DIOS NO ES PERUANO, MENOS LIMEÑO
Dios es peruano es usada cuando la suerte, ese inexplicable azar, acompaña a las y los peruanos. En este tiempo amerita utilizarla en negación. Antes de continuar, es bueno recordar que esta frase es proferida en varios países de América Latina.
Sí, tenemos un presidente que tiene poco más de un año en el cargo y que se ha encargado de perfumar de religiosidad —y en HD— varias de sus actividades, y eso siempre es una amenaza para la ciudadanía cuando de luchar por un trato igualitario se trata. En este inicio del mes del Señor de los Milagros, Lima amaneció con el ojo morado, víctima del golpe que significa asumir a Rafael López Aliaga como nuevo alcalde de Lima. Y es que ser elegido solo por un cuarto de la población limeña no te hace muy popular que digamos. Además, la intención del flamante burgomaestre —que intenta ocultarla tras una sonrisa incómoda— parecería la de no quedarse sentado en el sillón municipal todo el periodo y resignarse a ser el capitán la ciudad capital.
El “Dios es peruano” tiene un uso casi exclusivo en contiendas futboleras, cuando el resultado sonríe a pesar de que la esperanza estaba perdida. Las últimas elecciones municipales no ofrecían muchas opciones para que Lima vislumbre la solución a sus problemas, es cierto. Pero a la perdida esperanza limeña se le ha sumado el fanatismo religioso de un feligrés cuya diferencia con el presidente de la República es, aparte del color de piel y las deudas con la Sunat, el dinero que recibe a fin de mes. En un país como el Perú, eso es determinante. Con tal resultado a Lima lograron bajarla a patadas de la combi y la dejaron abandonada en un descampado y sigue por ahí asechada y cubriéndose, incapaz de compartir su ubicación en tiempo real.
Justamente del mundo del fútbol peruano sale la también popular y disparatada “La fe es lo más lindo de la vida”. Esperar con fe —y café— que se cumplan cada una de las osadas promesas de López Aliaga debería tener un rango de tiempo, ¿no? O sea, ¿Qué llegará primero ahora No más pobres en un país rico o Lima como potencia mundial?
Y bueno, que haya ganado el dueño de un partido político en la capital, donde se concentra la élite peruana, no es sorpresa. La sorpresa ya fue para ellos en junio del 2021. Sobre todo, porque son las élites las que necesitan que la corrupción no desaparezca del sistema —ese que les favorece. En la escena del baño de la espectacular Nueve Reinas, decía Ricardo Darín (en su papel) que putos no faltan, lo que faltan son financistas. La tentación de tener más dinero y rápido, dentro de un país que parece estar siempre colapsando, es dulce y fulminante si no se tiene una ética gruesamente blindada.
La corrupción genera indignación en la población y esto lleva al desespero, a la violencia. Cuando cierta élite nos deja al borde del jaque, ellos sacan solapadamente a sus fichas —políticos— del tablero, y se retiran del juego para volver luego como los salvadores de la situación.
Conociendo un poco la religiosidad de estos personajes-autoridades, me viene a la memoria lo que alguna vez escuché, que la ideología católica es la que amamanta la corrupción. “Tienen un conjunto de reglas tan claras y estrictas, pero que te dice que si las quiebras puedes redimirte si pagas por ello: rezando avemarías, golpeándote el pecho, donando. Lo que sea que el cura diga. Peca y se redime, peca y se redime. Es decir, ‘paga’ para quebrar las leyes de ese sistema”.
Solo les quedaría decir “Lima, que dios te ayude”.