Qué importante es en estos días de lucha por los derechos de las mujeres discutir sobre las formas en que se construyen los sentidos comunes machistas. De dónde provienen los componentes del sentido común machista y cómo se han normalizado, es necesario desenterrarlos y ponerlos en evidencia, porque no basta con el empoderamiento de la mujer, también es necesario cuestionar el tipo de masculinidad hegemónica.
Y menos mal que existen obras de teatro como Exhumación, que hacen una suerte de genealogía del machismo peruano, exhibiendo un proceso de deconstrucción de la masculinidad peruana a través de la puesta en escena de una obra cuestionadora y que explora un ámbito poco visitado: nuestra masculinidad.
Dirigida por Miguel Rubio y producida colectivamente por Angeldemonio colectivo escénico, esta obra ganó el Premio Circulación Internacional de las Artes Escénicas del Ministerio de Cultura, que los llevará al Festival de Teatro Colombiano en Medellín. Se estrenó el 15 de noviembre y va hasta el 25 de jueves a domingo a las 8 p.m. en la Casa Yuyachkani.
Los huesos del machismo
Una historia hecha con retazos, con trozos de esta crisis actual que deja ver la cultura machista y su rol en la conformación de la subjetividad masculina. “Exhumación” es una obra de arqueología estética que deja al descubierto los huesos del machismo, que nos muestra capa por capa la aniquilación de la inocencia, la incorporación áspera y agresiva de los hombres a la cultura patriarcal y tradicional, la condena de la exploración sexual y de los misterios de la potencia del cuerpo, el abuso y la violencia. La vida de los hombres cuando son sometidos y reprimidos, enseñados desde siempre a ejercer poder y a padecerlo con resignación.
Exhumación logra -justamente- exhumar dichos elementos que vemos actuando en la educación y las costumbres, en nuestra propia cultura, quedando al descubierto como triste y real evidencia de lo que estamos hechos los hombres peruanos.
A partir del Shapish, danza guerrera de Chupaca, Huancayo, arranca este relato, en adelante la historia se irá desmembrando, desarticulando en sus partes, sin casi mencionar palabra transitando varios escenarios. Nuestra masculinidad tiene raigambre precolombina -parecen decirnos- y muchos no lo saben, se alimenta de otras tradiciones modernas, pero esta historia arranca en nuestra tradición.
Dos actores la sostienen, Ricardo Delgado y Augusto Montero, destacando no solo la gran preparación física que despliegan a lo largo de la obra, sino también la sensibilidad para transitar con rapidez de una situación a otra, de una época a otra, de un personaje a otro, sin romper el hilo emocional y la tensión dramática que recorre esta historia, que es por ratos jocosa, triste y violenta.
La escenografía austera es usada de tal forma que aparecen exquisitos juegos visuales, excelentes máscaras y accesorios dan la impresión de estar mirando óleos clásicos y retablos. Y es que el diseño de vestuario y las luces (buen manejo luminotécnico de Igor Moreno) crean un ambiente especial. La música a cargo de Abel Castro, siempre mantiene la tensión necesaria para completar las escenas.
Interpeladora, como suelen ser los montajes que dirige el gran Miguel Rubio, Exhumación desentierra a través de un lenguaje simbólico y una serie de guiños performativos los componentes culturales, sociales y religiosos de nuestro ser masculino peruano.
El mito del hombre
Quizás el mensaje más potente de esta obra sea que nada existe fuera de un horizonte simbólico, nada ni nadie existe fuera de un mito. Y el ser del hombre está incrustado en un mito, siendo el mismo hombre y su masculinidad parte de ese mito que vivimos y actualizamos cotidianamente, inconscientemente la mayor parte del tiempo. La única manera de atisbar ese horizonte simbólico es oteando a través del arte, de la religión y las alegorías culturales, Exhumación presenta pues, un intento de acercarnos a ese mito del hombre, a esa bestia fiera, a ese niño tierno, a esa víctima y a ese victimario.
Nada en el hombre es esencial, es más bien construido y como tal, pasible de ser desmontado. Y una de las tareas primordiales de la deconstrucción es dejar en evidencia lo que la norma oculta, lo que las costumbres invisibilizan: el poder y sus relaciones. Exhumación es una obra colectiva, creada para poner en riesgo las certezas de los propios creadores, deconstruirse y plantear una deconstrucción de la masculinidad peruana y del mito del hombre.
Las alegorías religiosas, la fiesta, la identidad cultural peruana son el telón de fondo para mostrarnos la exhumación de nuestros prejuicios y certezas, al cuestionarlas sobreviene una angustia porque no se puede seguir siendo igual luego de semejante interpelación. Justamente las alusiones a este tema, surgen en la obra través de poemas, anuncios y más guiños literarios que van apareciendo y complementando.
Exhumación es una obra valiente y arriesgada, por ello hay que ir a verla, para acompañar ese coraje que tanto necesitamos para cambiar nuestra sociedad. Máxime en épocas de contraofensiva conservadora.