un universo que dentro del mismo país se desconoce.

De hecho, como hemos oído en varias declaraciones del cineasta, sus acercamientos a través del cine se centran en personajes o personas con perfiles poco explorados, pero que cohabitan el cotidiano junto a nosotros. Personas cuyas experiencias están llenas de emotividad y una personalidad cautivante, como es el caso de Don Lino León, el “Tío Lino”, contador de historias de Cosiete, una figura relevante de la tradición oral de la sierra norteña del Perú, que abre su corazón gracias a la complicidad y confianza que solo un cineasta como Forero puede lograr.

De esta manera y a través de estas seis películas, hemos hecho una revisión cronológica de la obra de quien, consideramos, es uno de los mejores cineastas del Perú en la actualidad. Un director coherente con sus búsquedas, ya sea en películas de bajo presupuesto y autogestionadas, o con financiamientos estatales de los que ha sido beneficiario y que solo han permitido que se fortalezca su propuesta de cine, una que apuesta por las narrativas originales y honestas.

Ese es el norte de Omar Forero, con películas de visionado necesario para cualquier persona que se esté formando en este lenguaje, ya sea que quiera dirigir o redescubrir su país a través de esta expresión artística que es el cine peruano.