Elementos como informalidad, precarización y pobreza se han relacionado históricamente con la fuerza de trabajo laboral femenina. Ello no se debe a una decisión personal o psicológica de las mujeres, sino a una problemática sociocultural misógina que involucra varios campos de la vida social.
Desde las bases estructurales del empleo, se observa que las mujeres han tenido menores oportunidades para su acceso y permanencia en el mercado laboral formal, ya sea por factores educativos, económicos, de violencia familiar, marginalización, entre otros. Por todo ello, y por cuestiones de necesidad, han encontrado mayores oportunidades en el mercado informal, que se les presenta como una válvula de escape a su situación económica y familiar, sin embargo, el costo que esto implica es preocupante.
El Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) señala que la informalidad ha ido disminuyendo entre 2008 y 2017, sin embargo, a pesar de que la tasa de informalidad ha disminuido, la tasa de informalidad de las mujeres es más alta que la de los hombres (INEI, 2017). La práctica de la informalidad femenina se puede revelar de diferentes formas, algunas de las formas más comunes son las ventas ambulatorias, trabajos familiares y el trabajo doméstico remunerado.
Sea cual fuera la forma de trabajo informal que las mujeres realicen las coloca en una posición de vulnerabilidad en diferentes aspectos. Las condiciones que permanecen en las diferentes actividades informales que las mujeres realicen se caracterizan por ser empleos precarios, con remuneración poco digna, poco o nulo acceso a servicios sociales (seguros, pensiones, etc.), poca capacidad de organización, sin apoyo legal, poca capacidad de ahorro, sometimiento a la violencia sexual o física, inestabilidad, bajo salario por ser mujeres, actos racistas, entre otros. La informalidad no satisface las necesidades de las mujeres, sino por el contrario, es una alternativa al sistema para poder sobrevivir.
Es importante señalar que la informalidad se presenta como una opción frente a la incapacidad del sector formal de generar empleos, la incorrecta distribución de las riquezas y las malas políticas del Estado. Esta salida paliativa no brinda las necesarias condiciones para tener una vida digna para las mujeres, por lo cual se plantea como una problemática que merece respuesta integral por parte de las autoridades correspondientes. La respuesta para ello no se reducirá a medidas económicas, se requieren propuestas que más allá de criminalizar la informalidad femenina, planteen acciones desde una visión holística de la problemática, donde se incluya una necesaria perspectiva de género y una revisión histórica de la informalidad en el Perú.