El presidente del bicentenario, Pedro Castillo ha terminado su primer año de gobierno con más desaciertos que aciertos ,y con ello, un gobierno degastado. Han pasado 200 años desde que se proclamó la independencia del Perú y seguimos sin ser tener un Estado de Bienestar, solo tenemos medidas populistas, políticas elaboradas desde el escritorio y que no responden al “pueblo”, aquello de lo que Pedro Castillo se encargó de autodenominarse representante durante la campaña electoral.

Tampoco podemos negar la carga simbólica que tiene la figura del actual presidente: ser profesor de escuela rural, con experiencia sindical, ser provinciano y otras características más que se le pueda atribuir. Ser un “nadies” dentro de la burbuja limeña que no deja de aflorar su clasismo y racismo, era parte de su escudo frente a la DBA durante los primeros meses de gobierno.

Hoy, ese “pueblo” del que tanto se jactó representar, hasta junio de 2022 solo le da el 11 % de aprobación a su gestión, según el estudio de La República e IEP. Puede que esa cifra no le interese a quienes están en el gobierno, pero no pueden refutar el desgaste y la poca legitimidad que está generando el presidente de “los nadies”.

Lo señalado anteriormente no es ajeno a la polarización existente en la población y que cada vez se acrecienta por la inestabilidad en la gobernanza, los destapes de corrupción ligados al presidente, la crisis económica producto de la inflación mundial, la incapacidad en la gestión pública y los rezagos de toda la crisis que generó la pandemia y la inconformidad de los resultados de las elecciones presidenciales por un sector de la población. ¿Esto tiene relación con la incapacidad de gobernar? No directamente, pero sí en la incapacidad del presidente de coordinar un equipo técnico que contribuya al abordaje de la conjugación de los problemas urgentes e importantes de la población, lo cual es difícil porque implica un abordaje integral, intersectorial, pero con la rotación permanente de cuadros en el Gabinete de Ministerial evidencia la falta de liderazgo y de la incapacidad estatal.

Ha sido un año de sobrevivencia para el Ejecutivo, donde su principal función política ha sido resistir a los intentos de interpelación, censura y vacancia de un Congreso golpista. Hoy evidenciamos que aquella sobrevivencia que sufrimos gran parte de la sociedad por conseguir recursos económicos en el famoso “día a día” se traslada al Ejecutivo. También existe una creciente resignación o silencio por la parte de la calle o esta se “manifiesta muy poco”, las razones pueden ser infinitas, pero la población está cansada de que no haya cambios significativos, la rabia aún no logra calar profundamente en todos y todas, en un contexto donde los clivajes siguen aumentando.

¿Cuál es la solución? No hay recetas en política, pero sí juegos políticos que vayan más allá del “que se vayan todos”, porque luego surge la pregunta ¿y quiénes entran? En un país donde más que partidos existe configuraciones partidarias con liderazgos personalizados y de tiempo limitado. Me atrevo a reafirmar lo que desde hace mucho se viene abordando. Cuando se entienda la necesidad de la construcción de políticas de Estado y no medidas cortoplacistas, quizás la utopía supere la realidad.

Finalmente, existe un porcentaje de la población vigilante, quizás acumulando la rabia que en cualquier momento saldrá a la calle porque es cuestión de tiempo. Habrá qué escuchar las novedades que el Presidente Pedro Castillo nos traerá en el discurso de Fiestas Patrias y esperemos que deje de ensayar, porque las y los peruanos en las calles no ensayamos.