NE: Reproducimos el artículo de Carlos Mejía escrito el 14 de enero de 2010 por considerarlo necesario en medio de las revelaciones de los #CNMAudios en donde está implicado el dueño de Iza Motors, Antonio Camayo, operador fujimorista en las altas esferas del Poder Judicial. 

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El pasado 3 de enero del presente año se reunieron alrededor de treinta trabajadores de uno de los talleres automotrices  más importantes de Lima, Iza Motors. La reunión empezó a las 8 de la noche. A ella, asistieron el c. Moises Vega Romero, dirigente nacional de organización de la CGTP, así como el que escribe. El lugar fue un pequeño restaurant en los alrededores del Ovalo Arriola cerca a uno de los talleres de Iza Motors.
Iza Motors es una marca de servicio que da imagen a tres razones sociales hasta el momento:
Las cuales antes pertenecían a Iza Motors Peru SAC pero fue escindida. Es una de las cadenas de talleres de autos más grandes de Lima.  Empezó sus labores especializándose en los Ticos, pero ahora cubre las principales marcas y modelos de autos. En el conjunto de talleres laboran aproximadamente más 300 trabajadores, mayormente jóvenes mecánicos automotrices.
Como decía, una treintena de trabajadores, casi todos menores de 30 años, mecánicos de autos estaban reunidos. La reunión empezó con las presentaciones del caso. Luego les preguntamos cómo era su trabajo. Se animaron y empezaron a contarnos lo que hacían y los problemas que tenían. Ellos trabajan casi una decena de años para la misma empresa, pero durante mucho tiempo no contaron con un contrato laboral. Había un acuerdo verbal y se les pagaba sin ninguna boleta ni recibo. hace unos años, algunos de ellos empezaron a laborar mediante recibos por honorarios, pero debían cumplir un horario, estar sujetos a una jefatura y desarrollar su labor en los talleres de la empresa. Una relación de dependencia laboral disfrazada de lo contrario.
En este punto, conviene anotar que a fines del año pasado, la CGTP a través de su departamento de defensa tramitó una inspección laboral, para determinar el vínculo laboral en el taller automotriz de la Av. Nicolas Arriola 950, en La Victoria. La inspección fue concluyente: habían trabajadores laborando sin contrato y otros bajo modalidades ajenas. La autoridad ministerial ordeno pasar a planilla a todos los trabajadores del taller.
El empresario reunió a los trabajadores y según contaron los mismos, les gritó, insultó y amenazó, por haber ido a la CGTP y solicitar una inspección laboral ante el Ministerio de trabajo. Les dijo que no los había puesto en planilla pues eso implicaba pagar muchos impuestos y por lo tanto reducir sus ingresos. Pero como ahora ya era inevitable, les dijo que pasaría a planilla a un grupo, pero que los impuestos de ley que le tocaba pagar al empleador, los iba a descontar de sus remuneraciones, pues él no se iba a perjudicar económicamente.
Así, durante noviembre y diciembre, la mitad de los trabajadores fue ingresado a planilla, recibió por primera vez una boleta de pago, pero en ella decía una cifra y recibían una menor. Eran obligados a firmar las boletas, a gritos y amenazas.
Luego nos preguntaron con una ingenuidad casi infantil, si eso era legal. Con paciencia, el dirigente sindical les explicó sus derechos, las garantías sindicales, la constitución y la negociación colectiva. No lo podían creer.
Empezaron a contarnos las deplorables condiciones de trabajo, no recuerdo todas sus denuncias pues a la mitad ya estaba hastiado de tanto abuso. Veamos, la disciplina en el taller es simple. No hay reglamento de trabajo así que la palabra del gerente es ley. Si un día está de mal humor y cometes un error, te dice “Lárgate de acá” y te vas a tu casa. Has perdido ese día.  No hay nada por escrito. Si reclamas, te dice: “Estás despedido, no quiero gente complicada“. Y perdiste tu empleo.
En el taller hay horario de ingreso, pero no de salida. No saben a que hora van a poder retirarse. El gerente trata que todos los días laboren más de ocho horas, a veces trayendo el camión de repuestos media hora antes del final del día y ordena que lo descarguen, lo cual implica un par de horas más de trabajo. No les paga horas extras, pues no hay registro de horarios.
Tienen tres uniformes de colores diferentes, que fueron entregados hace tres años. Son mecánicos, por lo que cada dos días deben lavar intensamente sus uniformes, por su propia cuenta. Nos dicen que gastan casi un tercio de sus ingresos en detergente. En la reunión veo que la mayoría tiene las manos y parte del rostro con grasa. “No nos dan jabón, cada uno debe comprar su detergente” nos explican.
La mayoría ha laborado más de seis años, pero han sido ingresados a planilla como si tuvieran recién tres meses. La empresa les ha dicho que no pagará CTS por el periodo anterior que estuvieron sin contrato. no tienen como demostrarlo. 
Cuando han ocurrido accidentes, el gerente se desentiende. Hace responsable al mecánico indefectiblemente, y lo sanciona con varios días. Es decir, el descanso médico remunerado lo convierte en castigo sin pago.
Un par de horas escuchando estas historias son suficientes. El dirigente sindical les pregunta que ya pues que esperan para formar un sindicato. Hay temor en sus rostros jóvenes, pero también hay descontento.  Algunos se animan y luego todos se convencen. Discuten y preguntan. Se cumple el trámite legal, conocen y aprueban estatutos, eligen unos dirigentes, juramentan en nombre de Mariátegui y Huilca. Termina la reunión que se convirtió en asamblea y hay más ánimo. Las cosas pueden mejorar. 
Al día siguiente, se hacen los papeles para el engorroso registro sindical en el ministerio de trabajo. La CGTP asesora gratuitamente a todos los trabajadores. Hacemos los documentos y les explicamos a donde deben entregarlo. Por suerte, ese día el trámite fue más rápido y para la misma tarde teníamos el registro sindical. Les explicamos lo que eso significaba: el Estado peruano, con todo su respaldo, los reconocía como sindicato. Ya estaban protegidos.
Por ley, se debe avisar al empleador de la formación del sindicato. Así se hizo al dia siguiente. El temor de los jóvenes era grande. “Nos va a gritar como nunca“. –No, les dijimos, ya no puede tratarte así, ahora ustedes son sindicato. Para tratar de contener el disgusto tradicional de todo empresario cuando los trabajadores forman un sindicato le enviamos una carta de la CGTP donde de manera educada pero firme, le decíamos que no se meta con el sindicato por que se las vería con nosotros. A veces funciona.
Las cartas se envían notarialmente para tener una constancia de haber sido recibidas, si no los empresarios las reciben pero no sellan el cargo, te despiden y luego señalan que no sabían que eras sindicalista. Pero bueno, el gerente recibió el registro sindical, la nómina de la junta directiva, afiliados y una carta de la CGTP.  Esa tarde no hizo nada. Luego, llegaron unos abogados al taller, en saco y corbata. Unos jóvenes yuppies que no se detuvieron a mirar a los jóvenes trabajadores y se encerraron en las oficinas de gerencia hasta la noche.
El martes 12 de enero al mediodía me llama el secretario general y me dice que ha llegado una inspectora del ministerio de trabajo. Que está revisando todo en el taller y que el gerente está con cara de pocos amigos. Le digo que como secretario general del sindicato se presente a la inspectora y pida hablar con ella en privado. Así lo hace y la inspectora recoge el testimonio de un amplio número de trabajadores que denuncian los maltratos, pagos reducidos, sanciones ilegales que la empresa tiene como práctica.
Eso ocurrió en la tarde. En la noche, el gerente les dijo que se queden, que iba a hablar con ellos. Y empezó, algo que por los testimonios recibidos, debe haber sido una escena de mentiras y amenazas espeluznante. Al parecer, los acusó de traidores, que había sido un padre para muchos pero ahora todo se había estropeado. Que no podía tolerar un sindicato. “Ustedes me conocen, yo siempre me he preocupado por ustedes” se lamentó. También repitió -como todo empresario- que la CGTP era una organización comunista y terrorista, que al formar un sindicato estaban poniendo en riesgo sus vidas y su trabajo. Que ya no podía confiar en ellos. Que el taller no podía trabajar así y que si les pagaba todo lo que les debía, simplemente el taller quebraría y que todos iban a perder.

Quería asustarlos y lo logró

La empresa va a quebrar, dijo. Y nadie va a poder cobrar nadaSe van a quedar sin nada y en la calle. (Todo eso es claro, una mentira y legalmente es imposible, pero un trabajador peruano egresado de la secundaria pública no conoce sus derechos básicos ni la legislación laboral. No es su culpa. Es culpa de todos.) Y ahora ha venido la inspección y me van a poner multas por culpa de ustedes!! Ahora si ya no queda nada que hacer, esta noche cierro el taller. Se acabó. Hemos cerrado!!.

Los asustó de veras

Eran un grupo de poco más de treinta trabajadores menores de 30 años, sin experiencia, con un salario mensual de 600 soles. El gerente en un giro teatral coloca montones de dinero en una mesa. Y les dice que solamente pueden renunciar ahora mismo a la empresa, cobrar lo que les va a dar ahora mismo e irse, por que el taller ha cerrado.
El secretario general me llama al celular. Estoy en otra asamblea y le explico que todo es una mentira. Que no le crea. Que se vayan todos de esa reunión. Que no renuncien, que no firmen nada. El, junto con otros dos dirigentes trata de irse de la asamblea, pero ya la mayoría esta haciendo una cola y recibiendo una suma de dinero que es muchísimo menor a lo que legalmente les corresponde. Pero ellos piensan que ya no hay taller y que algo es algo.
El gerente ve a los últimos, los que no han firmado su renuncia a la empresa y lanza su amenaza final. Les dice que como el sindicato se denomina “sindicato de trabajadores de Iza Motors” los va a denunciar por apropiación ilícita de una denominación comercial. “Iza Motors” es mi marca y nadie la puede usar!!! grita nuevamente. “Te voy a enjuiciar” le dice al secretario general que no debe tener más de 28 años. Un toque completamente bizarro para terminar esta tragedia. La justicia como garrote de los poderosos para asustar a los débiles.
Los tres últimos firman la renuncia y reciben el dinero. Firman al igual que los demás una carta hecha a la medida, por los jóvenes abogados. Junto a esa carta hay otra donde para mayor seguridad del gerente se renuncia al sindicato, que en la práctica ya no existe. Los tres últimos, el secretario general entre ellos, en un gesto inútil se niegan a firmar esa última renuncia. “No vas a encontrar trabajo en otro lado” le dice el gerente seguro ya de su victoria total. “No importa, al sindicato no renuncio” le responde con la dignidad del derrotado.
Casi cuatro meses nos demoró formar ese sindicato. Un gerente lo ha destruido en tres horas. Sin sindicato, las inspecciones laborales van a caerse. Al renunciar los trabajadores, ya el ministerio no va a presionar a la empresa, probablemente la inspectora se dé cuenta de esta jugarreta, pero en la maquinaria estatal poco es lo que podrá hacer. En unas semanas, el taller volverá a abrir, con otra o la misma razón social, con otros jóvenes trabajadores sin contratos, sin ningún amparo legal y el mismo gerente.
Una treintena de mecánicos sin empleo empezarán mañana a buscar trabajo. Ahora están convencidos que en este país, ni la constitución, ni la ley, ni el estado, ni la CGTP, ni Mariátegui pueden más que un patrón abusivo. Pensar que están equivocados se hace difícil en días como este.